Soplan malos vientos para el Partido Popular. Y no es porque lo digan la mayor parte de los medios de comunicación. Las pruebas fehacientes de que hay problemas son las palabras y los hechos de sus propios dirigentes, algo que en las últimas fechas ha crecido como una bola de nieve a raíz de los 'portazos' de algunas de los más relevantes figuras de la historia de los conservadores.
A priori, habría que empezar por reseñar que el imparable crecimiento de la primera fuerza política del Estado en los últimos años -como ha ocurrido con otras formaciones- lleva implícita la configuración de una amalgama de ideas y proyectos difíciles de encuadrar en un programa único. En la cantidad está el problema, podría decirse.
Y es que el Partido Popular, desde su despegue con el acceso al timón de mando de José María Aznar, ha ampliado sus filas con amplios sectores del centro sociológico, pero también ha acogido los rescoldos aún llameantes de la extrema derecha española. En lo que a la militancia se refiere parece claro; pero lo es aún más en lo que supone la base social que fue capaz de conducir a esa fuerza política a la mayoría más amplia de la historia de la democracia.
Desde la llegada de Mariano Rajoy a la Presidencia del PP, el actual líder ha hecho valer su carácter indefinido, su estilo reservón, su apuesta por el "laissez faire, laissez passer" -esa imagen que ha recogido como nadie en sus viñetas el humorista gráfico Peridis- con un evidente éxito, envolviéndose en la bandera del silencio o el aplazamiento de la resolución de conflictos como marca propia, actitud que, en líneas generales, le ha reportado notables resultados.
Sin embargo, el tiempo es incapaz de detenerse nunca y el mandatario popular, sin perder su estilo, ha tenido que empezar a abordar asuntos relevantes y lo ha hecho con ese impulso suyo de tratar de contentar a todos, algo que -se sabe- es completamente imposible. Analizando someramente sus políticas y las de su Gobierno no creo exagerar si afirmo que, en ese ten con ten con las diferentes 'sensibilidades' de su crecido partido, ha optado por contemporizar con los sectores más reaccionarios de su dirección, de su militancia y -hay que decirlo- de su presumible base social. Pero no son esos sectores precisamente fáciles de contentar. Y es por ese agujero por el que se le están yendo las aguas al presidente popular en estos momentos. Nada que ver con las moderadas protestas de grupos y personas más 'centradas' que se han soliviantado por los contenidos de la reforma de la ley del aborto impulsada por Alberto Ruiz-Gallardón.
Rajoy es consciente de la diversidad de sus huestes y, ante la previsión de mayores enfrentamientos, había organizado para este fin de semana una convención orientada a poner firmes a todos y cerrar filas sobre la base de las actuales mayorías que garantizan los gobiernos. Pero no es el mandatario popular hombre de precisas visiones de futuro; y por eso ha tenido que ver como en las últimas horas se le acumulaban los problemas con dimisiones, renuncias y desplantes capaces de desmontarle toda la parafernalia de la reunión de Valladolid, a buen seguro presidida desde ahora por la "ruptura" del ala más dura del partido. El anuncio de que Aznar no estará presente en la capital pucelana al decantarse por una de esas giras internacionales que tanto gustan a nuestros ex mandatarios, la noticia -digo- ha puesto la guinda en ese pastel envenenado que le han preparado a Rajoy sus antiguos amigos y compañeros de equipos de dirección.
Más allá de las explicaciones oficiales sobre la incomparecencia del presidente de honor, sobre la espantada de Jaime Mayor Oreja o la entrega del carné por parte de Aleix Vidal-Quadras, para irse a una nueva formación política, está la constancia de que el estilo Rajoy no gusta en sectores del partido, si no mayoritarios, sí todavía muy relevantes en el espectro político interno.
Al actual líder del PP se le ha acabado el tiempo de esperar postrado relajadamente a que sus enemigos se desmoronasen por sí mismos, como hizo en los últimos años de la Presidencia del socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Las responsabilidades propias ya no se pueden achacar a los demás. Algunos de sus compañeros, incluidos los asturianos, estiman que ha llegado la hora de coger al toro por los cuernos y definir con precisión las líneas ideológicas y políticas del partido para afrontar la última parte de la legislatura con un basamento estable, tanto a nivel interno como en el conjunto del electorado, para afrontar los comicios próximos con garantías de éxito. En definitiva, le están diciendo a Mariano que tiene que dejar de ser Rajoy.
Creo que lo que planteas es como pedir peras al olmo, Marcelino. Considero a Mariano&Rajoy como algo (me encaja mejor que alguien) indivisible y difícilmente moldeable. Que se lo pregunten a Arriola, que a duras penas ha conseguido mejorar su imagen pública; no así sus tics y su acusada tendencia a la evasión, tan evidentes cuando se pone a la defensiva, o a la gallega, que viene a ser parecido y que es algo consustancial con nuestro personaje.
ResponderEliminarLos descosidos que está experimentando el PP me parecen lógicos por los fenómenos que señalas. Sólo espero que ese deterioro interno tenga repercusión en próximas convocatorias electorales. Fundamentalmente porque a todo lo anterior habría que añadir el efecto desgaste de un Gobierno que incumple sus promesas y recorta derechos sociales, y que no aborda con transparencia y colaboración con la justicia los casos internos de corrupción. Pero sobre todo por la necesidad perentoria de corregir una sobrerrepresentación absolutamente desproporcionada.
Lo que no acabo de ver es la hipotética demanda de los "compañeros asturianos" (cara de mus). Por aquí lo que se estila es un supino servilismo partidario.