jueves, 30 de julio de 2009

¿Estan las autonomicas tan lejos?

Si hay algo en los que socialistas y populares asturianos están de acuerdo es que de momento "no toca" hablar de las elecciones autonómicas. Parece lógico si se tiene en cuenta que -crisis mediante- no estarán convocadas hasta la primavera de 2011. Sin embargo -no por repetido es menos cierto-, una cosa son las declaraciones oficiales i otra bien distinta los movimientos que los principales partidos políticos vienen realizando desde hace meses con vistas a configurar cuand menos su cabeza de cartel para esa cita. Voy a dejat hoy aparte al Partido Popular, sobre todo con esa astilla introducida recientemente sobre la hipotética candidatura de Francisco Álvarez-Cascos a la Presidencia del Principado. En otra ocasión haré mención a la extensa nómina de presuntos aspirantes a ser el rostro del cartel electoral de los populares en la comunidad.
La irrupción del nombre de Cascos en el posible panorama regional futuro ha contribuido decisivamente a olvidarse del otro gran partido, el que gobierna, y a los entresijos que bajo la superficie aparentemente tranquila contribuyen a aventurar un panorama no tan tranquilizador.
Tres legislaturas de Vicente Álvarez Areces como presidente hacen inevitable empezar por su opción a la hora de cualquier análisis. Una opción que tropieza con el hecho de que la Federación Socialista Asturiana ha puesto fecha de caducidad al veterano político asturiano. Dentro del partido en la comunidad se tiene claro que Areces ha cumplido sobradamente un ciclo y que ha llegado la hora del relevo. Claro que ahora no toca hablar de ello. la alternativa -no es decubir nada nuevo- es el actual secretario general de los socialistas asturianos, Javier Fernández. Hasta aquí vamos por el libro. Otra cosa es la realidad.
Al margen de que apartar a Areces exige buscarle una salida digna, no parece que al tres veces presidente autonómico vaya a sacarsele de la poltrona por las buenas. En las catacumbas de la política asturiana se sabe que a Areces para despegarle del cargo hace falta algo más que agua hirviendo. Y no es que se pueda aventurar todavía que vaya a dar la batalla interna en toda regla, pero sí que de facilidades, nada.
En el otro lado de la balanza está el líder del partido, el eterno candidato, el pacificador de los tiempos difíciles y motor, con un equipo homogeneo, de la etapa más tranquila de la FSA desde el inicio del periodo democrático. Javier Fernández es la persona llamada a ser ese cartel de los socialistas asturianos en el futuro próximo. En detrimento de esta opción está el carácter poco decidido del personaje, el mismo que le ha llevado a no aceptar nunca más allá de ese en su día forzado liderazgo regional. Siempre está ahí, pero siempre falta ese empujón individual que le catapultaría a completar la 'baronía' con la Presidencia autonómica, como ocurre entre los socialistas en la mayoría de las comunidades autónomas.
Sí está claro que Fernández y su equipo son conscientes de que Areces ha agotado su crédito y no puede seguir. Así las cosas, el fururo es blanco y en botella. O él o él.
Este es el escenario, pero ahora hay que considerar quiénes son los actores llamados a rellenarlo.
Fernández no dice ni sí ni no, pero no es descartable que a la hora de la verdad dude y busque otra salida distinta de la natural. Ser presidente del Principado no es lo mismo que vivir a la sombra de la Secretaría General de la FSA. Por su parte, Areces tampoco ignora que sus apoyos ya no son los de otrora y que una guerra interna no le beneficia a él ni a nadie en su partido.
Así las cosas, y fuera de lo natural, en las filas de los socialistas asturianos ya se piensa en la posibilidad de que ambos busquen su propia alternativa, al margen de la personal.
Se sabe que Areces siempre ha tenido vocación de decidir en Gijón el sustituto de Paz Fernández Felgueroso en la lista socialista a la Alcaldía de la ciudad y que hace ya más de dos años apostó abiertamente por su fiel escudero, el consejero de Infraestructuras, Quico Buendía, un funcionario transformado en político de primera fila por él mismo. El presidente asturiano, sin grandes bullicios, se ha arreglado en estos últimos años para rodearse cada día en el Gobierno regional de genta más afín. "Si yo no puedo ser, que sea uno de los míos", parece decir ahora. En esta carrera de fondo, la persona mejor situada sería Ana Rosa Migoya, otrora en las filas del silenciosamente desaparecido 'villismo' y ahora incondicional colaboradora del presidente.
Por su parte, Javier Fernández también está pensando en la posibilidad de no abrirse camino a empellones, a pesar de su posición claramente privilegiada, y apunta a otros nombres para sacar a Areces de su sillón sin tener que ser él mismo el que ocupe la plaza. En esta tesitura también hay varios nombres que suenan, pero uno sobre todos, el de Hugo Alfonso Morán, ex alcalde de Lena y ex presidente de la Federación Asturiana de Concejos, actualmente aupado a los altares de la comisión ejecutiva federal del PSOE.
En definitiva que, aunque ahora no toque, bajo la calmada superficie de los mares del socialisma asturiano discurren fuertes corrientes que, si no se aprecian a la vista del simple mortal, remueven las aguas y vaticinan que 'El Gran Pacificador' tiene ante sí uno de los retos más difíciles de su carrera política. Mientras Cascos siga agitando las aguas exteriores no habrá problemas patentes. Lo malo es que el tiempo discurre muy rápidamente y en algún momento, con el ex vicepresidente del Gobierno o sin él, habrá que entrar en materia y tomar decisiones. Al final, las autonómicas no están tan lejos y unos y otros lo saben. Seguiremos en contacto.

martes, 28 de julio de 2009

Enemigos publicos

La pasada edición de la Semana Negra de Gijón me ha brindado el privilegio de asistir a una auténtica 'premiere' -un mes antes de su estreno comercial y no esos pases de víspera que sólo te dan unas horas de ventaja sobre los espectadores que pasan por taquilla- y no una cualquiera, sino al adelanto de uno de esos filmes llamados a estar entre los éxitos del verano cinematográfico. Es verdad que a estas alturas cualquier película que tenga un interés mínimo está capacitada para figurar en ese grupo si se la sitúa en el extenso páramo desolador que es en la actualidad la producción cinematográfica. Si son mínimamente aficionados a la gran pantalla hagan una prueba: den un repaso a la cartelera y traten de encontrar en ella un nombre de director que tenga cualquier pequeño aval en forma de obra pasable. Y no se trata de ponerse a defender en los tiempos que corren las políticas de autor que prevalecieron en la crítica de cine durante el pasado siglo, que algo de válido tenía en bastantes ocasiones. Es que ahora se cuentan con los dedos de las manos los cineastas que saben lo que se traen entre manos y cualquier 'pardillo' se encuentra con que le ponen en las manos un montón de millones de dólares -o de euros- y un ramillete de actores taquilleros capaces de paliar con su presencia el resto de materias primas de derribo (otra de las cosas inexplicables, a propósito, es por qué tantas estrellas de Hollywood son capaces en estos tiempos de apuntarse a un bombardeo aunque éste se realice con balas de fogueo).
Esta introducción viene a cuento porque la 'premiere' a la que me refiero cuanta no sólo con presupuesto y actores con gancho -Johnny Depp y Christian Bale-, sino que, además, lleva la firma de Michael Mann, uno de los escasísimos realizadores norteamericanos que merecen, sino la autoría, sí una cierta condición de lo que hace muchos años se dio en llamar artesanos del séptimo arte. Hace veinte años, 'Enemigos públicos' hubiera sido una película correcta que se deja ver; hoy, sobresale con creces por encima de la media y resulta tan atractiva como un refresco tras unos días perdidos en el desierto.
No ofrece esta película, a priori, una gran originalidad. En definitiva, básicamente, plantea la consabida lucha entre las fuerzas del bien y del mal, aunque los perfiles de ambos estén -como suele ser habitual en nuestros tiempos- difusos. Depp es John Dillinger, uno de esos tres o cuatro 'gangsters' que lograron el título de enemigo público número uno en la Norteamérica del pasado siglo. Bale es Melvin Purvis- el agente especial encargado por J. Edgar Hoover y sus fuerzas del orden de acabar con el primero. El delincuente, sin embargo, tiene la aureola de héroe -hasta algo de Robin Hood en sus actividades delictivas- e incluso una especie de código personal de conducta. Su oponente es pertinaz e incansable, pero deja entrever en todas sus actuaciones una apuntada ambición y ciertas dosis de arribismo. Su guerra se convierte en algo personal y sus roles se entremezclan, aunque todos sabemos quién va a ganar la partida y cómo.
'Enemigos públicos', en definitiva, no es sino un a modo de 'remake' de 'Heat', uno de los mejores filmes de Mann, aunque, desmenuzando ambas con detalle, en el muestreo siempre sale ganando la historia de De Niro y Pacino.
Comparaciones aparte, lo cierto es que el autor de 'Collateral' o 'El dilema' ha demostrado en su relativamente corta filmografía que dispone de un pulso narrativo que puede con todo - o casi todo; vease 'Corrupción en Miami'-, que disfruta de ese raro privilegio de algunos cineastas capaces de contar historias en imágenes y hacerlo bien. De ahí la anterior alusión a una cierta condición de 'artesano'. Sería harto difícil encontrar en su obra una línea conductora capaz de acercarnos al estudio de un autor, pero, como admitiran los conocedores de los títulos citados, o de su entretenida y vistosa versión de 'El último mohícano', incluso del 'biopic' 'Alí', sobre la vida del púgil Cassius Clay, en toda su filmografía hay madera suficiente como para considerarle un realizador a seguir.
'Enemigos públicos' será por todo lo antedicho, un estreno de lujo para el próximo mes de agosto. El desierto que la rodea en el estío de 2009 sólo puede contribuir a engrandecerla más, aunque -ya está dicho- la misma cinta sería un mero pasatiempo contra el calor en los años stenta y ochenta del siglo pasado, por no hablar del cine de oro de las décadas precedentes. Seguiremos en contacto.

sábado, 25 de julio de 2009

La Uni, esa desconocida

En medio de esa avalancha de información diaria que recogen las páginas de los periódicos o los informativoa de radio y televisión, a veces uno puede extraer pequeños detalles, una frase, que resultan manifiestamente significativos de determinados entornos sociales que no entran dentro de los favoritos de una mayoría de las audiencias. Hoy me quedo con una respuesta de Ricardo Sánchez Tamés, Defensor del Universitario de la institución ovetense, en una entrevista concedida a 'El Comercio'. Dentro de lo que es su trabajo diario, entre otros asuntos, se refiere a conflictos entre profesores y afirma que son cuestiones de difícil o imposible solución que "sólo se resuelven con la jubilación o la defunción". Ahí es nada la frase
El señor Sánchez Tamés, con tres años de experiencia a sus espaldas como Defensor del Universitario y responsable de la puesta en funcionamiento de esta figura institucional, tiene una bagaje temporalmente muy superior como buen conocedor de la Universidad de Oviedo. Sabe, pues, más por viejo que por diablo. Por ello es especialmente llamativo que ponga sobre el tapete el entramado interno de la institución de esa manera. Define, en esas pocas palabras y con sovarronería, el carácter endogámico de la misma y nos hace ver que la Uni a veces se asemeja mucho al mundo de la política, aunque con sus normas y comportamientos específicos. Lo que ocurre es que los protagonistas de ese sector no están nunca en el ránking del conocimiento y la valoración del común de los mortales, como pueden ser los protagonistas de la política, de la judicatura, del gran empresariado o, desde luego, del periodismo. Al fin, detrás del mundo universitario discurre una corriente informativa que no por menos popular deja de ser más interesante.
Una frase es sólo una frase, pero puede ser tremendamente definitoria de un ámbito, aunque éste para mucha gente todavía un perfecto desconocido. Lamentablemente. Seguiremos en contacto.

viernes, 24 de julio de 2009

El bailarin y su pareja

Ahira resulta que el señor Cascos sí que quiere bailar. En una de esas escasísimas ocasiones en las que decide conceder una entrevista desde que abandonó el Gobierno, la revista 'Época' publica en su último número las manifestaciones del ex vicepresidente del Gobierno y, al margen de la cerrada defensa del tesorero del partido, Luis Bárcenas, imputado provisional en la 'trama Gürtel' responde a preguntas sobre su posible regreso a la política y afirma que "Si me invatan a bailar, acepto".
El problema es que el bailarín, habitualmente, precisa una pareja, ese que le "invita" a bailar y a día de hoy las personas que están dispuestas a hacerlo no están invitados a la fiesta.
Del señor Cascos se podría decir que, aunque no haya sido presidente del Gobierno, tiene todos los síntomas de experimentar el llamado 'síndrome de La Moncloa'. "Si me invitan, acepto". Y ¿por qué no, quiero?". Ya comentaba en esta misma tribuna que tal parece que el experimentado político asturiano precisa que le pongan la alfombra roja para regresar al primer plano con 'glamour'. Alguien que, con sólo expresar su deseo de ser el candidato del PP en Asturias, tendría abiertos todos los caminos para cumplir ese objetivo, abandonando todas sus negativas anteriores a la posibilidad de volver a la vida política, prefiere jugar ahora al dejarse querer. Lo malo es que para volver a la pista, tras años de retiro, precisa de una pareja y su carácter no invita a pensar que lo vaya a tener fácil. Ya no se trata de que, declaraciones oficiales aparte, sus ex camaradas de Asturias que tienen los mandos del poder en las distintas instancias regionales quieran ese retorno, algo que cualquier observador avezado sabe que no es así; es que tampoco se sostiene el gran argumento de que sea la dirección nacional la que haya descubierto a estas alturas que él es la única opción segura de arrebatarle el poder a la izquierda en esta pequeña comunidad uniprovincial. Acaso a Mariano rajoy, con un congreso nacional previo a las elecciones autonómicas de 2011 ¿puede interesarle otro 'barón' regional de la cuerda de Esperanza Aguirre, posible recambio al actual líder del partido?
Se equivoca Cascos jugando su opción a "que se lo pidan". Nadie prácticamente con la mínima capacidad de decisión al respecto va a mover un dedo para ayudarle a 'reconquistar' Asturias para la derecha. A Rajoy nunca le ha importado demasiado esa victoria. De lo contrario, no habría mantenido por tercera vez a Ovidio Sánchez como candidato autonómico con un casi seguro resultado de mantenerse en la oposición regional.
Lo cierto es que los partidos funcionan endogámicamente y al Partido Popular le interesa mucho más un Cascos fuera de la política, aunque algunas veces emita sus rugidos y lance alguna diatriba, que en la primera fila de la misma. Rajoy ya tiene bastantes problemas con Aguirre, con Camps o con Feijóo como para abrir un nuevo frente en una región donde, aunque perdedor, no suele tener problemas.
Por ello se equivoca Cascos al esperar a que "se lo pidan". Por el momento nadie de la dirección nacional "tiene conocimiento de su deseo de volver". ¿Es qué no está bastante claro que no le quieren? La estrategia a seguir, si realmente quiere volver a bailar, es decirlo claramente y ¿a ver quién es el guapo en Madrid o en Asturias que le pone la proa?
Su estrella política es aún suficientemente rutilante como para elegir directamente la pareja para volver a saltar a la pista. Esperar a que le saquen a bailar es otra historia.

miércoles, 22 de julio de 2009

Que esperen los necesitados

Aunque parezca un contrasentido con lo afirmado ayer mismo es esta tribuna, viy a referirme hoy al recurrido tema de la financiación, pero no la autonómica, cerrada dios sabe de qué manera -esperemos dos o tres años para escuchar los requerimientos de los gobiernos de tal o cual comunidad, y si no al tiempo-, sino de la local.
Tras conseguir el acuerdo de ese ente ornamental que llaman Consejo de Política Fiscal y Financiera para pacificar a los catalanes -de momento, porque con esos miles de millones no van a ceder ni un ápice en su reivindicación sobre el techo máximo de su estatuto-, sobre todo, y al resto de comunidades ricas y amagar con 'propinas' para las pobres, el todopoderoso vicepresidente Chaves se ha reunido con los legítimos representantes de los municipios, la FEMP, y más o menos les ha venido a decir lo de 'vuelva usted mañana', que se esperen al año que viene (si dios y la economía quieren) y que para entonces 'hablamos'.
Resulta cuando menos curioso que se hayan realizado todos los esfuerzos para responder a las siempre insatisfechas autonomías al '¿cuándo es lo mío?' y a los ayuntamientos, las instituciones que están más cerca del ciudadano de forma real, se les exija que esperen. Y resulta más chocante aún que, problemas de liquidez aparte, se fije no antes del medio plazo la resolución de los problemas financieros de las corporaciones locales cuando, como todo el mundo sabe, pagan religiosamente un buen número de las facturas que deberían abonar las administraciones autonómicas.
Capítulo aparte merece el hecho de que sea precisamente el Gobierno socialista de Asturias el que se muestre más reticente a esa segunda descentralización. 'La mía está más o menos resuelta, así que el que venga detrás que arrée', parecen decir los mismos que durante casi dos años han esgrimido sus necesidades y han peleado -con mucha educación, es verdad- para sustentar una administración que luego se llama a andana cuando llega la hora de mirar hacia atrás y ver a los que tienen tantos o más argumentos para decirles a ellos que los municipios también tienen su 'agujero' y que merecen el derecho a reclamar lo mismo que sus mayores de la administración autonómica. Y esa dudosa primacía a la hora de ser rácanos no se la atribuye a Areces y a los suyos el Partido Popular -recurso fácil en política para justificar lo cierto y también todo lo demás-; no, lo hace el presidente de los munícipes, Pedro Castro, socialista de pro y poco sospechoso de hacer el juego al primer partido de la oposición.
En lo que a Asturias se refiere, el presidente de Federación Asturiana de Concejos, Juan Fernández Pereiro, regidor de Valdés, ha entonado un '¡vaya por dios!, lo cual no es moco de pavo si de tiene en cuenta que desde que preside a los alcaldes de la región apenas ha dicho esta boca es mía. ¡Cómo echamos algunos de menos a su antecesor, Hugo Alfonso Morán, el anterior alcalde de Lena, siempre en la paestra para defender los derechos de los consistorios que representaba. Y no es que el citado fuera precisamente un clavo en el zapato de la Federación Socialista Asturiana, ¡que va! Pero sí es cierto que, al menos mediáticamente sabía cuál era su función y no tenía pelos en la lengua a la hora de plantear las legítimas reivindicaciones municipales. Al final, su protagonismo se ha premiado con uno de esos métodos tan nuestros de darle una patada hacia arriba y colocarle en la comisión ejecutiva federal del partido.
Ahora ya saben los ayuntamientos que les toca esperar y que, por el momento, da igual que entonen el 'so' que el 'arre'. Eso sí, mientras obtienen una tardía respuesta a su '¿cuándo es lo mío?' tendrán que seguir pagando al Principado muchos de esos servicios más elementales para el ciudadano mientras el Ejecutivo autonómico hará presentaciones para reivindicar su supremacía nacional a la hora de ponerse las medallas en la prestación de servicios sociales. ¿Cómo los de la ley de dependencia? Pero de eso ya hablaré otro día. Seguiremos en contacto.

Cascos, de entrada no

La carestía informativa del estío es un mal al que todos los profesionales nos hemos tenido que enfrentar cada año. En el que ahora estamos, el 'caso Gürtel' acapara la atención nacional, pero en el ámbito asturiano transitamos con bostezos por el aburrido páramo de la financiación autonómica, un asunto que, pese a su repercusión económica en la marcha de la comunidad, retrae hasta al más entusiasta de los lectores.
No es de extrañar por ello que los queridos compañeros de 'La Nueva España', periódico líder del ámbito regional, hayan buscado y rebuscado hasta dar con un tema que garantiza la atención del lector, máxime en estos meses de sequía informativa. El tema tiene nombre y apellidos -Francisco Álvarez-Cascos-, alguien que es siempre garantía de enganche con la política asturiana.
La vuelta de Cascos a la política -regional o nacional- es referencia periódica en cualquier ambiente relacionado con esa actividad. Sin embargo, ese retorno, negado por activa y por pasiva por el interesado, ha tenido hasta ahora un mínimo margen de credibilidad. De pronto, los calores del verano han devuelto a los titulares por enésima vez la opción de la mejor alternativa de la derecha asturiana para arrebatar el poder autonómico a la izquierda en el Principado.
¿Baraja Cascos ese retorno? Lo haría ¿bajo qué condiciones? ¿Desea la direción nacional esa opción? ¿Espera por ella el equipo que lidera Ovidio Sánchez en el PP asturiano?. la respuesta primera es negativa a todas esas preguntas.
Vayamos por partes. Aunque en esto de la política no pondría una mano en el fuego absolutamente por nadie después de tantos años de experiencia con ese colectivo 'profesional', pienso que en los planes del veterano político asturiano no entra aterrizar de nuevo en el terreno de juego, y mucho menos en el asturiano. Así lo ha afirmado en las escasas comparecencias públicas y en múltiples manifestaciones de ámbito más reducido, cuando no privado. Dicen sus más fieles allegados en esta región que, en las escasas ocasiones en las que se ha referido a esa vuelta, largamente solicitada por esos mismos seguidores incondiconales, ha sido categórico al afirmar que "tendrían que barrerme y limpiarme la casa de ariba a abajo". En qué se traduce esta frase. Pues en que el problema ya no es sólo si Ovidio Sánchez deja la presidencia regional -más difícil desde que Rajoy le dejó fuera del parlamento Europeo-, sino en que con él desaparezca el equipo de colaboradores incondiconales del que a modo de 'guardia de corps' se ha rodeado el incombustible político popular. A la 'operación limpieza' no podría ser ajena tampoco la dirección local de Gijón del PP, con su presidenta, Pilar Fernández Pardo, al frente, cuya presencia fue el motivo argumental para que el ex vicepresidente del Gobierno trasladase su ficha de militante a Madrid. Aunque con matices, tampoco podría supervivir en ese hipotético marco, el todopoderoso líder ovetense y alcalde de la capital, Gabino de Lorenzo, acostumbrado con los años a controlarlo todo y nada proclive a ceder ese protagonismo en la sombra que le lleva a ser el verdadero artífice de las últimas decisiones en el ámbito del partido en Asturias.
¿Todos barridos de un plumazo? Ni con un seguro de victoria bajo el brazo iba a aceptar estas condiciones Mariano Rajoy, siempre dado a dar tiempo al tiempo y aplazar hasta el límite las decisiones conflictivas. Y si no que se lo pregunten a los imputados en el 'Gürtel'. Sin el borrón y cuenta nueva tampoco iba a aceptar cualquier otro escenario el propio Cascos. En definitiva, un escenario sin apenas un ligero atisbo para el punto de encuentro.
Que Cascos se deje querer es posible, pero de ahí a estar preparando el retorno a la política asturiana falta, a día de hoy, un trecho inmenso. Otra cosa bien distinta es que su gente de confianza en la región hayan encontrada -vaya usted a saber dónde- un resquicio para convertir en opción viable sus deseos, reiteradamente expresados a lo largo de los últimos años sin resultado alguno.
Cascos es un animal político y no ha dejado nunca de estar en ese territorio, pero una cosa es soltar de cuando en cuando un aldabonazo en la primera tribuna que se le brinda y otra bien distinta olvidar que, con todo su bagaje y su reconocimiento en Asturias -las más de las veces con mayor intensidad fuera que dentro de su partido-, pueda desembarcar en plan conquistador en Oviedo dejando en sus flancos los cadáveres políticos de todos los que que verían en su regreso una opción segura de pasar a la reserva.
En fin, que -como decía antes- en esto de la política no se puede decir nunca jamás, pero que, con las condiciones actuales del PP tanto en Madrid como en Asturias, no parece que nada haya cambiado para que alguien con capacidad para hacerlo extienda la alfombra roja para recibir al hijo pródigo en su hogar de origen.
Con el más absoluto respeto para los compañeros del rotativo ovetense que día tras día se esfuerzan en encontar nuevas aristas a la información para prolongar en el tiempo la atención de la política regional, a día de hoy más bien parece que la 'opción Cascos' para arrebatar el poder a los socialistas en Asturias parece responder más bien a lo que se ha dado vulgarmente en llamar "una serpiente de verano" alimentada por esa media docena de nombres que mantienen viva la llama del ex ministro de Fomento en el Principado que a una alternativa real para enfrentarse en 2011 al candidato socialista. Pero de quién puede ser éste y de lo que se avecina en el seno de la FSA a medida que se acerque la cita electoral hablaré otro día. Seguiremos en contacto.

lunes, 20 de julio de 2009

Una nueva etapa

El periodista no nace; se hace. Y una vez formado tiene grabada a fuego una señal indeleble que le hace que ya no pueda dejar de serlo. Da igual que afronte una situación laboral negativa, que se retire de la primera línea de fuego por circunstancias diversas. Al final, en el día a día sigue siendo esa persona que siempre ve lo que ocurre ante sus ojos con una visión marcada por la actualidad que la transforma en noticia, tiene que ponerle titular a todo, o a casi todo; hay, también, una especie de sexto sentido que le hace con frecuencia intuir lo que puede venir a continuación, fruto de empalmar pequeños elementos, frases, hechos aislados hasta dar forma a una hipótesis razonable que en algunos casos -no siempre, es verdad- se trasforman en tesis o, para decirlo más directamente, le lleva al siempre satisfactorio estadio de adentrarse en la futura noticia. El tiempo y el trabajo le van convirtiendo en ese intermediario capaz de trasladar al lector, oyente o espectador -da igual- la información que busca, la que le permite contar con más elementos que los que la rechazan para formarse una opinión, no la publicada, nio siquiera la pública, sino la personal.
Valga esta breve introducción como presentación de un nueva tribuna que permite a un periodista con treinta y tantos años de trabajo a sus espaldas mantener esa inquietud que le provoca la información, la opinión, la crónica y la crítica, géneros por suerte abordados en ese largo periodo. Dejar el frente de la publicación diaria no acaba con nada; al contrario, te da la oportunidad de acercarte a esa materia prima con la que has trabajado durante tanto tiempo con una perspectiva diferente. Ya no hay prisas, ni cortapisas, no están ya las presiones, ni las zancadillas, ni las traiciones, porque el examen del día siguiente ya no es un peaje de obligado paso. Ya no existen los pesados límites de la maqueta y la edición, lo que permite que te sea ajeno el rellenar por rellenar o dejarte la mitad de las ideas en el tintero por falta de espacio. Se abre, pues, una nueva etapa que, aunque con un escenario notablemente diferente, no deja de ser una continuación de una trayectoria. Y esa ilusionante marco es el que me propongo aprovechar para demostrar que, por muchas vueltas que de la vida, por mucho que la aceleración con que se mueve el mundo laboral para dar paso a los obligados relevos, la condición de periodista no se pierde al dejar de pertenecer a una plantilla, al jubilarse o prejubilarse. Sólo hace falta mantener viva la llama de la curiosidad, de la inquietud por lo que se está produciendo a tu alrededor, por los grandes titulares, pero también por esas pequeñas noticias que ocupan espacios menores y que, con un poco de atención, te ayudan a completar el puzzle de la información con mayúsculas, tener el oído atento en una conversación de bar, retener lo que se dice y lo que se deja de decir. Todo esto y mucho más, todo, afortunadamente, es aprovechable si se le sabe sacar alguna utilidad.
Esta aparentemente pretenciosa declaración de principios no es sino un modesto deseo de la voluntad de seguir cumpliendo con esa 'misión' que tú mismo te fijaste cuando descubriste lo que era ser periodista. Desde la reserva, un saludo compañeros de profesión. Seguiremos en contacto.