Mientras los partidos 'tradicionales' asturianos se encuentran inmersos en procesos congresuales o de primarias, la que en los últimos meses se ha ofrecido como alternativa a los mismos se encuentra sumida en un debate enconado derivado de los criterios emanados de la dirección nacional que apunta a la no concurrencia a las elecciones municipales del próximo mayo. En esas están las gentes de Podemos, que no acaban de tragarse la estrategia de Pablo Iglesias y los suyos derivadas de unos cálculos también 'tradicionales' que recomiendan no embarcarse en unos comicios con demasiadas exigencias de todo tipo para una fuerza política todavía en fase de consolidación.
Había apuntado ya en esta misma tribuna que una cosa era hacer una lista española para las elecciones europeas y otra bien diferente abocar un proceso que exige la elaboración de muchos programas de ámbito local y la confección de listas que, en el caso del Principado, incluyen tres grandes municipios con 27 nombres, más suplentes. Y eso sin contar las de los municipios más importantes del centro del territorio regional. No hay estructura de partido todavía y esa tarea implica la imposibilidad de controlar la llegada de advenedizos interesados o de hábiles 'aventureros' que ven en la emergente fuerza política una ocasión de subirse al carro de lo institucional.
Son estos criterios los que responden a un análisis 'tradicional' utilizado por los partidos y coaliciones que llevan años en el escenario nacional, autonómico o municipal. Y responden al progresivo acomodo de Podemos a un guión que, por muy rompedores que se sientan sus responsables máximos, tiene unas exigencias mínimas que atender.
Pero no son estas las valoraciones que hacen los cientos de afiliados a los 'círculos' -a mí, personalmente, no me gusta nada este concepto 'matemático' de la estructura básica de la nueva organización- que ya integran el basamento de los 'anticasta'. Una amplia mayoría de ellos recelan de unos criterios que obligan a aparcar el vehículo cuando empezaba a alcanzar una velocidad de crucero imparable. "Si ahora no estamos en los ayuntamientos, ninguno sabe qué va a pasar dentro de cuatro años", comentaba recientemente un activo militante del nuevo partido. O "Desaprovechar el impulso de esa aparición fulgurante en el panorama español y no empezar a participar en sus óranos institucionales podría ser un error mayúsculo y la pérdida de una oportunidad única", reflexionaba otro.
El caso es que las bases de Podemos en Asturias no están por la labor de arriesgarse a perder lo ganado es estos últimos meses y quieren aprovechar la afección que despierta su partido entre la ciudadanía para situarse en los ámbitos de decisión locales.
Aquí, en Asturias, entre los pilares que han impulsado al partido de Iglesias figura buena parte del núcleo duro de la Corriente Sindical de Izquierda. Se trata de personas acostumbradas a la lucha diaria y a la brega por el logro de unos objetivos muy concretos que, al menos hasta la fecha, no habían hallado su acomodo en ninguno de los partidos tradicionales, ni siquiera en Izquierda Unida. Por eso ahora, que ven que su meta está más cerca, no están dispuestos a ceder a unos criterios 'racionalistas' que amenazan al espíritu mismo de Podemos.
Parece difícil parar esta corriente de participación por muchas estrategias que emanen de la provisional direción nacional de esta fuerza emergente. Ni el carisma de su líder será suficiente. Falta saber como encajará éste una primera rebelión (que no será exclusiva de Asturias) desde la misma base, esa en que ha fundamentado la propia esencia del partido
viernes, 26 de septiembre de 2014
jueves, 25 de septiembre de 2014
Arquitectura institucional
Muchas veces nos olvidamos de que el tópico, como concepto, no es sinónimo de falso. Al contrario, generalmente se trata de una realidad que, de tanto repetirla y estereotiparla, se nos antoja como una exageración, cuando no un consumada mentira.
La práctica política no es ajena a ese planteamiento y, aunque a veces su uso reiterado tiene como objetivo introducir un mensaje más o menos adulterado en la mente de sus receptores, en otras muchas ese abuso indiscriminado acaba por adulterar una idea básica abrumadoramente real.
En el ámbito de la política regional caló hace ya muchos años un mensaje muy concreto: el de la consolidación de una forma autóctona de entender el bipartidismo. PSOE y PP se repartían los papeles -desiguales, pero aceptados, eso sí- para perpetuarse en el control de eso que ahora el portavoz parlamentario del primero de ellos ha denominado "arquitectura institucional".
Fueron muchos años en los que los socialistas gobernaron, apoyándose en Izquierda Unida solamente cuando necesitaban sus votos, aunque el verdadero sustento con que contaban era una oposición acomodada que no permitía en momento alguno que la sangre llegara al río. Todos estaban a gusto. Unos con el pastel y los demás, con las sobras.
El retorno de Francisco Álvarez-Cascos al Principado, tras su retiro voluntario, puso nombre y apellidos a aquella situación bipartidista: "el pactu del duernu". Mucho se ha escrito y debatido sobre el mismo y su existencia con la conclusión de que, como las meigas, "haberlu hailu".
Pero ha tenido que ser en estos dos últimos años cuando socialistas y populares han decidido dar corporeidad a su interesada entente. Pero nunca a través de un incordiante pacto formal, sino con acuerdos puntuales, pequeños y grandes, capaces de ir superando los obstáculos aritméticos de una Junta General más plural y, por tanto, más incómoda para los que gobiernan.
El primer aldabonazo de ese entendimiento entre los que fueron los dos grandes partidos omnipresentes durante décadas tuvo como reflejo la ruptura del Ejecutivo de Javier Fernández con los que habían permitido con su apoyo la formación de un gobierno monocolor socialista. Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia se quedaron con cara de tontos cuando su socio mayoritario les plantó en el altar de una reforma electoral por un quítame allá esas pajas.
Irritados, ecocomunistas y magentas replicaron con su rechazo al proyecto presupuestario que un año antes no habían tenido inconveniente en aceptar. Tras el trago de aceite de ricino que supuso para el presidente del Principado ver como dicho proyecto se iba a la papelera, muy pronto surgió el 'amigo responsable' que fundamentó con sus sufragios las necesarias normas de ampliación de créditos.
Las circunstancias han obligado progresivamente a los dos 'amantes' a ser cada día más atrevidos y a exteriorizar sus relaciones, por mucho que, cuando son pillados "in fraganti" reiteren que ni se conocen.
El reciente debate sobre la reforma de la Ley del Presidente, abortado ayer mismo, ha significado la oficialización del acuerdo entre socialistas y populares. Solamente unos y otros pueden sostener a estas alturas de la película esa aberración que impide a un diputado o a un grupo parlamentario emitir un voto en contra del candidato a ser investido presidente. Es una muestra más de los viejos contubernios trasladados a la actualidad. Máxime cuando la Federación Socialista Asturiana, otra vez, parecía dispuesta a ser flexible en medidas que podrían interpretarse como contrarias a sus intereses.
Al final, es esa "arquitectura institucional" la que alberga el bienestar de sus promotores y por ello no están dispuestos a dar entrada en el proyecto a peritos, delineantes, alicatadores o albañiles.
La práctica política no es ajena a ese planteamiento y, aunque a veces su uso reiterado tiene como objetivo introducir un mensaje más o menos adulterado en la mente de sus receptores, en otras muchas ese abuso indiscriminado acaba por adulterar una idea básica abrumadoramente real.
En el ámbito de la política regional caló hace ya muchos años un mensaje muy concreto: el de la consolidación de una forma autóctona de entender el bipartidismo. PSOE y PP se repartían los papeles -desiguales, pero aceptados, eso sí- para perpetuarse en el control de eso que ahora el portavoz parlamentario del primero de ellos ha denominado "arquitectura institucional".
Fueron muchos años en los que los socialistas gobernaron, apoyándose en Izquierda Unida solamente cuando necesitaban sus votos, aunque el verdadero sustento con que contaban era una oposición acomodada que no permitía en momento alguno que la sangre llegara al río. Todos estaban a gusto. Unos con el pastel y los demás, con las sobras.
El retorno de Francisco Álvarez-Cascos al Principado, tras su retiro voluntario, puso nombre y apellidos a aquella situación bipartidista: "el pactu del duernu". Mucho se ha escrito y debatido sobre el mismo y su existencia con la conclusión de que, como las meigas, "haberlu hailu".
Pero ha tenido que ser en estos dos últimos años cuando socialistas y populares han decidido dar corporeidad a su interesada entente. Pero nunca a través de un incordiante pacto formal, sino con acuerdos puntuales, pequeños y grandes, capaces de ir superando los obstáculos aritméticos de una Junta General más plural y, por tanto, más incómoda para los que gobiernan.
El primer aldabonazo de ese entendimiento entre los que fueron los dos grandes partidos omnipresentes durante décadas tuvo como reflejo la ruptura del Ejecutivo de Javier Fernández con los que habían permitido con su apoyo la formación de un gobierno monocolor socialista. Izquierda Unida y Unión, Progreso y Democracia se quedaron con cara de tontos cuando su socio mayoritario les plantó en el altar de una reforma electoral por un quítame allá esas pajas.
Irritados, ecocomunistas y magentas replicaron con su rechazo al proyecto presupuestario que un año antes no habían tenido inconveniente en aceptar. Tras el trago de aceite de ricino que supuso para el presidente del Principado ver como dicho proyecto se iba a la papelera, muy pronto surgió el 'amigo responsable' que fundamentó con sus sufragios las necesarias normas de ampliación de créditos.
Las circunstancias han obligado progresivamente a los dos 'amantes' a ser cada día más atrevidos y a exteriorizar sus relaciones, por mucho que, cuando son pillados "in fraganti" reiteren que ni se conocen.
El reciente debate sobre la reforma de la Ley del Presidente, abortado ayer mismo, ha significado la oficialización del acuerdo entre socialistas y populares. Solamente unos y otros pueden sostener a estas alturas de la película esa aberración que impide a un diputado o a un grupo parlamentario emitir un voto en contra del candidato a ser investido presidente. Es una muestra más de los viejos contubernios trasladados a la actualidad. Máxime cuando la Federación Socialista Asturiana, otra vez, parecía dispuesta a ser flexible en medidas que podrían interpretarse como contrarias a sus intereses.
Al final, es esa "arquitectura institucional" la que alberga el bienestar de sus promotores y por ello no están dispuestos a dar entrada en el proyecto a peritos, delineantes, alicatadores o albañiles.
martes, 23 de septiembre de 2014
De dos en dos
Hace algunas semanas, a finales del mes pasado, ya me adelantaba a pronosticar que éste de setiembre iba a ser movidito desde el punto de vista de la política local. No hacía falta ir a estudiar a Salamanca para vislumbrar que la mayoría de los partidos y coaliciones engrasarían sus maquinarias respectivas para afrontar un periodo que tiene como meta la cita con las urnas del año próximo. Pero antes, era preciso poner al día el esqueleto organizativo de cada una de esas fuerzas políticas como paso previo a embocar los comicios de 2015.
Ha sido estar unas semanas fuera de ambiente, tanto física como informativamente, y volver para encontrarme con que los vaticinios se han cumplido. Y con creces. Las principales organizaciones políticas del ámbito local no solamente han calentado motores sino que podría decirse que se encuentran ya con todas las marchas revolucionadas.
El primero en salir a pista ha sido el PSOE que, tras asumir como general el proceso de primarias, ha lanzado al ruedo para renovar su dirección en Gijón a José María Pérez, joven y veterano a la vez, buen conocedor del ámbito municipal y 'formado' durante los últimos tres años y pico en el parlamentarismo regional a la sombra protectora de los Javier Fernández, Fernando Lastra o Jesús Gutiérrrez. Ahora, retorna como candidato oficialista y, por tanto, con amplias posibilidades de ser el sucesor del 'malogrado' Santiago Martínez Argüelles.
Enfrente tendrá al incombustible José Antonio Garmón, siempre con la confianza intacta en sus posibilidades de cambiar los hábitos y costumbres establecidos durante años. Por el camino parece que se ha quedado la presumible candidatura arecista. Quizás Tini se dio cuenta esta vez de que su prestigio entre los compañeros y camaradas está bajo mínimos, tanto si es para tratar de volver a la primera fila como para actuar por persona interpuesta.
Solamente pasaron horas entre el anuncio del socialista 'Josechu' de que daba ese paso al frente y el sorpresivo anuncio de que el Partido Popular convocaba, al fin, para octubre el congreso local tantas veces postergado. Y digo sorpresivo pese a la evidencia de que el cónclave se había hecho imprescindible, por el momento elegido por la lideresa regional para anunciarlo. Tan obvio había sido meses antes que ya nos habíamos acostumbrado a pensar que la cita no iba a llegar nunca. Incluso se llegó a pensar en que la organización local podía llegar a las elecciones con una gestora que acumulaba hasta ahora diecinueve meses de interinidad.
Es de suponer que la convocatoria llegó cuando Mercedes Fernández resolvió el sudoku de encontrar un candidato a su medida. Los sucesivos retrasos solamente podían justificarse en el encaje de las piezas que pudieran evitar sorpresas (no es el Partido Popular proclive a tener alternativas a los designios de sus dirigentes). Y la elección recayó sobre David González Medina, líder de Nuevas Generaciones en el ámbito local, un sobre sorpresa como aquellos que comprábamos en las ferias y en cuyo interior nunca sabías lo que te podía tocar.
Pero fue anunciar 'Cherines' la convocatoria del congreso local, y colocar sobre el tapete el nombre del joven Medina, cuando de detrás de las columnas apareció un Ignacio Riestra no demasiado conocido pero con años de militancia a sus espaldas (incluso fue secretario general) para reclamar el derecho de los militantes a participar en 'la fiesta'. Todo apunta a que el candidato alternativo será el Garmón de los populares, incluso con más dificultades para recabar el número de avales precisos para concurrir en el proceso.
No va a la zaga de socialistas y populares Izquierda Unida. Tras el guirigay de la pasada primavera, con la salida alborotada de Jorge Espina y Libertad González de sus cargos en la organización y en el ayuntamiento, el necesario proceso de recuperación interna se inició con el anuncio del coordinador local de que se presentaría de nuevo a la reelección. Pero Marcos Muñiz, señalado por los 'rebeldes' como responsable de la crisis interna, también se ha encontrado a las primeras de cambio con un adversario en la figura de Faustino Sabio. El presidente de la Confederación de Padres de Alumnos no oculta que está en la onda de los mencionados dimisionarios y ya tira con bala contra su rival interno, lo que garantiza prácticamente que la crisis está lejos de ser superada.
Y así van las cosas, de dos en dos, algo inusual en la política de los últimos años, más proclive a contar con un candidato único como símbolo de la cohesión interna partidaria. Claro que esa vieja costumbre estaba asociada más a liderazgos que a participación, práctica que ahora se considera arcaica y caduca. A cambio, aparecen nombres y rostros prácticamente desconocidos incluso para las militancias, siguiendo la moda impuesta por Pedro Sánchez en el PSOE federal. ¿O sería mejor aludir al 'efecto Podemos'? Sin lugar a dudas, la formación de Pablo Iglesias ha sido, al menos en este aspecto, el gran revulsivo de los partidos tradicionales. Incluso ha llegado a unificar todos sus discursos, por mucho que se vendan con tal o cual vitola.
Por cierto que de los 'anticasta' no podemos ni hablar por el momento, ya que todavía se encuentran en el proceso de decisión sobre su concurrencia a las urnas en los comicios locales. Pasado el efecto inicial de su éxito en las europeas, Podemos parece haber encarrilado el camino de los otros partidos para diseñar sus estrategias. De las proclamas se ha pasado a los cálculos. Una cosa es predicar y otra bien diferente dar trigo.
Me he permitido pasar por alto al partido que actualmente gobierna en el municipio. Ya expuse hace tiempo que Foro tiene en Carmen Moriyón -¿quien lo iba a decir hace tres años largos?- su activo incuestionable y seguirá marcando los destinos de los 'casquistas' en la villa de Jovellanos.
Ha sido estar unas semanas fuera de ambiente, tanto física como informativamente, y volver para encontrarme con que los vaticinios se han cumplido. Y con creces. Las principales organizaciones políticas del ámbito local no solamente han calentado motores sino que podría decirse que se encuentran ya con todas las marchas revolucionadas.
El primero en salir a pista ha sido el PSOE que, tras asumir como general el proceso de primarias, ha lanzado al ruedo para renovar su dirección en Gijón a José María Pérez, joven y veterano a la vez, buen conocedor del ámbito municipal y 'formado' durante los últimos tres años y pico en el parlamentarismo regional a la sombra protectora de los Javier Fernández, Fernando Lastra o Jesús Gutiérrrez. Ahora, retorna como candidato oficialista y, por tanto, con amplias posibilidades de ser el sucesor del 'malogrado' Santiago Martínez Argüelles.
Enfrente tendrá al incombustible José Antonio Garmón, siempre con la confianza intacta en sus posibilidades de cambiar los hábitos y costumbres establecidos durante años. Por el camino parece que se ha quedado la presumible candidatura arecista. Quizás Tini se dio cuenta esta vez de que su prestigio entre los compañeros y camaradas está bajo mínimos, tanto si es para tratar de volver a la primera fila como para actuar por persona interpuesta.
Solamente pasaron horas entre el anuncio del socialista 'Josechu' de que daba ese paso al frente y el sorpresivo anuncio de que el Partido Popular convocaba, al fin, para octubre el congreso local tantas veces postergado. Y digo sorpresivo pese a la evidencia de que el cónclave se había hecho imprescindible, por el momento elegido por la lideresa regional para anunciarlo. Tan obvio había sido meses antes que ya nos habíamos acostumbrado a pensar que la cita no iba a llegar nunca. Incluso se llegó a pensar en que la organización local podía llegar a las elecciones con una gestora que acumulaba hasta ahora diecinueve meses de interinidad.
Es de suponer que la convocatoria llegó cuando Mercedes Fernández resolvió el sudoku de encontrar un candidato a su medida. Los sucesivos retrasos solamente podían justificarse en el encaje de las piezas que pudieran evitar sorpresas (no es el Partido Popular proclive a tener alternativas a los designios de sus dirigentes). Y la elección recayó sobre David González Medina, líder de Nuevas Generaciones en el ámbito local, un sobre sorpresa como aquellos que comprábamos en las ferias y en cuyo interior nunca sabías lo que te podía tocar.
Pero fue anunciar 'Cherines' la convocatoria del congreso local, y colocar sobre el tapete el nombre del joven Medina, cuando de detrás de las columnas apareció un Ignacio Riestra no demasiado conocido pero con años de militancia a sus espaldas (incluso fue secretario general) para reclamar el derecho de los militantes a participar en 'la fiesta'. Todo apunta a que el candidato alternativo será el Garmón de los populares, incluso con más dificultades para recabar el número de avales precisos para concurrir en el proceso.
No va a la zaga de socialistas y populares Izquierda Unida. Tras el guirigay de la pasada primavera, con la salida alborotada de Jorge Espina y Libertad González de sus cargos en la organización y en el ayuntamiento, el necesario proceso de recuperación interna se inició con el anuncio del coordinador local de que se presentaría de nuevo a la reelección. Pero Marcos Muñiz, señalado por los 'rebeldes' como responsable de la crisis interna, también se ha encontrado a las primeras de cambio con un adversario en la figura de Faustino Sabio. El presidente de la Confederación de Padres de Alumnos no oculta que está en la onda de los mencionados dimisionarios y ya tira con bala contra su rival interno, lo que garantiza prácticamente que la crisis está lejos de ser superada.
Y así van las cosas, de dos en dos, algo inusual en la política de los últimos años, más proclive a contar con un candidato único como símbolo de la cohesión interna partidaria. Claro que esa vieja costumbre estaba asociada más a liderazgos que a participación, práctica que ahora se considera arcaica y caduca. A cambio, aparecen nombres y rostros prácticamente desconocidos incluso para las militancias, siguiendo la moda impuesta por Pedro Sánchez en el PSOE federal. ¿O sería mejor aludir al 'efecto Podemos'? Sin lugar a dudas, la formación de Pablo Iglesias ha sido, al menos en este aspecto, el gran revulsivo de los partidos tradicionales. Incluso ha llegado a unificar todos sus discursos, por mucho que se vendan con tal o cual vitola.
Por cierto que de los 'anticasta' no podemos ni hablar por el momento, ya que todavía se encuentran en el proceso de decisión sobre su concurrencia a las urnas en los comicios locales. Pasado el efecto inicial de su éxito en las europeas, Podemos parece haber encarrilado el camino de los otros partidos para diseñar sus estrategias. De las proclamas se ha pasado a los cálculos. Una cosa es predicar y otra bien diferente dar trigo.
Me he permitido pasar por alto al partido que actualmente gobierna en el municipio. Ya expuse hace tiempo que Foro tiene en Carmen Moriyón -¿quien lo iba a decir hace tres años largos?- su activo incuestionable y seguirá marcando los destinos de los 'casquistas' en la villa de Jovellanos.
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