miércoles, 24 de junio de 2015

"No hemos entendido el mensaje"

El acuerdo mayoritario alcanzado el pasado lunes entre las fuerzas políticas que integran la Junta General del Principado no ha logrado acallar el debate en la calle sobre el montante de las retribuciones que diputados y grupos parlamentarios se han asignado. Los frágiles argumentos de que no se ha incrementado el presupuesto de la anterior legislatura a pesar de contar con un grupo más no han servido para paliar la indignación de que la primera decisión de sus señorías tras tomar posesión haya sido asegurarse unos emolumentos que colisionan abiertamente con la realidad económica y social de la comunidad autonóma.

Son muchos los argumentos que podrían enfrentarse a las palabras de los beneficiarios de tal decisión, pero quizá haya sido el portavoz de Podemos quien mejor haya desmontado en muy pocas palabras tan interesadas explicaciones. Si la propuesta del partido de Pablo Iglesias de situar en tres veces el salario mínimo interprofesional -algo más de 1.900 euros mensuales- es considerada un atentado a la "dignidad" de los parlamentarios autonómicos, su puesta en relación con lo que hoy en día es la cruda realidad de la política salarial en este país implicaría el reconocimiento de una clara injusticia en los topes establecidos legal y, sobre todo, prácticamente.

Aquellos que puedan seguirme saben que no simpatizo precisamente con el partido emergente de la izquierda ni consigo creerme sus postulados por mucho que lo intente. Lo cierto es que la argumentación de Emilio León, la manifieste él u otra persona cualquiera, es una realidad incontestable. Se me dirá que todo responde solamente a una actitd demagógica, que hay más de "postureo" que de verdad en tal posicionamiento. Todo lo que se quiera, pero los números son contundentes y la realidad, mucho más.

Lo que ha calado absolutamente en la ciudadanía -sólo hay que abrir los oídos y escuchar- es el hecho de que, cuando ha llegado la hora del cocido, todos -salvo Podemos- han arrimado el hombro para garantizarse otros cuatro años de pecunio sustancioso y seguro. Lo han hecho los de la "casta", pero también la "castilla". Unos, porque son demasiados años de profesionalización bien retribuida para renunciar ahora a cualquier cosa; otros, porque se han acostumbrado rápidamente y entienden la cacareada 'regenaración' según les cuelgue del bolsillo.

Decía hace mucho años un contrito Felipe González, después de haber cosechado un severo correctivo del electorado, aquello de "hemos entendido el mensaje", palabras luego remedadas por otros sucesores. No es el caso que nos ocupa. Por mucho que la desafección ciudadana les haga retroceder en su representación institucional, la mayoría de los cargos institucionales siguen silbando y mirando para otro lado mientras murmuran para sí mismos "no hemos entendido nada".

jueves, 18 de junio de 2015

Poderoso caballero

Poderoso caballero. Apenas transcurridas unas horas desde que los nuevos diputados autonómicos tomaran posesión de sus escaños les ha faltado tiempo a sus señorías para ponerse a trabajar. Y han empezado, como no, buscando la forma de ponerse de acuerdo sobre su pecunio y propiedades (leanse despachos y otras dependencias).

No sé si esa primera toma de contacto con la realidad ha pillado realmente desprevenidos a los nuevos inquilinos del palacio de la calle de Fruela, sobre todo a los representantes de Podemos. Yo creo que no. Seguro que en ningún momento imaginaron de veras que la otra "izquierda", la de ese binomio tan bien avenido que forman PSOE e IU, estaban dispuestos a asumir sus planteamientos programáticos respecto a sueldos, instalaciones y asesores. En cualquier caso, lo que ahora califican de "vergüenza" habría sido una sorpresa solamente para los de Pablo Iglesias. La crónica del debate sobre retribuciones está ahí para todo aquel que haya querido enterarse.

El argumento utilizado por los defensores del actual sistema es tan pobre como insostenible. Mantener el montante del presupuesto habilitado estos últimos años -siete millones de euros- como una forma de austeridad, dado que se repartirá entre seis grupos parlamentarios, en lugar de cinco como en la pasada legislatura, no por esperado resulta menos presentable.

Surgiran ahora de nuevo en el debate esos pomposos conceptos de la "dignidad" de la figura del diputado, de la "necesidad" de dotar de medios suficientes el trabajo de sus señorías. Fuegos de artificio para justitificar una vez más la profesionalización absoluta de la política institucional. Aparecerá también en el argumentario oficial la condición de electos de los parlamentarios, un subterfugio que sólamente tendría un sustento razonable si esas personas pudieran ser elegidas en listas abiertas y no, como ahora, en cotos cerrados donde los máximos dirigentes de cada fuerza política instalan a los más fieles y a aquellos que suponen que no les van a hacer ningún tipo de sombra o les van a traicionar. La "familia", vamos.

Aquellos que hemos consumido infinidad de horas en el desempeño de labores informativas en la Cámara sabemos bien del "trabajo" de tantos y tantos diputados que calientan el asiento y levantan la mano cuando su jefe de filas hace la indicación pertinente. Poco más. Un par de intervenciones en alguna comisión sirven, desgraciadamente, para justificar cuatro años de seguridad retributiva muy por encima de cualquier salario del 'ordinary people'.

Por eso, llegará el lunes y la mayor parte de sus señorías se encargarán de garantizarse el cocido -un cocido de guía michelín, eso sí- muy a pesar de los que se manifiestan partidarios de racionalizar las retribuciones. Y se hará porque, si los veteranos no están por la labor de aplicar recorte alguno a lo que ya tienen, hay algunos de los nuevos que han entendido muy bien cuál es el lugar al sol en el que deben ubicarse. Porque no nos engañemos, lo de la Mesa de la Junta General no era solamente una decisión coyuntural. Los de Ciudadanos, aquí, en Asturias, ya saben donde les interesa estar.

martes, 16 de junio de 2015

Pluralidad asimétrica

Me resulta realmente sonrojante escuchar a algunos de los protagonistas calificar de pluralista el resultado de la constitución de la Mesa de la Junta General del Principado de esta misma mañana. Y me produce ese efecto por más que pueda argumentarse que en cinco puestos hay otros tantos representantes de diferentes fuerzas políticas. Se me dirá que la culpa de todo la tuvo el Partido Popular con sus intransigencias y su voluntad de obviar un acuerdo generalizado según algunos de los planes esbozados en las reuniones preparatorias de días pasados. No es incierto. Pero tampoco lo es que aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid otras fuerzas políticas han arrimado el ascua a su sardina para lograr propósitos más acordes con los intereses particulares que con los generales.

Vayamos por partes. En primer lugar, la Presidencia.

El bastón de mando de la nueva Cámara volverá a llevarlo el socialista Pedro Sanjurjo, un todoterreno capaz de lograr cargo tras cargo con tal de evitar la vuelta a una actividad profesional previa. Me sorprende leer tantos y tantos halagos de su labor a lo largo de los últimos cuatro años, tanta loa a su experiencia y a su prudente carácter. Dudo mucho que pueda asimilarse, en este caso, a esos árbitros cuya calificación resalta por pasar desapercibidos a lo largo del encuentro.

En todo caso, no es a las condiciones personales del renovado presidente de la Junta General a las que quería referirme, sino, más bien, al hecho de que el cargo haya recaído precisamente sobre un representante socialista. Dando por hecho que Javier Fernández tiene muchas papeletas para repetir también como presidente del Principado, igual la actual fragmentación del Parlamento aconsejaba que al frente se situara un diputado de otra fuerza política. Quizás aquí el espíritu "renovador" de Podemos se ha echado en falta a la hora de buscar para la Cámara ese acuerdo que dicen explorar para la elección en unos días del primer mandatario de la autonomía.

Tampoco me parece ni medio normal que la cuarta fuerza política por representación se haya hecho con la Vicepresidencia Primera, aunque ya se sabe que esa especie domesticada hace años que es Izquierda Unida siempre se arregla para pescar algo a la sombra de sus 'patronos' socialistas. Cierto que estamos hablando de algo simbólico, dado que tal responsabilidad no es mayor que la de otros compañeros en la Mesa -exceptuando al presidente-, pero conceptualmente me parece un signo más de las alteraciones permanentes en que amenaza con convertirse la "nueva política".

Los que sí han enseñado ya la patita con claridad son los de Ciudadanos, capaces de apoyar a los socialistas a cambio de asegurarse esa última plaza -la secretaría segunda- que se disputaban con Foro Asturias Ciudadanos. Claro que tienen dentro a un buen maestro del malabarismo posibilista en la figura del ex UPyD Ignacio Prendes, que parece haberle cogido el gusto al escaño hasta el extremo de defenderlo con uñas y dientes. La 'versatilidad' de los emergentes de la derecha viene avalada por sus varipintos pactos a lo largo y ancho de las nuevas instituciones.

Los que sí se han quedado compuestos y sin novia son los dos partidos de la derecha. El Partido Popular, por jugar a sacar pecho sin tener detrás un número de votos suficientes, y los casquistas porque alguien tenía que perder y no disfrutan de grandes amistades en prácticamente ninguna parte (bueno, ya sabemos que en Gijón sí tienen a la Corriente Sindical de Izquierda, FSA dixit).

Al final, como ya ha ocurrido en otras parte, el concepto de pluralidad difiere bastante según quienes la enuncien. Aquí, en el Principado, me parece que ese gran concepto impuesto de poco tiempo para acá en la política, la geometría asimétrica, no hace sino descuadrar lo que se correspondería con la voluntad ciudadana expresada en las urnas. Pero de eso todavía no hemos visto la última.

viernes, 12 de junio de 2015

Las "catástrofes" que se avecinan

Faltan menos de veinticuatro horas para la constitución de las corporaciones municipales salidas de las urnas el día 24 del pasado mes de mayo y, salvo sorpresas de última hora -en esto de la política no hay que descartarlas hasta que el árbitro dé el pitido final-, la dirección de las mismas -las alcaldías- pueden tener resultados insospechados frente a tanta alegría derrochada en aquella noche electoral.

En primer lugar, porque estas tres semanas de tensión y negociaciones han confirmado que las reglas del juego han cambiado y que lo que era válido hasta hora ha dejado ya de serlo. En la ecuación institucional se ha introducido una nueva variable -y numéricamente muy relevante- que hace que los instrumentos de cálculo se muestren obsoletos. Ya no es sólo que haya que conjugar algunas siglas más que hasta la fecha, sino que los elementos nuevos no responden a las viejas operaciones básicas.

Desde aquella noche del 24 de mayo mucha agua ha pasado por debajo del puente de las institucionesy mucha tinta ha corrido por las páginas de los medios informativos. En aquellas horas, los dos partidos hasta entonces hegemónicos empezaron a sumar de acuerdo a sus conceptos bipartidistas y, ante sus respectivos fracasos de representación, conjugaron esa otra bipolaridad de la derecha y la izquierda. Ya me refería días atrás a ello y no voy a insistir ahora en estos planteamientos. Eran PSOE, Podemos e IU, por un lado, y PP y Ciudadanos, por otro (Foro, es esa rara avis con la que contamos los asturianos que nunca sabes de dónde viene ni hacia dónde va). Craso error, como la realidad se ha encargado de demostrar. Si acaso, podría decirse que el partido de Albert Rivera responde de alguna manera a los viejos conceptos, aunque empeñados en ubicarse en un centro en estos momentos absolutamente desatendido, capaz de apoyar a la candidata socialista en Andalucía o a la de los populares en Madrid, por citar dos de los grandes escenarios en liza.

Pero nada de esto vale para Podemos. Socialistas y ecocomunistas se las prometían muy felices con los que denominaron "frentes populares", capaces de teñir de rojo el hasta ahora mapa azul español. No contaban, como se ha demostrado, que el partido de Pablo Iglesias, que en cada sitio se presentaba con una denominación diferente, fruto de su peculiar estructura orgánica, estaba lejos de cualquier clasificación al uso y, en muchos casos, bien alejado de seguir consignas de carácter general, tanto del conjunto de esos "frentes de izquierda" como de su propia cúpula nacional, más preocupada de organizar de alguna manera ese marasmo de forma que no les alterase los planes para noviembre.

Con independencia de lo que ocurra mañana, lo más triste que los españoles hemos constatado en estas últimas semanas es que, lejos de adaptarse al nuevo escenario, los hasta ahora mayoritarios han tratado de imponer sus estilos a los recién llegados. Inició este guión el Partido Popular por boca de su candidata a la Alcaldía de Madrid. Esperanza Aguirre -a la que ya se le queda corto aquello del verso y es todo un "poema suelto"- lanzó la idea de "todos contra Podemos", sean quienes sean ese "todos". En esta ocasión se sumaron al coro de recitadores de tal lírica buena parte de sus correligionarios, incluidos algunos destacados dirigentes. No tuvo apenas eco en sus interlocutores.

Pero es que esa misma idea ha fructificado a continuación entre los socialistas, que han puesto en el frontispicio de su política de pactos el desalojo de sus viejos enemigos de las instituciones. Bien secundados por esa especie de monaguillos permanentes que son los dirigentes de Izquierda Unida, se lanzaron a la calle, a los medios de comunicación, crearon plataformas de esas de "intelectuales, artistas y profesionales" que tanto gustan a la vieja izquierda. Todo lo que sea para ganar alcaldías para los suyos, no tanto para la "izquierda". Pero volvieron a dar en hueso con esos "advenedizos" del de la coleta que van a su bola y que no quieren aupar con su voto a algunas alcaldías a señalados dirigentes de la "casta" contra la que precisamente se constituyeron en plataforma electoral. Cierto que se han adornado lo suyo con esa pantomima de consulta ciudadana que se descalifica por sí misma. En eso sí llevan razón sus fallidos "compañeros de viaje": la consulta fue el día 24 de mayo y la ciudadanía ya habló entonces y de la forma más directa.

Pero, al margen de esa floritura tan asamblearia, lo cierto es que Podemos -con sus distintas marcas locales- tiene todo el derecho a aspirar al bastón de mando para el que, aquí sí, les apoyaron millares y millares de personas en las urnas "oficiales". Parece que en unos cuantos municipios van a seguir esa pauta y no parece que vaya a desanimarles el que los mismos que les cortejaban hasta hace unas horas se empeñen ahora en descalificarles y culparles de empujar a las instituciones a una situación "catastrófica". La última perla la puso ayer el candidato socialista a la Alcaldía de Gijón, José María Pérez, al poner a Xixón Sí Puede ante su "responsabilidad" de poner al frente del Ayuntamiento a una "señora de Somió" (¿Dónde vive su jefe de filas, Javier Fernández, al que supongo que apoya ciegamente?) en vez de al "hijo de una limpiadora y un obrero". Lenguaje del siglo XIX, a fe mía.

En ciertos aspectos, estos políticos de PSOE e IU me recuerdan un poco a plantel técnico y directiva del equipo de fútbol de Girona, capaces de repartir toda clase de dudas enrrededor para un resultado que dependía solamente de ellos mismos y que no supieron defender en el campo.

Todavía quedan unas horas y es posible que tengamos que escuchar más afirmaciones de ese calibre. A fin de cuentas, sus colegas del PP llegaron a rememorar la "quema de conventos" y "la violación de monjas" ante el éxito electoral del partido de Pablo Iglesias. Todo lo que no pasa por ellos son "catástrofes".

¡Madre mía! Esto no tiene remedio.

miércoles, 3 de junio de 2015

¡Que se moje la casta!

A pesar de que, según me dicen, hemos sido casi vecinos durante muchos años, tuve el primer contacto con Emilio León, candidato de Podemos a la Presidencia del Principado, a través de la asistencia al mitin con el que la fuerza política que lidera Pablo Iglesias abrió la pasada campaña electoral en Gijón, compartiendo tribuna con Iñigo Errejón y Mario Suárez del Fueyo, entre otros. Y tengo que admitir que me produjo una grata impresión, con un discurso muy bien elaborado y medido, todo lo contrario que su compañero aspirante a la Alcaldía de la ciudad.

Ahora, en ese conglomerado libertario que sustenta a la fuerza política que tan buenos resultados obtuvo en las municipales y autonómicas, la entrevista que mi querido compañero Andrés Suárez publica hoy en el diario El Comercio ha supuesto un nuevo reconocimiento hacia las capacidades políticas de quien encabezó la lista regional de Podemos.

Y me gusta, ante todo, por lo que de avezado estratega y 'maquiavélico' hombre público representa su propuesta de ofrecer a Izquierda Unida, Ciudadanos y Foro Asturias "un gobierno de cambio" para Asturias. Se dirá -y con razón- que el plato que nos presenta León es de más que difícil digestión para quienes trabajan sobre parámetros conocidos. Y tienen razón. Hasta para las mentes más atrevidas resultará inimaginable conjugar a IU con el partido de Albert Rivera o a los casquistas con el propio Podemos. Hasta aquí, vale.

Pero resulta interesante contemplar el alcance de tan hipotética propuesta en el marco de la renovada constitución de la Junta General del Principado. Supongamos que los cuatro grupos políticos consiguen una plataforma de mínimos sobre una serie de cuestiones en las que existen más puntos de coincidencia de lo que pudiera parecer. Muy difícil, ya lo sé, pero supongámoslo. Ese marco dejaría desnudo al candidato socialista a la Presidencia de la comunidad. Pero también haría lo propio con la reconocida aspirante al mismo cargo por el Partido Popular. Fernández y Fernández ante la posibilidad de quedarse fuera de juego de una tacada. Eso o, como ya podemos imaginarnos, que recurran a la vieja técnica de los boxeadores sonados de apoyarse el uno en el otro para no irse a la lona. Una técnica que ya han ensayado con mejores cifras a su favor y que, de alguna manera, no les ha salido tan mal.

Esta es, a mi entender, la gran jugada de Emilio León; la de poner a los dos adversarios contra los que surgió el movimiento, y posterior partido, encabezado por Pablo Iglesias frente a sus carencias y obligarlos a descubrir sus miserias si quieren seguin en candelero. ¡Que se moje la casta! es el mensaje que parece estar mandándoles el candidato asturiano de Podemos.

lunes, 1 de junio de 2015

De la suma simple a ecuaciones diferenciales

Transcurrida una semana desde la celebración de las elecciones municipales y autonómicas muchos han sido los planteamientos que se han visto alterados desde aquella tumultuosa noche del 24 de mayo pasado. De las que en las antiguas escuelas llamábamos "las cuatro reglas" hemos pasado a las matemáticas superiores a la hora de calibrar las posibles vías para el logro de unos pactos capaces de hacer gobernables las nuevas instituciones. En las últimas horas de aquel domingo y las primeras del lunes siguiente apenas si pasábamos de las sumas y restas que hipotéticamente configuraban los bloques de derecha y de izquierda. Pero el discurrir de las horas ha dejado en evidencia el carácter simplista de aquellos análisis al poner sobre el tablero las verdaderas aspiraciones y estrategias de algunos de los protagonistas en este nuevo mapa político.

La faceta más evidente de este panorama real es la confirmación de que la formación política que ha consechado los mejores resultados -aunque quizá no los que esparaban sus dirigentes- rechaza el papel de comparsa en el arco de la izquierda y exige que se le otorgue el papel protagonista en muchos de los guiones que se están escribiendo de cara el próximo día 13 (en los ayuntamientos) y algunos días después (en las autonomías).

Tómese como ejemplo del Principado de Asturias, donde los socialistas, el partido más votado y con mayor número de diputados regionales, empezó a hacer sus cálculos recurriendo a la adición a los suyos de los parlamentarios de Podemos e Izquierda Unida para reclamar el Gobierno de la comunidad. Siguiendo la costumbre de legislaturas anteriores, Javier Fernández y los suyos plantearon este escenario como una parte de un acuerdo global donde incluía los principales municipios de la región. Pronto se dio cuenta que los métodos habituales no eran de aplicación en este momento. Como ya ocurriera en Andalucía, el partido de Pablo Iglesias no parece buscar un reparto de sillones y aquí, como allí, ha establecido unas 'líneas rojas' a partir de las cuales no entra al trapo. Se pasó, de esta manera, a lo que el presidente del Principado en funciones ha calificado como los peligros del "ansia" por pactar, rebajando la euforia de sus correligionarios, en muchos casos solamente orientados hacia el arrumbamiento del Partido Popular del control de las instituciones. Quizá no sea ajeno a este reciclaje el susodicho cambio por el que hemos pasado de las sumas y restas de hace siete días a las ecuaciones diferenciales de hoy.

Analicemos algunos datos de esta compleja operación. Partamos, de inicio, con la intención manifestada por el candidato de Podemos a la Presidencia de Principado, Emilio León, de someterse a la investidura. ¿Cuál sería la posición de Izquierda Unida? ¿Optar por el mal conocido de tantos años - el PSOE- o sumarse a quienes parecen ser sus más próximos ideológicamente hablando y con los que muchos han hablado y hablan de convergencia electoral en unas listas comunes? De darse esta segunda posibilidad, las dos fuerzas de la izquierda parlamentaria asturiana sumarían catorce sufragios, los mismos que el PSOE en solitario. Pero es que si la aspirante del PP, Mercedes Fernández también se presenta -como ha asegurado- y alcanza el apoyo de los tres diputados de Ciudadanos -a Foro, a priori, lo mantengo de 'outsider', como casi siempre- a los 11 de su partido el resultado daría idénticos guarismo a los de los otros dos 'bloques'. ¿Descabellado? No tanto, aunque en esto de la política resulta dícil establecer garantías.

Quedaría, claro está, la opción por la que la Federación Socialista Asturiana 'mataría', la de lograr el apoyo - aunque sea el pasivo de la abstención- de Podemos. Pero resulta que el partido de Iglesias, de Errejón o de Monedero -porque anda por ahí, no nos engañemos- ha madurado a la fuerza y retoca sus estrategias día a día para adaptarse a los tortuosos caminos institucionales.

El partido emergente de la calle tiene un grave dilema a la hora de avalar gobiernos del PSOE, toda vez que su origen está en la lucha contra esa denominada 'casta' que, al menos hasta hace unos días, abarcaba tanto al PP como a los socialistas de Pedro Sánchez, con el que -Pablo Iglesias dixit- "ya se puede hablar". La realidad es que, dada su estructura organizativa vertical, no se sabe muy bien como podrían responder las bases, los círculos, si sus dirigentes mantienen a uno de los partidos que alumbraron su aparición. Probablemente mal, por mucha rabia que le tengan a la derecha y al PP. No es pues de extrañar que su líder indiscutible siga valorando una decisión que puede ser muy relevante para esa gran cita en la que tiene puestos todos sus objetivos, la de las elecciones legislativas del otoño próximo.