Poderoso caballero. Apenas transcurridas unas horas desde que los nuevos diputados autonómicos tomaran posesión de sus escaños les ha faltado tiempo a sus señorías para ponerse a trabajar. Y han empezado, como no, buscando la forma de ponerse de acuerdo sobre su pecunio y propiedades (leanse despachos y otras dependencias).
No sé si esa primera toma de contacto con la realidad ha pillado realmente desprevenidos a los nuevos inquilinos del palacio de la calle de Fruela, sobre todo a los representantes de Podemos. Yo creo que no. Seguro que en ningún momento imaginaron de veras que la otra "izquierda", la de ese binomio tan bien avenido que forman PSOE e IU, estaban dispuestos a asumir sus planteamientos programáticos respecto a sueldos, instalaciones y asesores. En cualquier caso, lo que ahora califican de "vergüenza" habría sido una sorpresa solamente para los de Pablo Iglesias. La crónica del debate sobre retribuciones está ahí para todo aquel que haya querido enterarse.
El argumento utilizado por los defensores del actual sistema es tan pobre como insostenible. Mantener el montante del presupuesto habilitado estos últimos años -siete millones de euros- como una forma de austeridad, dado que se repartirá entre seis grupos parlamentarios, en lugar de cinco como en la pasada legislatura, no por esperado resulta menos presentable.
Surgiran ahora de nuevo en el debate esos pomposos conceptos de la "dignidad" de la figura del diputado, de la "necesidad" de dotar de medios suficientes el trabajo de sus señorías. Fuegos de artificio para justitificar una vez más la profesionalización absoluta de la política institucional. Aparecerá también en el argumentario oficial la condición de electos de los parlamentarios, un subterfugio que sólamente tendría un sustento razonable si esas personas pudieran ser elegidas en listas abiertas y no, como ahora, en cotos cerrados donde los máximos dirigentes de cada fuerza política instalan a los más fieles y a aquellos que suponen que no les van a hacer ningún tipo de sombra o les van a traicionar. La "familia", vamos.
Aquellos que hemos consumido infinidad de horas en el desempeño de labores informativas en la Cámara sabemos bien del "trabajo" de tantos y tantos diputados que calientan el asiento y levantan la mano cuando su jefe de filas hace la indicación pertinente. Poco más. Un par de intervenciones en alguna comisión sirven, desgraciadamente, para justificar cuatro años de seguridad retributiva muy por encima de cualquier salario del 'ordinary people'.
Por eso, llegará el lunes y la mayor parte de sus señorías se encargarán de garantizarse el cocido -un cocido de guía michelín, eso sí- muy a pesar de los que se manifiestan partidarios de racionalizar las retribuciones. Y se hará porque, si los veteranos no están por la labor de aplicar recorte alguno a lo que ya tienen, hay algunos de los nuevos que han entendido muy bien cuál es el lugar al sol en el que deben ubicarse. Porque no nos engañemos, lo de la Mesa de la Junta General no era solamente una decisión coyuntural. Los de Ciudadanos, aquí, en Asturias, ya saben donde les interesa estar.
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