Cuando hace algo más de un mes decidí dar descanso al teclado para tomarme unas vacaciones familiares no se me habría podido ocurrir ni remotamente que cuatro semanas después, a mi regreso a Asturias, me iba a encontrar con que los diputados de la Junta General del Principado, quizá aprovechando el sopor ciudadano del estío, han encontrado la forma de mantener sus absolutamente impresentables emolumentos mediante la fórmula de llamar a las cosas de otra manera. Cambiar algo para que no cambie nada, como decía estos días mi querido compañero Alberto Menéndez.
Finalmente, la mayoría de la Cámara ha encontrado el camino para no dejar de percibir lo que hasta ahora recibían, aunque; eso sí, recubriéndolo todo con una patina de "legalidad". Como resulta indefendible ante la sociedad el anterior sistema de cobrar dietas por reuniones que no se celebran, kilometrajes que no se realizan o disfrutar de la impunidad fiscal a base de conceptos retributivos sin obligación de cotizar a Hacienda, al final se han unificado partidas y se ha creado un gran concepto salarial que les equipara a los sueldos de los altos cargos de la Administración autonómica. Como parte de aquellos conceptos no han desaparecido del cobro ordinario, al final, y eso hay que decirlo con todas las letras, a lo que han procedido es lisa y llanamente a subirse el sueldo.
Ni que decir tiene que tan indigno procedimiento no ha despertado la más mínima de las vergüenzas en los beneficiarios de esta "reforma", que parecen disponer de trabajados argumentos para mantener sus privilegios salariales, los mismos que niegan con sus políticas al común de los mortales.
Éramos muchos los que en el fragor de los intensos debates celebrados por sus señorías en los inicios del verano queríamos apreciar un claro intento de marear la perdiz para lograr un único objetivo: mantener su estatus retributivo. Suenan a broma ahora todos aquellos remilgos de unos y de otros (que no nos engañen, aquí no se salva nadie) a la hora de argumentar por qué no había forma de ponerse de acuerdo. Al final, siempre aparece la mayoría suficiente para mantener la "manduca". De alguna manera, podría decirse que los parlamentarios de uno y de otro signo han recurrido a aquel viejo y nada ortodoxo método de los tiempos escolares que consistía en resolver un problema matemático al revés; es decir, sabiendo la solución, reconstruir el proceso de planteamiento del final hacia el principio.
Como del escándalo no aprenden -hay ejemplos para aburrir- ahora van a dar vía libre a su nuevo sistema de retribuciones ignorando cualquier atisbo de decencia social. Y se van a quedar tan anchos. Luego, cuando les ataquen, recurrirán al 'catón' argumental que les han preparado los ideólogos de la causa para demostrar, sin recurrir a la prueba del nueve, que no hay nada ilegal en el estatus del que se han dotado. ¡Faltaría más! ¡Como que las normas las redactan ellos mismos!
Con el mal sabor de boca de saber que siempre trabajan con la sartén por el mango, cabría preguntarse ahora que, si el nuevo sistema de retribuciones viene a sustituir a otro considerado impresentable, si no sería procedente exigir a sus señorían todos esos miles de euros que en los últimos años se han embolsado por trabajos que no han desarrollado y por recorridos que no han hecho. Esta actitud tiene un nombre y está recogido en el Codigo Penal. Pero esa es otra historia.
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