Probablemente todos mis hipotéticos lectores ya sabrán a estas alturas que una edil del Partido Popular en el Ayuntamientyo de Avilés se ausentó ayer de la sesión plenaria justo en el momento en el que se debatía y votaba una moción presentada por el grupo socialista exigiendo la retirada del anteproyecto de nueva ley del aborto que capitanea con actitud teocrática el actual titular de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón.
Cristina Carnero es el nombre de la concejala que no ha dudado en manifestar su rechazo a la citada normativa que prepara el Gobierno de su propio partido. No conozco su actividad en el Consistorio, si es especialmente activa o si calienta asiento, aunque estoy seguro de que, a partir de ahora, va ser reconocida en todas partes por su gallardía a la hora de afrontar un problema que muchos de sus compañeros escurren para mantenerse en el redil que, en muchas ocasiones, representa la seguridad de conservar el "puestín".
Cristina Carnero, esa es la realidad, ha puesto rostro a amplios sectores del PP y de la derecha social que entienden que el partido al que pertenecen ha venido, desde que ganó las últimas elecciones legislativas, tirando de la cuerda atendiendo exclusivamente la influencia de sectores que, si están en la base sociológica de la organización política, jamás representarán la amplia mayoría de sufragios alcanzados en 2011. El Ejecutivo que preside Mariano Rajoy lleva ya dos años poniendo de manifiesto que está muy lejos de la mayor parte de los millones de españoles que le aupó a contar con la mayor acumulación de poder de la historia de la democracia. Lejos de cualquier tipo de sensibilidad social, escuchan a los altos ejecutivos financieros, a los prebostes de la patronal o al sector más rancio de la Conferencia Episcopal Española, para darles gusto, mientras trata de engañar a sus votantes con el único señuelo de la crisis y la promesa de su fin a través de una imaginaria reactivación que el ciudadano no acaba de ver.
Como queda reseñado, creo que el actual Gobierno del PP no solamente no ha sido capaz de devolver la confianza a los españoles (que nos ciscamos en las palmaditas de un Obama profesoral felicitando a un buen alumno que le importa un pimiento), sino que ha optado por introducirse en jardines ajenos y pisotearlos hasta su desertización en una actitud rayana en lo vandálico. No debería ser para los populares la reforma del aborto prioritaria; ni por su idoneidad (a todas luces innecesaria en este momento), ni, incluso, desde un punto de vista exclusivamente egoista, en atención a la previsible sangría de votos suplementaria a la ya cosechada con anteriores errores.
Pero monseñor Rouco (hasta que le retire de una vez el Papa Francisco) todavía sigue teniendo una gran ascendencia 'espiritual' sobre un ministro 'meapilas' que engañó a millares de españoles con su faz virtual de representante de la 'derecha progresista' durante muchos años.
La edil avilesina, como decía más arriba, ha puesto cara al rechazo interno al anteproyecto de reforma de la ley del aborto, como antes lo han hecho otros compañeros con cargos institucionales en diferentes puntos del Estado español. ¡Y los que no se atreven a abrir la boca!. Claro que siempre habrá mucho militante disciplinado capaz no solamente de no criticar la iniciativa, sino de alabarla; hasta de calificarla de "progresista", como una irreductible Mercedes Fernández que ha hecho seña de identidad de decir sí a todo lo que venga de Génova y de Mariano, aunque no siempre comulgue con ello (la historia está ahí para corroborarlo). Su fuerte sentido de la 'disciplina' es la que le ha llevado a mantenerse siempre como profesional de la política.
Cristina Carnero, como antes José Antonio Monago, Cristina Cifuentes, Rosa Valdeón, Borja Semper y unos cuantos más, han expresado su opinión contraria a las líneas maestras de la 'Ley Gallardón' poniendo ante los ojos de éste y de sus compñaeros del Gobierno que, en contra de lo que puedan pensar, no está en sintonía con el sentir de una amplísima base social, y no precisamente de la izquierda ideológica. Ellos y muchos más tratan de hacer ver al Gobierno que deben tener presente quién les ha llevado al lugar que ocupan y evitar esa cada vez más extendida costumbre de meterse en todos los charcos del camino sin disponer del calzado adecuado.
La cuestión puede estar, no sólo en la elección del calzado adecuado, sino en discernir si sólo se trata de charcos o, por el contrario, pozas con fondo desconocido y dolorosas consecuencias.
ResponderEliminarEl PP, obnubilado y espoleado por su desproporcionada mayoría absoluta, parece determinado a ejecutar toda una reforma ideológica, inspirada por una Conferencia Episcopal decimonónica y por los más rancios recovecos del conservadurismo. Se trata de la guinda con la que pretenden "coronar" su tarta de recortes, mentiras e incumplimientos.
Pero, aunque son conscientes del desengaño, del descontento, incluso de la repulsión y la ira que provocan en la ciudadanía, tratan de acallar las disidencias internas para completar su "limpieza".
Esta afrenta no puede durar mucho (¡espero!), aunque en este momento no se vislumbre una alternativa ilusionante.