Puede condensarse el grandonismo de la tormenta de propuestas y compromisos manifestados por los diferentes partidos políticos asturianos durante la pasada campaña electoral para las autonómicas en los seis primeros meses de actividad -es una forma de hablar- de la Junta General del Principado?
Evidentemente, no. Especialmente si nos atenemos a la previsión de que el Parlamento asturiano tiene la intención de batir todos sus récords de absentismo en esta segunda mitad del año.
Tras los comicios y la constitución de las nuevas instituciones salidas de las urnas, sus señorías se tomaron muy pronto unas 'merecidas vacaciones' interrumpidas hace más o menos un mes para volver a una 'intensa' actividad que, ahora, probablemente se tome otro respiro porque "no es aconsejable mezclar sus trabajos con la inminente campaña de las legislativas convocadas por Mariano Rajoy para el día 20 de diciembre. De ser así, y la experiencia indica que en ese criterio coinciden los de uno y otro signo, nos plantaremos en febrero del año próximo con unos niveles de deserción de responsabilidades insólito incluso en los tiempos de mayor dejadez de los parlamentarios autonómicos. Aunque se ha aludido a la excepción del proyecto presupuestario, a vces me entran dudas de que el abandono alcance a la norma más relevante de cada año.
Recuerdo que la respuesta habitual de muchos de nuestros representantes cuando las cámaras de televisión ofrecían un hemiciclo lleno de asientos vacíos era que sus señorías trabajan en sus despachos y a esos no llegan las imágenes registradas por los dispositivos audiovisuales. Podemos creérnoslo o no, pero de lo que no cabe duda es de que lo seguro es que con la Junta General en 'by pass' ya no hay razón para disimular que lo único que importa son las organizaciones que los ponen en esos puestos y mucho menos la responsabilidad adquirida con los ciudadanos que se han molestado en apoyarles con su voto.
Resulta especialmente irritante que esos 'representantes del pueblo' ni siquiera se sonrojen cuando abandonan su compromiso, su "contrato social", para entregarse a los aparatos de sus organizaciones políticas, eso sí, sin dejar de cobrar ni uno sólo de los euros que engrosan sus sustanciosos emolumentos como diputados autonómicos.
Tratar de convertir la convocatoria para las generales en un elemento de manifiesta incompatibilidad con las que son sus responsabilidades personales es un ejercicio de cinismo que exige unas tragaderas enormes de los receptores de sus mensajes.
Ni que decir tiene que en los actuales momentos de desvergüenza nadie se va a sentir concernido con un enojo que está en las calles y en la barras de los bares. Finalmente, como en tantas otras cosas, cuando se exponen estos "problemas de conciencia" hay una extraordinaria unanimidad de derecha, izquierda y centro. Y el resultado a la vista tiene un tremendo tufo a una simple y vulgar holganza.
martes, 6 de octubre de 2015
domingo, 4 de octubre de 2015
Ciudadanos
Todo el mundo habla de la marca; todos opinan sobre su representación icónica, sobre su presente y sobre su futuro. Y no es para menos. El crecimiento de Ciudadanos ha desbordado su renovado papel tras el resultados de las elecciones autonómicas catalanas de hace unos días.
Parece obvio que, al menos hasta ahora, la relevancia del partido de Albert Rivera no había inquietado especialmente al centro-derecha español. Pero eso ha cambiado. No son los medios de comunicación los que acosan al Partido Popular con el interés que el electorado español ha empezado a demostrar por el partido naranja. No; nada de eso. Sólo hay que salir a la calle y escuchar para saber que muchos españoles que se consideran partidarios de opciones moderadas ven en esta nueva opción una forma de entregar su voto sin cambiar de chaqueta, de seguir conservando su ideología lejos de los acartonados comportamientos de Rajoy y los suyos.
Podría decirse que Rivera y su partido están repitiendo, en otro lugar del espectro ideológico, el guión que escribió Podemos hace tan sólo unos cuantos meses. Ahora son la alternativa para muchos desengañados de los partidos hasta ahora mayoritarios (no sólo del PP, también de bastantes simpatizantes del PSOE) y tienen ante sí unas expectativas de voto realmente envidiables. Por ende, los cronogramas de ruta -al contrario que para su modelo en la izquierda- les benefician, dado que su definitivo aldabonazo ha sido la cita con las urnas regionales del pasado fin de semana y las generales se celebrarán, definitivamente, en dos meses y medio.
Cuando el partido de Pablo Iglesias hizo su aparición fulgurante en el panorama político estatal, cuando las encuestas le situaban en inmejorable posición -incluso algunas como la fuerza política con un mayor porcentaje de intención de voto-, comenté en esta misma tribuna que era entonces cuando empezaban las dificultades reales, cuando se planteaba el ser o no ser de la opción organizada del descontento de la sociedad española. Y algo parecido podría aventurarse en este momento de Ciudadanos.
Cierto que los principios organizativos de ambos partidos son bien diferentes. Pero también que coinciden en que ambas afrontan (o afrontaban) la revalida del conjunto del territorio español sin una estructura acorde con el reto que se plantean. Podemos tuvo sus problemas -creo que los sigue teniendo- en su necesario encaje en un sistema que aceptó, aunque en sus fundamentos pueda atisbarse precisamente el "antisistema". Ciudadanos se parece más en su organización a los partidos tradicionales pero enfrenta una revalida para la que necesita un tejido interno del que posiblemente carezca. Me atengo, como ejemplo, a aquello que más próximo me queda: Asturias.
Las elecciones son de carácter general, pero cada provincia y región aportará a la Cortes Generales su granito de arena para configurar unos grupos parlamentarios capaces de ser determinantes en la configuración lgislativa y social de España. Aquí, en el Principado, los representantes del partido de Rivera son unos perfectos desconocidos y no tienen tirón alguno -el del líder estatal es importante pero no suficiente- por lo que el desafío a la vista es conseguir un cabeza de lista reconocible por una parte de la ciudadanía y unos acompañantes en las candidaturas que tengan un referente mínimo reconocible -en cualquiera de los ámbitos sociales- capaz de generar una credibilidad que se traduzca en apoyos suficientes. Fiarlo todo a un cartel es un tentación evidente, pero también un riesgo que alguien que quiere dejar su impronta debe tener muy en cuenta.
Parece obvio que, al menos hasta ahora, la relevancia del partido de Albert Rivera no había inquietado especialmente al centro-derecha español. Pero eso ha cambiado. No son los medios de comunicación los que acosan al Partido Popular con el interés que el electorado español ha empezado a demostrar por el partido naranja. No; nada de eso. Sólo hay que salir a la calle y escuchar para saber que muchos españoles que se consideran partidarios de opciones moderadas ven en esta nueva opción una forma de entregar su voto sin cambiar de chaqueta, de seguir conservando su ideología lejos de los acartonados comportamientos de Rajoy y los suyos.
Podría decirse que Rivera y su partido están repitiendo, en otro lugar del espectro ideológico, el guión que escribió Podemos hace tan sólo unos cuantos meses. Ahora son la alternativa para muchos desengañados de los partidos hasta ahora mayoritarios (no sólo del PP, también de bastantes simpatizantes del PSOE) y tienen ante sí unas expectativas de voto realmente envidiables. Por ende, los cronogramas de ruta -al contrario que para su modelo en la izquierda- les benefician, dado que su definitivo aldabonazo ha sido la cita con las urnas regionales del pasado fin de semana y las generales se celebrarán, definitivamente, en dos meses y medio.
Cuando el partido de Pablo Iglesias hizo su aparición fulgurante en el panorama político estatal, cuando las encuestas le situaban en inmejorable posición -incluso algunas como la fuerza política con un mayor porcentaje de intención de voto-, comenté en esta misma tribuna que era entonces cuando empezaban las dificultades reales, cuando se planteaba el ser o no ser de la opción organizada del descontento de la sociedad española. Y algo parecido podría aventurarse en este momento de Ciudadanos.
Cierto que los principios organizativos de ambos partidos son bien diferentes. Pero también que coinciden en que ambas afrontan (o afrontaban) la revalida del conjunto del territorio español sin una estructura acorde con el reto que se plantean. Podemos tuvo sus problemas -creo que los sigue teniendo- en su necesario encaje en un sistema que aceptó, aunque en sus fundamentos pueda atisbarse precisamente el "antisistema". Ciudadanos se parece más en su organización a los partidos tradicionales pero enfrenta una revalida para la que necesita un tejido interno del que posiblemente carezca. Me atengo, como ejemplo, a aquello que más próximo me queda: Asturias.
Las elecciones son de carácter general, pero cada provincia y región aportará a la Cortes Generales su granito de arena para configurar unos grupos parlamentarios capaces de ser determinantes en la configuración lgislativa y social de España. Aquí, en el Principado, los representantes del partido de Rivera son unos perfectos desconocidos y no tienen tirón alguno -el del líder estatal es importante pero no suficiente- por lo que el desafío a la vista es conseguir un cabeza de lista reconocible por una parte de la ciudadanía y unos acompañantes en las candidaturas que tengan un referente mínimo reconocible -en cualquiera de los ámbitos sociales- capaz de generar una credibilidad que se traduzca en apoyos suficientes. Fiarlo todo a un cartel es un tentación evidente, pero también un riesgo que alguien que quiere dejar su impronta debe tener muy en cuenta.
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