Como ocurre siempre que en el horizonte aparece la convocatoria de unos comicios, sean estos en el ámbito que sean, las europeas del próximo mes de mayo ya han echado a andar, sin ningún tipo de recato de sus protagonistas con los tiempos establecidos, aunque la campaña oficial todavía no haya comenzado.
Los candidatos ya confirmados y sus jefes de fila, con más o menos intensidad, se han lanzado a la calle con la habitual carga de mensajes orientados a embaucar a los medios informativos, para que estos hagan lo propio, luego, con sus lectores u oyentes.
De la lectura de los discursos políticos de estas últimas semanas llegamos a la constatación de que los viejos esquemas supuestamente ideológicos se despliegan sin freno. Son como las viejas pancartas de las fuerzas políticas extraparlamentarias que, arrumbadas en oscuras habitaciones durante la mayor parte del tiempo, reviven cada vez que hay una manifestación multitudinaria o una cita con las urnas. Nada importa que, entre medias, sus portadores se hayan ciscado en las leyendas que recogen. Los eslóganes y consignas están para usarlos cuando es necesario, parecen decirse entre sí estos profesionales de la mal llamada gestión pública.
El desfile de candidatos ha empezado ya y los problemas tradicionales de Asturias, desde la minería al desempleo, desde el declive industrial hasta los retrasos tecnológicos, resuenan jornada tras jornada en las voces potentes de los aspirantes a un cómodo y económicamente gratificante escaño en Estrasburgo, o de sus jefes de filas, los mismos que los han colocado en las listas con absoluto desprecio no ya sólo de la ciudadanía, sino incluso de sus bases de militancia.
Poco, por no decir casi nada, hemos oído de Europa, de su actual situación, de los cambios sobrevenidos con las sucesivas ampliaciones, de los problemas derivados del reparto de las ayudas orientadas a equilibrar una auténtica unión de estados. Tampoco de los cambios introducidos desde la última vez que millones de europeos fuimos llamados a votar para constituir el Parlamento común, del creciente papel de las propias instituciones comunitarias en detrimento de la hasta hace bien poco prepotente decisión de los estados miembros. No escuchamos cuáles son los verdaderos beneficios para España o para cada una de sus autonomías -en nuestro caso Asturias- subsiguientes a esta nueva ocasión de decidir directamnte con nuestro voto. Cierto que la situación económica, aquella que más preocupa a los ciudadanos, no encaja en esos parámetros al encuadrarse en un capitalismo global imposible de controlar desde instituciones políticas, por muy amplia que sea el número de países que las sustentan. No escuchamos hablar de Europa, no. Y eso que estamos refiriéndonos a los mismos que han llenado millares de titulares hablando profusa y ampulosamente de Europa como ideal durante años. Échame trigo y llámame gorrión.
Lejos de todo eso, lo que se nos transmite un día detrás de otro es la gastada dicotomía entre la derecha y la izquierda (ahora que como nunca antes se parecieron tanto), los logros de unos y los déficit de otros en el marco de ese cuadrilatero insignificante que es la piel de toro española.
Todos, los de siempre y los nuevos, no ocultan en momento alguno su interés relativo en estos comicios más allá de la posibilidad de sopesar fuerzas con vistas a lo que realmente les importa: los autonómicos y municipales del año próximo. Todos se enfrentan a la cita de mayo con el propósito de evaluar el posible alcance de su deterioro (en unos casos) o sus destacados avances (en otros).
Y al final, los ciudadanos seguimos a uvas y pensando que unas elecciones europeas tienen más que ver con el Partido Popular o con el Partido Socialista Obrero Español que con el futuro de un país que, desde su inicial ingreso en la Comunidad Europea, ha tenido que ir cediendo -algo, por otra parte, lógico- soberanía en aras de una unión que cada vez debería ser más amplia y homogenea.
Dado que la campaña en el sentido estricto aún no ha comenzado, habrá que confiar en que, aunque sólo sea por decencia, los aspirantes a ser uno más de los "culos de oro" de la UE se apliquen a lo que se les exige, desarrollen discursos un poco menos demagógicos e interesados y se esfuercen en una función más 'pedagógica' de sus obligaciones.
Europeas o nacionales, no deja de ser una buena oportunidad para dejar constancia de que los ciudadanos españoles, y más concretamente los asturianos, no nos sentimos representados ni por el PP ni por el PSOE. Tenemos muy claro que el verdadero interés que motiva a ambos es el puramente partidario y que sus desvelos se focalizan en obtener la mayor cuota de poder posible, secuestrando, como vienen haciendo de manera contumaz, la ninguneada soberanía del pueblo.
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