Acostumbraba a decir un veterano político asturiano hace unos cuantos años que la mejor manera de enfrentarse a un problema que no tiene solución -o que no se quiere solucionar, simplemente- es crear una comisión, ya sea informativa, de estudio o de investigación. Probablemente la frase no fuera propia, sino copiada de algún colega de ámbito superior, estatal, o incluso internacional. Lo cierto es que siempre me pareció que en esas palabras se reflejaba uno de los vicios más frecuentados por la clase política para tapar sus vergüenzas (o desvergüenzas, que de todo hay).
Dentro de ese conglomerado de equipos disciplinares o multidisciplinares, con frecuencia los periodistas aceptamos la terminología de quienes los promueven y nos referimos a esos grupos como "comisión de expertos" o, aún peor, "comité de sabios". Me lo ha recordado hoy una breve reseña en la primera página de "El País" que reza textualmente: "Los sabios plantean crear una tasa turística municipal". Estamos hablando del equipo encargado de elaborar un documento para afrontar la reforma de la financiación de las comunidades locales, texto que hoy mismo van a entregar al Ministerio de Hacienda. Cuánta sustancia gris habrán derramado esa panda de iluminados para llegar a tal conclusión? Al final, su dictamen no difiere demasiado, salvando el nombre del tributo, de tantos y tantos de estos "teams" que confluyen siempre en la vía de la presión fiscal sobre la ciudadanía cada vez que las arcas de las instituciones públicas tiemblan . Nunca aparecen en sus "sabias" palabras los términos referentes a rebajas o recortes de esos otros gastos en "recursos humanos" -en este caso municipales- referidos a sueldos, dietas o complementos de esa pleyade de cargos, ayudantes, asesores y demás que se comen un buen bocado de la recaudación que, religiosamente, pagamos los contribuyentes. Por cierto, no se explica muy bien si los cargos públicos tienen que recurrir a esos "expertos" o "sabios" para qué necesitan esa inmensa red clientelar que configuran su séquito.
Para quienes tenemos el vicio de seguir leyendo la prensa diaria -sí, esa cada día más denostada y responsable (dicen) de casi todos los males de este país- encontrarte con frecuencia con la noticia de la creación de una de estas comisiones resulta desalentador y, mucho más, cuando el equipo en cuestión presenta sus conclusiones a bombo y platillo.
Yo me pregunto si, de verdad, es necesario juntar a un grupo de personas con rimbombantes títulos y extensísimos currículos para llegar a las metas habituales. O, también, para qué perder tiempo y presupuestos en la elaboración de recetas que podrían ocurrírsele a cualquier pardillo de esos que pululan por la vida política y social española. Desde luego, si a estas personas les aplicáramos la teoría del mundo empresarial y financiero -muchos están en él o muy próximos- seguramente habría que recurrir a la carta de despido. Y, con la papela habría que preguntarse qué es, para nosotros, hoy en día un experto o un sabio.
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