domingo, 4 de octubre de 2015

Ciudadanos

Todo el mundo habla de la marca; todos opinan sobre su representación icónica, sobre su presente y sobre su futuro. Y no es para menos. El crecimiento de Ciudadanos ha desbordado su renovado papel tras el resultados de las elecciones autonómicas catalanas de hace unos días.

Parece obvio que, al menos hasta ahora, la relevancia del partido de Albert Rivera no había inquietado especialmente al centro-derecha español. Pero eso ha cambiado. No son los medios de comunicación los que acosan al Partido Popular con el interés que el electorado español ha empezado a demostrar por el partido naranja. No; nada de eso. Sólo hay que salir a la calle y escuchar para saber que muchos españoles que se consideran partidarios de opciones moderadas ven en esta nueva opción una forma de entregar su voto sin cambiar de chaqueta, de seguir conservando su ideología lejos de los acartonados comportamientos de Rajoy y los suyos.

Podría decirse que Rivera y su partido están repitiendo, en otro lugar del espectro ideológico, el guión que escribió Podemos hace tan sólo unos cuantos meses. Ahora son la alternativa para muchos desengañados de los partidos hasta ahora mayoritarios (no sólo del PP, también de bastantes simpatizantes del PSOE) y tienen ante sí unas expectativas de voto realmente envidiables. Por ende, los cronogramas de ruta -al contrario que para su modelo en la izquierda- les benefician, dado que su definitivo aldabonazo ha sido la cita con las urnas regionales del pasado fin de semana y las generales se celebrarán, definitivamente, en dos meses y medio.

Cuando el partido de Pablo Iglesias hizo su aparición fulgurante en el panorama político estatal, cuando las encuestas le situaban en inmejorable posición -incluso algunas como la fuerza política con un mayor porcentaje de intención de voto-, comenté en esta misma tribuna que era entonces cuando empezaban las dificultades reales, cuando se planteaba el ser o no ser de la opción organizada del descontento de la sociedad española. Y algo parecido podría aventurarse en este momento de Ciudadanos.

Cierto que los principios organizativos de ambos partidos son bien diferentes. Pero también que coinciden en que ambas afrontan (o afrontaban) la revalida del conjunto del territorio español sin una estructura acorde con el reto que se plantean. Podemos tuvo sus problemas -creo que los sigue teniendo- en su necesario encaje en un sistema que aceptó, aunque en sus fundamentos pueda atisbarse precisamente el "antisistema". Ciudadanos se parece más en su organización a los partidos tradicionales pero enfrenta una revalida para la que necesita un tejido interno del que posiblemente carezca. Me atengo, como ejemplo, a aquello que más próximo me queda: Asturias.

Las elecciones son de carácter general, pero cada provincia y región aportará a la Cortes Generales su granito de arena para configurar unos grupos parlamentarios capaces de ser determinantes en la configuración lgislativa y social de España. Aquí, en el Principado, los representantes del partido de Rivera son unos perfectos desconocidos y no tienen tirón alguno -el del líder estatal es importante pero no suficiente- por lo que el desafío a la vista es conseguir un cabeza de lista reconocible por una parte de la ciudadanía y unos acompañantes en las candidaturas que tengan un referente mínimo reconocible -en cualquiera de los ámbitos sociales- capaz de generar una credibilidad que se traduzca en apoyos suficientes. Fiarlo todo a un cartel es un tentación evidente, pero también un riesgo que alguien que quiere dejar su impronta debe tener muy en cuenta.

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