«Todo va un poco tarde, el candidato se ha nombrado tarde, he dejado de ser ministro un poco tarde y mi campaña va un poco tarde». Estas palabras del ya ex titular de Agricultura y número uno del Partido Popular en las elecciones al Parlamento Europeo son sintomáticas del trasfondo que preside el modo de actuar de la Junta Directiva que preside Mariano Rajoy. Desde la ironía de las tiras gráficas en los diarios de información general hasta la constatación reiterada de los usos y costumbres que caracterizan al líder de los populares, todo converge en un permanente retraso a la hora de tomar decisiones.
Ahora, ese estilo vuelve a pasar factura al PP con el encontronazo de su actual dirección con el ex líder precedente, José María Aznar. La participación (o mejor la ausencia) de éste en la inminente campaña ha abierto la caja de los truenos entre el equipo que rige los destinos del todavía primer partido nacional y ese contrapoder que se atrinchera en FAES, la fundación encargada de preservar las esencias del aznarismo. Como en los famosos versos, ahora todo es según el color del cristal con que se mira. Para los incondicionales del ex presidente del Gobierno, hay una clara maniobra de exclusión en ese calendario que no recogía, al menos hasta la fecha, la presencia de Aznar en mitin alguno, mucho menos en las grandes citas programadas. Para la actual dirección, no hay tal y sí una actitud despechada de Aznar que ha preferido escudarse en su "calendario de citas internacionales" para mostrar una vez más que cualquier evento que no cuente con su firma no es sino una nueva demostración de la decadencia del partido.
Sea por lo que sea, el caso es que los populares han iniciado el precalentamiento para las europeas con un notable hándicap. Sus conflictos internos son -como es habitual- las mejores armas en manos de sus adversarios, que se frotan las manos ante el guirigay montado.
Con su habitual parsimonia Rajoy ha preferido dar un largo rodeo, contraproducente, para marcar las pautas de su campaña electoral. A fin de cuentas, vadear tan proceloso río para llegar a la misma orilla no deja de ser demasiado esfuerzo para tan nulos resultados. Hace mucho tiempo que se daba por seguro que el candidato iba a ser Migual Arias Cañete y la tardanza contribuyó únicamente a recelos y escaramuzas innecesarias.
Ahora, superada la composición de la lista, el problema se agranda con el enfado del ex presidente. Puede que desde la actual dirección de la calle de Génova se encuentren razones para recelar del papel de éste, siempre inclinado a dejar ver lo alargado de su sombra. Y seguramente las haya. Pero en lo que les han fallado los cálculos es en la percepción de la influencia que todavía tiene el ex lider en las bases de militantes y simpatizantes conservadores. Tenerlo enfrente no hace más que aflorar una herida que en ningún momento llegó a estar cerrada totalmente, por mucho que los últimos resultados electorales parecieran bálsamo suficiente para sanarla.
Ahora, el PP afronta la inminente campaña con un nuevo flanco desguarnezido y un plus de pólvora para sus adversarios. Y, en buena medida, hay que atribuirlo al ya mencionado 'modelo Rajoy'. El actual presidente del Gobierno recuerda bastante al Fútbol Club Barcelona, empeñado en sostener hasta el cansancio un estilo propio (el que les propició tal cantidad de éxitos) aunque con frecuencia lo hayan transformado en una caricatura que no reporta los beneficios pasados.
martes, 29 de abril de 2014
viernes, 25 de abril de 2014
¿Europeas o nacionales?
Como ocurre siempre que en el horizonte aparece la convocatoria de unos comicios, sean estos en el ámbito que sean, las europeas del próximo mes de mayo ya han echado a andar, sin ningún tipo de recato de sus protagonistas con los tiempos establecidos, aunque la campaña oficial todavía no haya comenzado.
Los candidatos ya confirmados y sus jefes de fila, con más o menos intensidad, se han lanzado a la calle con la habitual carga de mensajes orientados a embaucar a los medios informativos, para que estos hagan lo propio, luego, con sus lectores u oyentes.
De la lectura de los discursos políticos de estas últimas semanas llegamos a la constatación de que los viejos esquemas supuestamente ideológicos se despliegan sin freno. Son como las viejas pancartas de las fuerzas políticas extraparlamentarias que, arrumbadas en oscuras habitaciones durante la mayor parte del tiempo, reviven cada vez que hay una manifestación multitudinaria o una cita con las urnas. Nada importa que, entre medias, sus portadores se hayan ciscado en las leyendas que recogen. Los eslóganes y consignas están para usarlos cuando es necesario, parecen decirse entre sí estos profesionales de la mal llamada gestión pública.
El desfile de candidatos ha empezado ya y los problemas tradicionales de Asturias, desde la minería al desempleo, desde el declive industrial hasta los retrasos tecnológicos, resuenan jornada tras jornada en las voces potentes de los aspirantes a un cómodo y económicamente gratificante escaño en Estrasburgo, o de sus jefes de filas, los mismos que los han colocado en las listas con absoluto desprecio no ya sólo de la ciudadanía, sino incluso de sus bases de militancia.
Poco, por no decir casi nada, hemos oído de Europa, de su actual situación, de los cambios sobrevenidos con las sucesivas ampliaciones, de los problemas derivados del reparto de las ayudas orientadas a equilibrar una auténtica unión de estados. Tampoco de los cambios introducidos desde la última vez que millones de europeos fuimos llamados a votar para constituir el Parlamento común, del creciente papel de las propias instituciones comunitarias en detrimento de la hasta hace bien poco prepotente decisión de los estados miembros. No escuchamos cuáles son los verdaderos beneficios para España o para cada una de sus autonomías -en nuestro caso Asturias- subsiguientes a esta nueva ocasión de decidir directamnte con nuestro voto. Cierto que la situación económica, aquella que más preocupa a los ciudadanos, no encaja en esos parámetros al encuadrarse en un capitalismo global imposible de controlar desde instituciones políticas, por muy amplia que sea el número de países que las sustentan. No escuchamos hablar de Europa, no. Y eso que estamos refiriéndonos a los mismos que han llenado millares de titulares hablando profusa y ampulosamente de Europa como ideal durante años. Échame trigo y llámame gorrión.
Lejos de todo eso, lo que se nos transmite un día detrás de otro es la gastada dicotomía entre la derecha y la izquierda (ahora que como nunca antes se parecieron tanto), los logros de unos y los déficit de otros en el marco de ese cuadrilatero insignificante que es la piel de toro española.
Todos, los de siempre y los nuevos, no ocultan en momento alguno su interés relativo en estos comicios más allá de la posibilidad de sopesar fuerzas con vistas a lo que realmente les importa: los autonómicos y municipales del año próximo. Todos se enfrentan a la cita de mayo con el propósito de evaluar el posible alcance de su deterioro (en unos casos) o sus destacados avances (en otros).
Y al final, los ciudadanos seguimos a uvas y pensando que unas elecciones europeas tienen más que ver con el Partido Popular o con el Partido Socialista Obrero Español que con el futuro de un país que, desde su inicial ingreso en la Comunidad Europea, ha tenido que ir cediendo -algo, por otra parte, lógico- soberanía en aras de una unión que cada vez debería ser más amplia y homogenea.
Dado que la campaña en el sentido estricto aún no ha comenzado, habrá que confiar en que, aunque sólo sea por decencia, los aspirantes a ser uno más de los "culos de oro" de la UE se apliquen a lo que se les exige, desarrollen discursos un poco menos demagógicos e interesados y se esfuercen en una función más 'pedagógica' de sus obligaciones.
Los candidatos ya confirmados y sus jefes de fila, con más o menos intensidad, se han lanzado a la calle con la habitual carga de mensajes orientados a embaucar a los medios informativos, para que estos hagan lo propio, luego, con sus lectores u oyentes.
De la lectura de los discursos políticos de estas últimas semanas llegamos a la constatación de que los viejos esquemas supuestamente ideológicos se despliegan sin freno. Son como las viejas pancartas de las fuerzas políticas extraparlamentarias que, arrumbadas en oscuras habitaciones durante la mayor parte del tiempo, reviven cada vez que hay una manifestación multitudinaria o una cita con las urnas. Nada importa que, entre medias, sus portadores se hayan ciscado en las leyendas que recogen. Los eslóganes y consignas están para usarlos cuando es necesario, parecen decirse entre sí estos profesionales de la mal llamada gestión pública.
El desfile de candidatos ha empezado ya y los problemas tradicionales de Asturias, desde la minería al desempleo, desde el declive industrial hasta los retrasos tecnológicos, resuenan jornada tras jornada en las voces potentes de los aspirantes a un cómodo y económicamente gratificante escaño en Estrasburgo, o de sus jefes de filas, los mismos que los han colocado en las listas con absoluto desprecio no ya sólo de la ciudadanía, sino incluso de sus bases de militancia.
Poco, por no decir casi nada, hemos oído de Europa, de su actual situación, de los cambios sobrevenidos con las sucesivas ampliaciones, de los problemas derivados del reparto de las ayudas orientadas a equilibrar una auténtica unión de estados. Tampoco de los cambios introducidos desde la última vez que millones de europeos fuimos llamados a votar para constituir el Parlamento común, del creciente papel de las propias instituciones comunitarias en detrimento de la hasta hace bien poco prepotente decisión de los estados miembros. No escuchamos cuáles son los verdaderos beneficios para España o para cada una de sus autonomías -en nuestro caso Asturias- subsiguientes a esta nueva ocasión de decidir directamnte con nuestro voto. Cierto que la situación económica, aquella que más preocupa a los ciudadanos, no encaja en esos parámetros al encuadrarse en un capitalismo global imposible de controlar desde instituciones políticas, por muy amplia que sea el número de países que las sustentan. No escuchamos hablar de Europa, no. Y eso que estamos refiriéndonos a los mismos que han llenado millares de titulares hablando profusa y ampulosamente de Europa como ideal durante años. Échame trigo y llámame gorrión.
Lejos de todo eso, lo que se nos transmite un día detrás de otro es la gastada dicotomía entre la derecha y la izquierda (ahora que como nunca antes se parecieron tanto), los logros de unos y los déficit de otros en el marco de ese cuadrilatero insignificante que es la piel de toro española.
Todos, los de siempre y los nuevos, no ocultan en momento alguno su interés relativo en estos comicios más allá de la posibilidad de sopesar fuerzas con vistas a lo que realmente les importa: los autonómicos y municipales del año próximo. Todos se enfrentan a la cita de mayo con el propósito de evaluar el posible alcance de su deterioro (en unos casos) o sus destacados avances (en otros).
Y al final, los ciudadanos seguimos a uvas y pensando que unas elecciones europeas tienen más que ver con el Partido Popular o con el Partido Socialista Obrero Español que con el futuro de un país que, desde su inicial ingreso en la Comunidad Europea, ha tenido que ir cediendo -algo, por otra parte, lógico- soberanía en aras de una unión que cada vez debería ser más amplia y homogenea.
Dado que la campaña en el sentido estricto aún no ha comenzado, habrá que confiar en que, aunque sólo sea por decencia, los aspirantes a ser uno más de los "culos de oro" de la UE se apliquen a lo que se les exige, desarrollen discursos un poco menos demagógicos e interesados y se esfuercen en una función más 'pedagógica' de sus obligaciones.
miércoles, 23 de abril de 2014
Bipartidismo astur
Se habla mucho del bipartidismo y de su implantación omnímoda en la política española, en general, y también en la asturiana, en particular. Claro que por estos territorios su plasmación hasta hace muy pocos años se traducía en un duopolio enquistado donde gobernaban los socialistas, algunas veces con el inestimable apoyo de Izquierda Unida (cuando no los necesitaban "repudiaban" al comunismo), y los populares hibernaban en el cómodo y 'cálido' seno de atonía creado por los De Lorenzo, Sánchez y compañía. El modelo respondía al clásico reparto de papeles, sólo que en esta caso cada uno se acomodoba en su rol y la tradicional alternancia se situaba como un objetivo sin plazos.
Para mal o para bien, este guión se vio quebrado por la entrada en escena del partido de Francisco Álvarez-Cascos. Foro Asturias Ciudadanos no solamente consiguió más diputados (aunque insuficientes para poder gobernar con normalidad) que PSOE y que PP, sino que dio al traste con la acomodaticia función de las dos grandes fuerzas políticas de ámbito nacional en el Principado.
El libreto escrito por los asturianos en 2011 trastocó todos los equilibrios cimentados hasta la fecha por esa particular versión astur del bipartidismo. Tras el atípico año de gobiero (¿....?) de Foro, los viejos protagonistas (parecían otras caras pero eran prácticamente los mismos) intentaron restablecer sus antiguas covachas: los populares, renunciando a cualquier posible entente con sus rivales del centro-derecha, y los socialistas, recurriendo de nuevo a los viejos socios de IU, apuntalados también, en este caso, por el imprescindible voto del único diputado de UPyD.
Pero ya no era posible una reposición de la antigua película porque se habían sumado al elenco nuevos protagonistas y éstos reclamaban su texto en el necesario guión actualizado. Fue otro año especial, con más forma que fondo y mucha mercadotecnia: el reino de la serenidad y el diálogo. Algo que se fracturó en el mismo momento en que los socialistas, acostumbrados a manejar a su antojo la cosa pública en esta comunidad, trataron de embolicar a sus socios con argumentos que la nueva coreografía era incapaz de admitir. De nada valieron los atrezos, candilejas y bambalinas con las que Javier Fernández y los suyos probaron a abrillantar sus cantos de sirena.
Al final, estábamos otra vez en el principio y solamente una entente entre los dos viejos "rivales" podía desatascar las cañerías. Y así ha sido.
Más allá de apriorismos 'ideológicos', Asturias inició recientemente un camino de colaboración entre los dos grandes partidos de ámbito nacional en un a modo de laboratorio de ensayo de una posible repetición en Madrid tras los comicios legislativos del próximo año. La previsible desafección con PSOE y PP en el voto de los españoles, apunta a que, llegado el momento, los 'feroces' rivales de los últimos años podrían llegar a mantenerse mutuamente en un original remedo de sus correligionarios alemanes.
En el Principado, la concreción de ese acercamiento se plasmó recientemente en un acuerdo para aprobar los créditos extraordinarios capaces de superar los problemas de una prórroga presupuestaria decidida por una amplia mayoría de la Junta General el pasado diciembre. El Partido Popular apeló a su sentido de la "responsabilidad" para apuntalar a un alicaido Ejecutivo autonómico que, mal que les pese a algunos, sigue disciplinadamente las políticas económicas y fincieras del Gobierno de Mariano Rajoy, también del Partido Popular.
Partiendo de que una de las señas de identidad del presidente asturiano es la "estabilidad", nadie mejor que los populares para ofrecérsela, dado que sus anteriores socios se han mostrado reiteradamente renuentes a devolverle sus votos.
Pero, cuando todo parecía encarrilado, han llegado otra vez los problemas por el afán de los socialistas por hacer las cosas a su manera. Tres créditos extraordinarios, uno de ellos retirado y los otros con evidentes indicios de ilegalidad. Pese a todo, PSOE y PP parecen haber encontrado su nuevo acomodo en este territorio y han decidido "sostenella y no enmendalla" y tirar para adelante desoyendo los informes de los servicios jurídicos del Parlamento autonómico. Pese a las críticas del resto de los grupos parlamentarios, el nuevo duopolio parece que ha marcado ya su 'hoja de ruta' y está decidido a sacarla adelante.
Sorprende que, especialmente los socialistas, rechacen los argumentos jurídicos de unos servicios que, atacados en otros tiempos por la oposición, merecieron su fe ciega y desataron su ira contra los detractores.
Asturias necesita una estabilidad y un equilibrio para salir adelante. Y lo necesita ya. Lo que no es de recibo es que los dos actuales 'socios' se aferren a aquello de que "el fin justifica los medios", hagan de su capa un sayo y pongan la velocidad de crucero sin mirar a los lados o por el retrovisor.
Asturias no precisa volver a inventar una nueva modalidad del bipartidismo, sino una gestión eficaz y responsable de la cosa pública.
Para mal o para bien, este guión se vio quebrado por la entrada en escena del partido de Francisco Álvarez-Cascos. Foro Asturias Ciudadanos no solamente consiguió más diputados (aunque insuficientes para poder gobernar con normalidad) que PSOE y que PP, sino que dio al traste con la acomodaticia función de las dos grandes fuerzas políticas de ámbito nacional en el Principado.
El libreto escrito por los asturianos en 2011 trastocó todos los equilibrios cimentados hasta la fecha por esa particular versión astur del bipartidismo. Tras el atípico año de gobiero (¿....?) de Foro, los viejos protagonistas (parecían otras caras pero eran prácticamente los mismos) intentaron restablecer sus antiguas covachas: los populares, renunciando a cualquier posible entente con sus rivales del centro-derecha, y los socialistas, recurriendo de nuevo a los viejos socios de IU, apuntalados también, en este caso, por el imprescindible voto del único diputado de UPyD.
Pero ya no era posible una reposición de la antigua película porque se habían sumado al elenco nuevos protagonistas y éstos reclamaban su texto en el necesario guión actualizado. Fue otro año especial, con más forma que fondo y mucha mercadotecnia: el reino de la serenidad y el diálogo. Algo que se fracturó en el mismo momento en que los socialistas, acostumbrados a manejar a su antojo la cosa pública en esta comunidad, trataron de embolicar a sus socios con argumentos que la nueva coreografía era incapaz de admitir. De nada valieron los atrezos, candilejas y bambalinas con las que Javier Fernández y los suyos probaron a abrillantar sus cantos de sirena.
Al final, estábamos otra vez en el principio y solamente una entente entre los dos viejos "rivales" podía desatascar las cañerías. Y así ha sido.
Más allá de apriorismos 'ideológicos', Asturias inició recientemente un camino de colaboración entre los dos grandes partidos de ámbito nacional en un a modo de laboratorio de ensayo de una posible repetición en Madrid tras los comicios legislativos del próximo año. La previsible desafección con PSOE y PP en el voto de los españoles, apunta a que, llegado el momento, los 'feroces' rivales de los últimos años podrían llegar a mantenerse mutuamente en un original remedo de sus correligionarios alemanes.
En el Principado, la concreción de ese acercamiento se plasmó recientemente en un acuerdo para aprobar los créditos extraordinarios capaces de superar los problemas de una prórroga presupuestaria decidida por una amplia mayoría de la Junta General el pasado diciembre. El Partido Popular apeló a su sentido de la "responsabilidad" para apuntalar a un alicaido Ejecutivo autonómico que, mal que les pese a algunos, sigue disciplinadamente las políticas económicas y fincieras del Gobierno de Mariano Rajoy, también del Partido Popular.
Partiendo de que una de las señas de identidad del presidente asturiano es la "estabilidad", nadie mejor que los populares para ofrecérsela, dado que sus anteriores socios se han mostrado reiteradamente renuentes a devolverle sus votos.
Pero, cuando todo parecía encarrilado, han llegado otra vez los problemas por el afán de los socialistas por hacer las cosas a su manera. Tres créditos extraordinarios, uno de ellos retirado y los otros con evidentes indicios de ilegalidad. Pese a todo, PSOE y PP parecen haber encontrado su nuevo acomodo en este territorio y han decidido "sostenella y no enmendalla" y tirar para adelante desoyendo los informes de los servicios jurídicos del Parlamento autonómico. Pese a las críticas del resto de los grupos parlamentarios, el nuevo duopolio parece que ha marcado ya su 'hoja de ruta' y está decidido a sacarla adelante.
Sorprende que, especialmente los socialistas, rechacen los argumentos jurídicos de unos servicios que, atacados en otros tiempos por la oposición, merecieron su fe ciega y desataron su ira contra los detractores.
Asturias necesita una estabilidad y un equilibrio para salir adelante. Y lo necesita ya. Lo que no es de recibo es que los dos actuales 'socios' se aferren a aquello de que "el fin justifica los medios", hagan de su capa un sayo y pongan la velocidad de crucero sin mirar a los lados o por el retrovisor.
Asturias no precisa volver a inventar una nueva modalidad del bipartidismo, sino una gestión eficaz y responsable de la cosa pública.
viernes, 4 de abril de 2014
El PIB y la Armada Invencible
Aproveché esta mañana una visita personal a Oviedo para retomar contacto con el que se supone debe ser el escenario de la más genuina expresión de la acción política en Asturias, la Junta general del Principado. Y, por esas casualidades de la vida, coincidió en que accedí al salón de sesiones cuando el pleno abordaba esa cita mensual que corresponde a las preguntas que los grupos parlamentarios dirigen directamente al presidente de la comunidad autónoma.
A priori, la mecánica establecida para tramitar este tipo de iniciativas no da demasiado juego para el debate, ya que a la formulación estricta de cada pregunta de la oposición, el máximo mandatario autonómico responde -no Javier Fernández, sino todos- con expresiones más breves si cabe, cuando no con un monosílabo como "sí" o "no". Es una técnica recurrida por todos los presidentes de todos los signos, ya que le garantiza que su adversario tiene que echar toda la carne en el asador en su siguiente intervención para dejarle a él el último turno y la palabra final sin posibilidad de una nueva contrarréplica.
Si bien el debate se muestra renuente en este tipo de sesiones, la de ayer resultó especialmente interesante por las expresiones utilizadas y por dejar bien patente la nueva correlación de fuerzas existente en la Cámara.
Vaya por delante que el presidente del Principado regresó ayer a la actividad parlamentaria pletórico, si nos atenemos a su discurso. De ello dan fe todas las redes sociales con esa frase que dio la impresión de sorprenderle a él mismo después de haberla pronunciado: "Pactaría con el diablo con tal de mantener inversiones y servicios". Así se expresó ante las acusaciones del portavoz de Izquierda Unida de haberse echado en brazos del Partido Popular por el acuerdo alcanzado para sacar adelante los créditos extraordinarios que tratarán de paliar la prórroga presupuestaria. Inmediatamente, como si hubiera caído del caballo, se dirigió a la portavoz de los populares, Mercedes Fernández, para aclarar que no se refería a ella como si fuera el mismísimo Belcebú, y lo remató afirmando que éste, según los expertos en la materia, "es más cumplidor que algunos partidos políticos".
No fue la única página de ese nuevo texto que prometen escribir a dos manos en Asturias los dos grandes partidos nacionales. Si el presidente de Foro Asturias, tras unirse a la felicitación de los otros grupos por la recuperación de Javier Fernández, había ironizado sobre la relación entre una mejor salud y una mayor presencia parlamentaria de éste, la líder de los populares, a la que Cascos no había mencionado, aprovechó para lanzarle un puyazo al afirmar que si la salud se midiera por la presencia en el Parlamento, a "alguno" no le iría nada bien. Más claro, el agua.
Esta 'sintonía' entre socialistas y populares también está teniendo su efecto en la beligerancia de los otros grupos parlamentarios. Si UPyD, por boca de su único diputado, Ignacio Prendes, no pierde ocasión para afear la "pasividad" del Ejecutivo autonómico y, más concretamente, de su presidente, Izqierda Unida ha hecho de aquella amenaza de "frayar" a Javier Fernández una seña de identidad y no deja de fustigar su comportamiento con una actitud a ratos muy belicosa.
Mientras, el presidente asturiano, superados sus problemas cardiovasculares, parece sentirse bastante seguro con ese colchón que los populares le garantizan, por mucho que su Gobierno y Mercedes Fernández y los suyos se afanen en separar economía del resto. Ese colchón, o que el obligado reposo, aunque corto, le ha sentado bien porque se mostró esta mañana más suelto de lo habitual y algo más agresivo en sus contestaciones a sus dos antiguos socios.
Vamos, que la "Grösse Koalition" a la que me refería no hace tanto tiempo parece servida en el ámbito político asturiano. Ni siquiera cuando le tocó rebatir una pregunta de Mercedes Fernández sobre los recientes datos del crecimiento del PIB asturiano, claramente negativos -así lo tuvo que reconocer- llegó Javier Fernández a cargar, como hubiera hecho hace unos meses, contra el Gobierno de Mariano Rajoy y repartió algunas décimas de ese dato negativo entre el Ejecutivo de los populares y elementos naturales como los sucesivos temporales que han azotado Asturias en lo que va de año. A ellos responsabilizó de "unas décimas" menos en la cifra final del PIB regional por su repercusión en la producción de las distintas formas de energía. Como un moderno Felipe II, por un momento el mandatario asturiano pareció parafrasear aquello de "yo no mandé a mis barcos a luchar contra los elementos".
A priori, la mecánica establecida para tramitar este tipo de iniciativas no da demasiado juego para el debate, ya que a la formulación estricta de cada pregunta de la oposición, el máximo mandatario autonómico responde -no Javier Fernández, sino todos- con expresiones más breves si cabe, cuando no con un monosílabo como "sí" o "no". Es una técnica recurrida por todos los presidentes de todos los signos, ya que le garantiza que su adversario tiene que echar toda la carne en el asador en su siguiente intervención para dejarle a él el último turno y la palabra final sin posibilidad de una nueva contrarréplica.
Si bien el debate se muestra renuente en este tipo de sesiones, la de ayer resultó especialmente interesante por las expresiones utilizadas y por dejar bien patente la nueva correlación de fuerzas existente en la Cámara.
Vaya por delante que el presidente del Principado regresó ayer a la actividad parlamentaria pletórico, si nos atenemos a su discurso. De ello dan fe todas las redes sociales con esa frase que dio la impresión de sorprenderle a él mismo después de haberla pronunciado: "Pactaría con el diablo con tal de mantener inversiones y servicios". Así se expresó ante las acusaciones del portavoz de Izquierda Unida de haberse echado en brazos del Partido Popular por el acuerdo alcanzado para sacar adelante los créditos extraordinarios que tratarán de paliar la prórroga presupuestaria. Inmediatamente, como si hubiera caído del caballo, se dirigió a la portavoz de los populares, Mercedes Fernández, para aclarar que no se refería a ella como si fuera el mismísimo Belcebú, y lo remató afirmando que éste, según los expertos en la materia, "es más cumplidor que algunos partidos políticos".
No fue la única página de ese nuevo texto que prometen escribir a dos manos en Asturias los dos grandes partidos nacionales. Si el presidente de Foro Asturias, tras unirse a la felicitación de los otros grupos por la recuperación de Javier Fernández, había ironizado sobre la relación entre una mejor salud y una mayor presencia parlamentaria de éste, la líder de los populares, a la que Cascos no había mencionado, aprovechó para lanzarle un puyazo al afirmar que si la salud se midiera por la presencia en el Parlamento, a "alguno" no le iría nada bien. Más claro, el agua.
Esta 'sintonía' entre socialistas y populares también está teniendo su efecto en la beligerancia de los otros grupos parlamentarios. Si UPyD, por boca de su único diputado, Ignacio Prendes, no pierde ocasión para afear la "pasividad" del Ejecutivo autonómico y, más concretamente, de su presidente, Izqierda Unida ha hecho de aquella amenaza de "frayar" a Javier Fernández una seña de identidad y no deja de fustigar su comportamiento con una actitud a ratos muy belicosa.
Mientras, el presidente asturiano, superados sus problemas cardiovasculares, parece sentirse bastante seguro con ese colchón que los populares le garantizan, por mucho que su Gobierno y Mercedes Fernández y los suyos se afanen en separar economía del resto. Ese colchón, o que el obligado reposo, aunque corto, le ha sentado bien porque se mostró esta mañana más suelto de lo habitual y algo más agresivo en sus contestaciones a sus dos antiguos socios.
Vamos, que la "Grösse Koalition" a la que me refería no hace tanto tiempo parece servida en el ámbito político asturiano. Ni siquiera cuando le tocó rebatir una pregunta de Mercedes Fernández sobre los recientes datos del crecimiento del PIB asturiano, claramente negativos -así lo tuvo que reconocer- llegó Javier Fernández a cargar, como hubiera hecho hace unos meses, contra el Gobierno de Mariano Rajoy y repartió algunas décimas de ese dato negativo entre el Ejecutivo de los populares y elementos naturales como los sucesivos temporales que han azotado Asturias en lo que va de año. A ellos responsabilizó de "unas décimas" menos en la cifra final del PIB regional por su repercusión en la producción de las distintas formas de energía. Como un moderno Felipe II, por un momento el mandatario asturiano pareció parafrasear aquello de "yo no mandé a mis barcos a luchar contra los elementos".
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