Se habla mucho del bipartidismo y de su implantación omnímoda en la política española, en general, y también en la asturiana, en particular. Claro que por estos territorios su plasmación hasta hace muy pocos años se traducía en un duopolio enquistado donde gobernaban los socialistas, algunas veces con el inestimable apoyo de Izquierda Unida (cuando no los necesitaban "repudiaban" al comunismo), y los populares hibernaban en el cómodo y 'cálido' seno de atonía creado por los De Lorenzo, Sánchez y compañía. El modelo respondía al clásico reparto de papeles, sólo que en esta caso cada uno se acomodoba en su rol y la tradicional alternancia se situaba como un objetivo sin plazos.
Para mal o para bien, este guión se vio quebrado por la entrada en escena del partido de Francisco Álvarez-Cascos. Foro Asturias Ciudadanos no solamente consiguió más diputados (aunque insuficientes para poder gobernar con normalidad) que PSOE y que PP, sino que dio al traste con la acomodaticia función de las dos grandes fuerzas políticas de ámbito nacional en el Principado.
El libreto escrito por los asturianos en 2011 trastocó todos los equilibrios cimentados hasta la fecha por esa particular versión astur del bipartidismo. Tras el atípico año de gobiero (¿....?) de Foro, los viejos protagonistas (parecían otras caras pero eran prácticamente los mismos) intentaron restablecer sus antiguas covachas: los populares, renunciando a cualquier posible entente con sus rivales del centro-derecha, y los socialistas, recurriendo de nuevo a los viejos socios de IU, apuntalados también, en este caso, por el imprescindible voto del único diputado de UPyD.
Pero ya no era posible una reposición de la antigua película porque se habían sumado al elenco nuevos protagonistas y éstos reclamaban su texto en el necesario guión actualizado. Fue otro año especial, con más forma que fondo y mucha mercadotecnia: el reino de la serenidad y el diálogo. Algo que se fracturó en el mismo momento en que los socialistas, acostumbrados a manejar a su antojo la cosa pública en esta comunidad, trataron de embolicar a sus socios con argumentos que la nueva coreografía era incapaz de admitir. De nada valieron los atrezos, candilejas y bambalinas con las que Javier Fernández y los suyos probaron a abrillantar sus cantos de sirena.
Al final, estábamos otra vez en el principio y solamente una entente entre los dos viejos "rivales" podía desatascar las cañerías. Y así ha sido.
Más allá de apriorismos 'ideológicos', Asturias inició recientemente un camino de colaboración entre los dos grandes partidos de ámbito nacional en un a modo de laboratorio de ensayo de una posible repetición en Madrid tras los comicios legislativos del próximo año. La previsible desafección con PSOE y PP en el voto de los españoles, apunta a que, llegado el momento, los 'feroces' rivales de los últimos años podrían llegar a mantenerse mutuamente en un original remedo de sus correligionarios alemanes.
En el Principado, la concreción de ese acercamiento se plasmó recientemente en un acuerdo para aprobar los créditos extraordinarios capaces de superar los problemas de una prórroga presupuestaria decidida por una amplia mayoría de la Junta General el pasado diciembre. El Partido Popular apeló a su sentido de la "responsabilidad" para apuntalar a un alicaido Ejecutivo autonómico que, mal que les pese a algunos, sigue disciplinadamente las políticas económicas y fincieras del Gobierno de Mariano Rajoy, también del Partido Popular.
Partiendo de que una de las señas de identidad del presidente asturiano es la "estabilidad", nadie mejor que los populares para ofrecérsela, dado que sus anteriores socios se han mostrado reiteradamente renuentes a devolverle sus votos.
Pero, cuando todo parecía encarrilado, han llegado otra vez los problemas por el afán de los socialistas por hacer las cosas a su manera. Tres créditos extraordinarios, uno de ellos retirado y los otros con evidentes indicios de ilegalidad. Pese a todo, PSOE y PP parecen haber encontrado su nuevo acomodo en este territorio y han decidido "sostenella y no enmendalla" y tirar para adelante desoyendo los informes de los servicios jurídicos del Parlamento autonómico. Pese a las críticas del resto de los grupos parlamentarios, el nuevo duopolio parece que ha marcado ya su 'hoja de ruta' y está decidido a sacarla adelante.
Sorprende que, especialmente los socialistas, rechacen los argumentos jurídicos de unos servicios que, atacados en otros tiempos por la oposición, merecieron su fe ciega y desataron su ira contra los detractores.
Asturias necesita una estabilidad y un equilibrio para salir adelante. Y lo necesita ya. Lo que no es de recibo es que los dos actuales 'socios' se aferren a aquello de que "el fin justifica los medios", hagan de su capa un sayo y pongan la velocidad de crucero sin mirar a los lados o por el retrovisor.
Asturias no precisa volver a inventar una nueva modalidad del bipartidismo, sino una gestión eficaz y responsable de la cosa pública.
Acertadamente descrita la particular característica del bipartidismo astur.
ResponderEliminarY por abundar sobre la abrupta quiebra de aquel acomodado 'statu quo' que la aparición de FAC supuso, habría que recordar que el PP asturiano vio cómo se reducóa a la mitad el número de sus diputados, al mismo tiempo que a nivel nacional alcanzaba una desproporcionada mayoría absoluta y se hacía con la mayoría de las CCAA.
Para colmo, y tras el fugaz gobierno del FAC, víctima de sus errores de cálculo y del boicot de toda la oposición, apareció en el escenario político un incómodo intruso para las cuatro formaciones que ya contaban con representación institucional: el diputado único, el que amenazaba con romper el hipotético empate a 22 que nunca llegaría a consolidarse.
Así que tras el fracaso -y la advertencia- que supuso el experimento fullero ensayado por el PSOE a tres bandas, y ante la amenaza de los emergentes, los dos partidos mayoritarios a nivel nacional, los intérpretes y beneficiarios de este bipartidismo ventajista, han reconducido sus estrategias de confrontación ideológica al campo del fogueo de artificio, pero reafirmando ese pacto de hierro en defensa de "sus" (los suyos, los de los dos partidos mayoritarios) intereses y prebendas.
Y para ello no se detienen ni en la compostura ni en la legitimidad de sus coyuntas.