viernes, 31 de enero de 2014

Falta de respeto al Parlamento

Resulta sorprendente la actitud mantenida ayer por el ex presidente del Principado Vicente Álvarez Areces en su comparecencia ante la comisión especial de la Junta General del Principado que investiga la gestión de los primeros años del Centro Niemeyer. Resulta sorprendente, en primer lugar, su negativa a responder a las preguntas formuladas por los diputados que integran la citada comisión, una postura que -por otra parte- ya habían mantenido los altos cargos de su Gobierno que le precedieron en la lista de llamados. Parece obvio que el ex mandatario autónomico dio esa consigna a sus directos colaboradores y, como una piña, así respondieron.  No estoy muy seguro de que tales directrices fueran compartidas por sus compañeros dirigentes de la Federación Socialista Asturiana y del Gobierno regional actual, si bien, en una estrategia realativamente lógica de nadar y guardar la ropa, tampoco hicieron nada por impedirlo.

Pero, si rechazable es el silencio de Areces y de los suyos ante la comisión de investigación del Niemeyer, mucha más lo son sus palabras a los integrantes de la misma, acusándoles de falta de legitimidad y calificando como tomadura de pelo el que haya sido reclamado a su presencia. Por si mismas, tales aseveraciones son suficientes para descalificar a quien las pronuncia, una persona que formó parte de esa Cámara durante doce años y que presidió el Ejecutivo autonómico durante idéntico periodo gracias a la mayoría de votos de sus integrantes. Se trata, sin duda, de una absoluta falta de respeto institucional impropia de un presidente del Principado, por mucho que el personaje haya llegado a creerse por encima incluso del cargo, una especie de mesías que convirtió el agua en vino y detrás de cuyo paso sólo ha quedado la desolación y el caos.

Por si fuera poco, el ex mandatario asturiano ha recurrido a esa práctica tan habitual de lo políticos profesionales de situar en el punto de mira al adversario -en este caso, seguramente sería preferible utilizar el término enemigo- en un intento vano de exculpar las responsabilidades propias. Areces ha aprovechado el listado de comparecencientes para afear la ausencia de quien le relevó en el cargo, el forista Francisco Álvarez-Cascos. "¿A nadie le interesa pedir responsabilidades a quien deliberadamente destruyó el proyecto?", espetó a los sorprendidos comisionados. También en este aspecto le faltó claridad a la hora de ordenar su discurso. En primer lugar, habría que recordar que el "proyecto" no ha sido destruido, sino reconducido, salvo que el hoy senador considere que toda la basura que ha salido a la luz hasta la fecha de la etapa en la que los destinos del centro cultural los dirigió su protegido Natalio Grueso forma parte del "proyecto".

Puede que Cascos no fuera capaz de reconducir el cierre de la etapa oscura del Niemeyer, pero, desde luego, no es precisamente eso lo que está investigando la comisión especial del Parlamento, sino las presuntas tropelías económicas cometidas por sus responsables iniciales y la tolerancia con la que Areces y su Ejecutivo, con la colaboración necesaria del Ayuntamiento de Avilés, también de color socialista, permitieron que el equipo de Grueso despilfarara a manos llenas los fondos que se le concedían sin aparente control.

No, señor Areces, no se está juzgando la existencia del moderno centro cultural avilesino, sino la gestión que, durante los años en que usted era presidente, ha dado suficientes motivos para que el propio Principado, que gobiernan sus compañeros de nuevo, para denunciarla ante los tribunales.

Da la impresión el senador socialista de que nunca se ha creído que tuviera que abandonar realmente la Presidencia del Principado, y no por la fuerza de los votos de sus adversarios, sino por haber sido previamente descabalgado de una nueva opción de repetir por su propio partido. Es el proverbial 'faraonismo' de tan veterano político el que le lleva a unos posicionamientos impropios sobre lo que califica de falta de respeto hacia su persona. Más bien al contrario.;su altanería y su verbo agresivo, esos sí son una auténtica falta de respeto al Parlamento.

jueves, 30 de enero de 2014

Nueva etapa, nuevo estilo

Las previsiones se cumplieron y Pedro Luis Fernández resultó ayer elegido presidente de la Federación Asturiana de Empresarios tras una larguísima asamblea que puso de manifiesto que ésta es una práctica en la que la patronal no está muy curtida, por mucho que, el menos en teoría, su régimen interno responda a directrices netamente democráticas. Y no está muy curtida porque esto del asamblearismo es cosa de sus oponentes, los sindicatos, y también porque algunas prácticas, como dicen de andar en bicicleta, no se olvidan pero se pierden habilidades.

A pesar de que en eso de la publicidad los empresarios son más que discretos, todas las quinielas apuntaban a que el presidente de GAM, empresa de maquinaria que cotiza en Bolsa, era una apuesta segura. Pero los 47 votos de diferencia en los que superó finalmente al otro candidato, Bernardo Villazán, mostraron a las claras que no todo el pescado estaba vendido, como se vaticinaba, sino que el relevo de Severino García Vigón se iba a vender caro y requería del máximo esfuerzo de quienes aspiraban a ocupar su plaza.

Aludía antes al secretismo mediático con el que trabajan los patrones y de él da fe la escasez de informaciones recogidas en los últimos días, más allá de las ya aludidas predicciones genetralizadas sobre la persona electa. Se jugaban mucho ambos candidatos y sus respectivos equipos trabajaron en la sombra para arañar apoyos en una elección en la que se presumía una participación muy amplia, como así fue finalmente.

Al final, ganó aquel que contaba con equipos duchos en este tipo de 'recolección', gente con experiencia en la contabilidad electoral capaces de trabajar cada 'huerto' con potencialidad de aportar su materia prima a la cosecha definitiva; el mismo equipo básico que inició la campaña para descabalgar al anterior presidente, aunque en aquella ocasión la tarea resultó ardua y se prolongó bastante más allá de lo previsto inicialmente. Claro que no es lo mismo echar a quien ocupa el poder en ese momento que construir la imagen precisa de uno nuevo y llevarle a la cima. Y García Vigón, como es sabido, no dio facilidad alguna. Más bien al contrario. Se aferró al cargo con vehemencia apoyado por grupos afines y por un pequeño empresariado más complicado de controlar uno a uno que los votos de las grandes firmas. Pero el desgaste fur muy grande y el anterior patrón de patrones se vio obligado hace unos meses a presentar, esta vez de forma definitiva, la renuncia.

Había el convencimiento de que con Severino García Vigón finalizaba una etapa -una larga etapa- de la FADE, y así lo dan a entender los resultados de ayer. Fundamentalmente, por el pluralismo que implican dos candidaturas bastante equilibradas -el susodicho se presentó casi siempre sin oponentes- y por los talantes del ganador y de su contricante. Todo apunta a que ese corto margen de apoyos, en contra de lo que podría pensarse, no va a tener traducción en riesgo alguno de ruptura. Todo lo contrario de los últimos meses de gestión del anterior mandatario, una etapa de enfrentamientos internos inédita en la historia de la patronal asturiana.

Tanto Fernández como Villazán dieron muestras ayer, tras conocer los resultados, de conciliación y de mutua confianza en que ambos, y quienes les apoyaron, remarán en la misma dirección para defender los intereses del sector que representan. Es verdad que es lo que suele decirse en estos casos, pero -aunque queda reseñada la impermeabilidad de este grupo social- nada hace prever que tales voluntades sean más que una cortina de humno para esconder resentimientos o ansias de venganza.

Severino García Vigón, en su largísima etapa al frente de la FADE, ha tenido más luces que sombras, y ello a pesar de ese borrón final que se hubiera hecho innecesario de estar bien asesorado. Sin embargo, su figura, incluso su estilo, parecían amortizados. Ahora se abre un nuevo periodo y solamente hay que desear a su sustituto que sea capaz de llevar el bastón de mando de la organización con prudencia y templanza. De ello va a depender el futuro de la misma.

miércoles, 29 de enero de 2014

Mariano tiene que dejar de ser Rajoy

Soplan malos vientos para el Partido Popular. Y no es porque lo digan la mayor parte de los medios de comunicación. Las pruebas fehacientes de que hay problemas son las palabras y los hechos de sus propios dirigentes, algo que en las últimas fechas ha crecido como una bola de nieve a raíz de los 'portazos' de algunas de los más relevantes figuras de la historia de los conservadores.

A priori, habría que empezar por reseñar que el imparable crecimiento de la primera fuerza política del Estado en los últimos años -como ha ocurrido con otras formaciones- lleva implícita la configuración de una amalgama de ideas y proyectos difíciles de encuadrar en un programa único. En la cantidad está el problema, podría decirse.

Y es que el Partido Popular, desde su despegue con el acceso al timón de mando de José María Aznar, ha ampliado sus filas con amplios sectores del centro sociológico, pero también ha acogido los rescoldos aún llameantes de la extrema derecha española. En lo que a la militancia se refiere parece claro; pero lo es aún más en lo que supone la base social que fue capaz de conducir a esa fuerza política a la mayoría más amplia de la historia de la democracia.

Desde la llegada de Mariano Rajoy a la Presidencia del PP, el actual líder ha hecho valer su carácter indefinido, su estilo reservón, su apuesta por el "laissez faire, laissez passer" -esa imagen que ha recogido como nadie en sus viñetas el humorista gráfico Peridis- con un evidente éxito, envolviéndose en la bandera del silencio o el aplazamiento de la resolución de conflictos como marca propia, actitud que, en líneas generales, le ha reportado notables resultados.

Sin embargo, el tiempo es incapaz de detenerse nunca y el mandatario popular, sin perder su estilo, ha tenido que empezar a abordar asuntos relevantes y lo ha hecho con ese impulso suyo de tratar de contentar a todos, algo que -se sabe- es completamente imposible. Analizando someramente sus políticas y las de su Gobierno no creo exagerar si afirmo que, en ese ten con ten con las diferentes 'sensibilidades' de su crecido partido, ha optado por contemporizar con los sectores más reaccionarios de su dirección, de su militancia y -hay que decirlo- de su presumible base social. Pero no son esos sectores precisamente fáciles de contentar. Y es por ese agujero por el que se le están yendo las aguas al presidente popular en estos momentos. Nada que ver con las moderadas protestas de grupos y personas más 'centradas' que se han soliviantado por los contenidos de la reforma de la ley del aborto impulsada por Alberto Ruiz-Gallardón.

Rajoy es consciente de la diversidad de sus huestes y, ante la previsión de mayores enfrentamientos, había organizado para este fin de semana una convención orientada a poner firmes a todos y cerrar filas sobre la base de las actuales mayorías que garantizan los gobiernos. Pero no es el mandatario popular hombre de precisas visiones de futuro; y por eso ha tenido que ver como en las últimas horas se le acumulaban los problemas con dimisiones, renuncias y desplantes capaces de desmontarle toda la parafernalia de la reunión de Valladolid, a buen seguro presidida desde ahora por la "ruptura" del ala más dura del partido. El anuncio de que Aznar no estará presente en la capital pucelana al decantarse por una de esas giras internacionales que tanto gustan a nuestros ex mandatarios, la noticia -digo- ha puesto la guinda en ese pastel envenenado que le han preparado a Rajoy sus antiguos amigos y compañeros de equipos de dirección.

Más allá de las explicaciones oficiales sobre la incomparecencia del presidente de honor, sobre la espantada de Jaime Mayor Oreja o la entrega del carné por parte de Aleix Vidal-Quadras, para irse a una nueva formación política, está la constancia de que el estilo Rajoy no gusta en sectores del partido, si no mayoritarios, sí todavía muy relevantes en el espectro político interno.

Al actual líder del PP se le ha acabado el tiempo de esperar postrado relajadamente a que sus enemigos se desmoronasen por sí mismos, como hizo en los últimos años de la Presidencia del socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Las responsabilidades propias ya no se pueden achacar a los demás. Algunos de sus compañeros, incluidos los asturianos, estiman que ha llegado la hora de coger al toro por los cuernos y definir con precisión las líneas ideológicas y políticas del partido para afrontar la última parte de la legislatura con un basamento estable, tanto a nivel interno como en el conjunto del electorado, para afrontar los comicios próximos con garantías de éxito. En definitiva, le están diciendo a Mariano que tiene que dejar de ser Rajoy.

miércoles, 22 de enero de 2014

Negociación

Desde hace unos meses pertenezco a un par de grupo de internautas cuyos objetivos están orientados a mejorar la forma de hablar y escribir que habitualmente utilizamos, de forma muy especial los que nos dedicamos a la comunicación. Leemos con frecuencia titulares e informaciones en los que abundan las incorrecciones gramaticales, cuando no las faltas de ortografía. Y todo ello en la era de los supercontroles, tanto humanos como tecnológicos, implantados en los diferentes medios de comunicación.

Admitido ese déficit profesional, tengo que decir que quienes peor tratan el lenguaje no son los periodistas, los administrativos, ni siquiera los tenderos, sino eso que generalmente damos en llamar clase política. El deterioro al que han sometido la palabra sus integrantes, muy especialmente en los últimos años, es mucho más dañina que un error garrafal en un artículo de opinión, toda vez que el mal uso responde casi siempre a una perversión intencionada de los significados orientada bien a despistar al receptor de sus mensajes con camuflajes torticeros, bien a encubrir sus verdaderas intenciones con auténticas mentiras.

Valga este largo preámbulo para centrar mi crítica en un aspecto más (sólo uno de ellos) de la realidad que ha presidido la terminología política en los últimos meses en Asturias. Me refiero muy específicamente a una palabra, negociación, de la que los unos y los otros han abusado, la han prostituido hasta la vejación, en un intento de mostrar un talante dialogante  del que la gran mayoría carecen realmente.

Negociar o dialogar son verbos que conllevan una voluntad de alcanzar un punto de encuentro con la otra (s) parte (s) y la asunción de un proceso en el que los intervinientes están dispuestos a ceder en algo (poco o mucho) para lograr a cambio algunos de sus objetivos (más o menos).

Pues bien, ésta es una actitud obligada a la que no han respondido la gran mayoría de los representantes institucionales de las distintas administraciones públicas asturianas a la hora de afrontar, por ejemplo, algo tan relevante como ha sido la búsqueda de un acuerdo para la aprobación de los distintos presupuestos para el año en curso, tanto en el Principado como en gran parte de los grandes ayuntamientos.

Desde que se inició tal proceso, hemos escuchado hasta la saciedad la disposición de los mandatarios de la izquierda y de la derecha a negociar sin premisas, a buscar el acuerdo con los demás "con todas sus fuerzas", a hacer del diálogo la principal herramienta para superar las diferencias.

La realidad es otra bien diferente. Los que gobiernan, porque se sienten investidos con la "responsabilidad" de imponer sus criterios para el bien común y quienes actúan desde la oposición, porque quieren hacer valer la utilidad de sus votos, aunque sean minoritarios, para hacer lo propio. Todos dicen buscar lo mismo pero muy pocos transitan los caminos comunes capaces de llevarnos a esa meta.

Desgraciadamente, la clase política se gana a diario el desprestigio del que goza en la sociedad asturiana, y española. Sus palabras no se corresponden con la realidad; y no se corresponden tan descaradamente que quedan 'desnudos' ante la mayoría de sus conciudadanos. Mientras la mentira subyazca como seña de identidad detrás de los discursos de nuestros representantes políticos, difícil será que éstos puedan recuperar la confianza de los votantes.

sábado, 18 de enero de 2014

Meterse en todos los charcos sin el calzado adecuado

Probablemente todos mis hipotéticos lectores ya sabrán a estas alturas que una edil del Partido Popular en el Ayuntamientyo de Avilés se ausentó ayer de la sesión plenaria justo en el momento en el que se debatía y votaba una moción presentada por el grupo socialista exigiendo la retirada del anteproyecto de nueva ley del aborto que capitanea con actitud teocrática el actual titular de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón.

Cristina Carnero es el nombre de la concejala que no ha dudado en manifestar su rechazo a la citada normativa que prepara el Gobierno de su propio partido. No conozco su actividad en el Consistorio, si es especialmente activa o si calienta asiento, aunque estoy seguro de que, a partir de ahora, va ser reconocida en todas partes por su gallardía a la hora de afrontar un problema que muchos de sus compañeros escurren para mantenerse en el redil que, en muchas ocasiones, representa la seguridad de conservar el "puestín".

Cristina Carnero, esa es la realidad, ha puesto rostro a amplios sectores del PP y de la derecha social que entienden que el partido al que pertenecen ha venido, desde que ganó las últimas elecciones legislativas, tirando de la cuerda atendiendo exclusivamente la influencia de sectores que, si están en la base sociológica de la organización política, jamás representarán la amplia mayoría de sufragios alcanzados en 2011. El Ejecutivo que preside Mariano Rajoy lleva ya dos años poniendo de manifiesto que está muy lejos de la mayor parte de los millones de españoles que le aupó a contar con la mayor acumulación de poder de la historia de la democracia. Lejos de cualquier tipo de sensibilidad social, escuchan a los altos ejecutivos financieros, a los prebostes de la patronal o al sector más rancio de la Conferencia Episcopal Española, para darles gusto, mientras trata de engañar a sus votantes con el único señuelo de la crisis y la promesa de su fin a través de una imaginaria reactivación que el ciudadano no acaba de ver.

Como queda reseñado, creo que el actual Gobierno del PP no solamente no ha sido capaz de devolver la confianza a los españoles (que nos ciscamos en las palmaditas de un Obama profesoral felicitando a un buen alumno que le importa un pimiento), sino que ha optado por introducirse en jardines ajenos y pisotearlos hasta su desertización en una actitud rayana en lo vandálico. No debería ser para los populares la reforma del aborto prioritaria; ni por su idoneidad (a todas luces innecesaria en este momento), ni, incluso, desde un punto de vista exclusivamente egoista, en atención a la previsible sangría de votos suplementaria a la ya cosechada con anteriores errores.

Pero monseñor Rouco (hasta que le retire de una vez el Papa Francisco) todavía sigue teniendo una gran ascendencia 'espiritual' sobre un ministro 'meapilas' que engañó a millares de españoles con su faz virtual de representante de la 'derecha progresista' durante muchos años.

La edil avilesina, como decía más arriba, ha puesto cara al rechazo interno al anteproyecto de reforma de la ley del aborto, como antes lo han hecho otros compañeros con cargos institucionales en diferentes puntos del Estado español. ¡Y los que no se atreven a abrir la boca!. Claro que siempre habrá mucho militante disciplinado capaz no solamente de no criticar la iniciativa, sino de alabarla; hasta de calificarla de "progresista", como una irreductible Mercedes Fernández que ha hecho seña de identidad de decir sí a todo lo que venga de Génova y de Mariano, aunque no siempre comulgue con ello (la historia está ahí para corroborarlo). Su fuerte sentido de la 'disciplina' es la que le ha llevado a mantenerse siempre como profesional de la política.

Cristina Carnero, como antes José Antonio Monago, Cristina Cifuentes, Rosa Valdeón, Borja Semper y unos cuantos más, han expresado su opinión contraria a las líneas maestras de la 'Ley Gallardón'  poniendo ante los ojos de éste y de sus compñaeros del Gobierno que, en contra de lo que puedan pensar, no está en sintonía con el sentir de una amplísima base social, y no precisamente de la izquierda ideológica. Ellos y muchos más tratan de hacer ver al Gobierno que deben tener presente quién les ha llevado al lugar que ocupan y evitar esa cada vez más extendida costumbre de meterse en todos los charcos del camino sin disponer del calzado adecuado.

jueves, 9 de enero de 2014

Los problemas gijoneses de 'Cherines'

Como en el famoso juego del sudoku, en la búsqueda de soluciones para sacar adelante los presupuestos municipales de los principales núcleos poblacionales asturianos el de Gijón se ha convertido en uno de los catalogados como de nivel difícil (experto, cabría decir). Parecía que en esta categoría la palma se la iba a llevar el Ayuntamiento de Oviedo que, sorpresivamente -es verdad-, se resolvió antes y mejor que el de cualquiera de sus vecinos. En otros, como es el caso de Avilés, se recurrió a la vieja fórmula de buscar el resultado a pie de página y vuelto del revés, lo que se traduce en el recurso a la moción de confianza planteada por la alcaldesa, Pilar Varela, en el convencimiento de que la variopinta oposición difícilmente podría ponerse de acuerdo en una figura común alternativa para desalojarla del sillón presidencial del Consistorio.

En la villa de Jovellanos esa parecía ser la salida ante las reticencias del Partido Popular a apoyar el proyecto de Cuentas del equipo que capitanea Carmen Moriyón. Pero ésta decidió agotar al máximo las posibilidades de entendimiento con la fuerza política que le permitió acceder al gobierno municipal; y se sobrepasó el plazo del cambio de año en un tira y afloja en el que unas veces el acuerdo se mostraba inalcanzable mientras que en otras aparecía en el horizonte como un objetivo asequible. En uno de estos momentos de luz se iniciaron, ya en el presente año, negociaciones formales orientadas a alcanzar el deseado punto de encuentro.

Pero ahora hemos sabido que días antes de que la presidenta de la gestora que dirige los destinos del PP gijonés se reuniera con el equipo de Foro Asturias ya contaba en su poder con una circular interna de la dirección regional en la que se le ordenaba explícitamente "no facilitar ni apoyar la aprobación de presupuestos municipales presentados por gobiernos de otras formaciones políticas". Curiosos argumentos para iniciar una negociación, cabría decir. ¿Para qué entonces? ¡Qué pérdida de tiempo!

Los planteamientos del PP en Gijón no son más que un reflejo de la esquizofrenia a la que se ve sometida su 'lideresa' regional desde que accedió a tal condición. A Mercedes Fernández le resultó relativamente fácil el ascenso desde el ostracismo de varios años en la Sindicatura de Cuentas hasta la acumulación en sus manos de todo el poder de la organización territorial de su partido. Fue fácil porque Rajoy lo quiso; y porque lo impuso a una renuente dirección regional a la que ponía cara un impotente Ovidio Sánchez y cuerpo, el entonces alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo. Lo que no le dijo el presidente nacional a su pupila fue las dificultades con que se iba a encontrar a la hora de hacer cuentas para compaginar los números de la izquierda institucional y de la "otra" derecha, la que representaba el emergente partido de Francisco Álvarez-Cascos. El tiempo se encargo de poner la cruda realidad ante sus ojos.

En Gijón, 'Cherines' se ha encontrado con un partido quebrado que intentó recomponer 'cargándose' a la anterior presidenta local, Pilar Fernández Pardo. El recurso a una comisión gestora controlada por una persona de su confianza, Ángeles Fernández-Ahúja, pretendía ser solamente el primer paso para recomponer la organización. La prolongación de esa interinidad mes tras mes, semestre tras semestre, ha demostrado que la 'lideresa' no está ni medianamente segura del éxito de su empresa.

El otro gran problema de Mercedes Fernández era recuperar el pulso en el Ayuntamiento local. Acabar con la imagen de muleta del equipo de Foro que algunos atribuían a su partido era la meta, pero cosa bien diferente fue el camino. Quizá unas elecciones podrían haber remarcado las diferencias, pero eso no entraba dentro de sus atribuciones. Así las cosas, la retirada del apoyo al partido de su antiguo mentor conllevaría facilitar la vuelta de los socialistas al poder, toda vez que sus opciones de lograr la alcaldía con cinco ediles eras remotas, por no decir imposibles. De Guatemala a Guatepeor.

Con este panorama fue tirando a trancas y barrancas el grupo municipal popular hasta ahora. Pero, al igual que le ocurrió al PSOE con sus socios en el Gobierno regional, parece haber llegado la hora de desmarcarse, alcanzados casi los dos tercios del mandato y en esa 'hoja de ruta' se enmarca la orden expresa dada a  Fernández-Ahúja para negar el apoyo al proyecto presupuestario de Carmen Moriyón. No permitir la aprobación de las Cuentas de Foro, a priori, no significa derribar al gobierno municipal y, por contra, delimita ya con precisión quién es quién en esa feroz batalla que se vaticiná para el año próximo entre los dos grupos de la derecha gijonesa.

El tercer problema, el más complejo, al que se enfrenta 'Cherines' es el modo en que va a reaccionar el electorado gijonés a lo que han sido sus imprecisas maniobras del "sí, pero no" para con sus rivales de la derecha; los externos sí, pero también los internos, ya que la incapacidad para dar una imagen de estabilidad a la organización local de su partido a través de un congreso no son sino un claro reflejo de que tampoco 'en casa' ve las cosas muy claras.