La algarada política que precedió a la devolución al Gobierno asturiano de su proyecto presupuestario para el ejercicio económico en curso dio paso, con posterioridad, a una calma aparente que apenas se ha visto alterada por algún debate parlamentario generalmente rutinario.
Sin embargo, cuando se produjo aquel grave contratiempo para el Ejecutivo de Javier Fernández -el único realmente serio hasta la fecha- todo el mundo adivinábamos que la alternativa económico-financiera en forma de recurso a los créditos extraordinarios suscitaría un nuevo debate, con mayores márgenes que el presupuestario de diciembre pasado, para mostrar la capacidad de negociación del presidente del Principado y su equipo, por un lado, y de disposición a un diálogo necesario para soslayar las insuficiencias de una prórroga, en el lado de la oposición.
Con las cartas sobre la mesa -no todas, ni mucho menos, según una parte de esa oposición- las perspectivas apuntan a una cambio en la tendencia de las alianzas en el panorama político asturiano. Fue un escenario que ya se atisbó en las postrimerías del pasado año, a raíz de la ya mencionada negociación del proyecto de presupuestos. Entonces, se adivinó la posibilidad -hasta entonces inimaginable- de una coalición de los dos grandes partidos, PSOE y PP, distanciados "ideológicamente" pero más unidos que nunca en sus planteamientos económicos. No funcionó en la primera intentona, pero el actual marco autonómico ha facilitado que ambos tengan una segunda oportunidad con la negociación de los mencionados créditos extraordinarios.
Ahora, socialistas y populares se muestran más cercanos que nunca en sus planteamientos. No debe extrañar a nadie, toda vez que se trata de un reflejo de algo que se está fraguando en el ámbito nacional. A nadie engañan ya las proclamas de pancarta y manifestación y son muchos los analistas que vaticinan -ante el presumible descalabro de los dos partidos mayoritarios hasta la fecha- que a partir de 2015, con un nuevo Parlamento fragmentado, los de Rajoy y los de Rubalcaba puedan apuntarse al modelo alemán, enmascarando, en este caso, tras la bandera de la salvación nacional su manifiesta coincidencia en las políticas económicas neoliberales. Repasar los últimos años de la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero puede dar muchas claves a aquellos que hacen alarde un día sí y otro también de una preocupante fragilidad mental.
Y si pinta de tal manera para la estrategia estatal de ambas fuerzas políticas, ¿por qué no empezar ya a ensayar en el más adecuado de los laboratorios existentes en estos momentos. El presidente socialista asturiano se ha mostrado ya en los últimos tiempos como un alumno disciplinado de las directrices que emanan de La Moncloa. Tal actitud, y no otra, ha llevado al Principado a dilatar cualquier reacción inmediata y proporcionada a los desplantes del Ejecutivo de Mariano Rajoy. Con su "prudencia" ha parado sistemáticamente los golpes de los Montoro y compañía, desatando simultáneamente las iras de sus antiguos socios de legislatura.
Ahota, todo apunta a que el Gobierno autonómico ha optado por trasladar a su terreno de juego las posibilidades de entendimiento del partido que lo sustenta con el que hace lo propio con el Ejecutivo de Madrid. Prueba de ello es que sea precisamente el PP de Mercedes Fernández el que disfruta de una mayor nivel de información sobre el contenido de las leyes de crédito extraordinario del equipo económico de Javier Fernández, a tenor de lo que afirman otros posibles interlocutores. Si las cosas no cambian mucho, puede que estemos ante un posible esbozo de la que sería la versión española de Die Grosse Koalition.
Lo cierto es que los arrumacos son tan evidentes como enternecedores. Y es que, cuando las cosas se ponen feas, más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer: mejor pájaro en mano (aunque sea gaviota) que ciento volando. Pragmatismo versus ideología. Supervivencia versus regeneración.
ResponderEliminarEl camino lo había iniciado (quién si no) el Conspirador Mayor de las Asturias. Entonces no prosperó, no se sabe si por lo chocante entre dos inercias artificiosamente divergentes, o por la premura para una toma de decisión que pudiera acarrear un coste electoral para ambos. Así que mejor juntos que revueltos y a merced de los emergentes. Con la actual ley electoral que privilegia con sobrerrepresentación a PP y PSOE, la supervivencia y mantenimiento del statu quo pasa por la unión frente a los "invasores" reformistas. Ante una hipotética dispersión del voto, la unión (bipartidista) hace la fuerza.