miércoles, 10 de diciembre de 2014

Pocas obreras y muchos zánganos

Una de los múltiples argumentos que acompañan al rechazo que los ciudadanos hacen de su clase política es la diferencia entre los objetivos formales que los aspirantes a integrar esta última plantean en sus promesas y programas y su verdadera actividad cuando alcanzan el estatus buscado.

"No nos representan" es el eslogan que han hecho suyo millones de españoles de unos años para acá, una consigna abonada por el desentendimiento de los cargos institucionales de las bases sobre las que han apoyado su ascenso. En dicha frase se concentra muy especialmente la materia prima que ha servido de caldo de cultivo para el alumbramiento y posterior crecimiento de alguna nueva opción  que está en la boca de todos.

Constatado este escenario, el principal problema es que los afectados no parecen darse por aludidos y, mientras adornan sus discursos con propósitos de cambio, cuando no de contrición, cuando parlotean a propósito de su convencimiento de que algunas cosas las han hecho mal, pese a todo ello -digo- mantinen su hoja de ruta sin alteraciones, siempre orientada a satisfacer intereses de partido o propios.

Aquí, en Asturias, la junta de portavoces del Parlamento regional ha decidido suspender las sesiones ordinarias hasta febrero con el argumento de que uno de los grupos políticos que la integran, en este caso el socialista, tiene compromisos de partido en Madrid que 'obligan' a algunos de sus representantes institucionales a ausentarse esta semana del territorio patrio para ir a rendir pleitesía a sus jóvenes deidades (aunque supongo que si les preguntamos a ellos dirán que van a la capital nada más y nada menos que "a arreglar el país", como a nivel de calle se decía hace muchos años).

No es de recibo a estas alturas que tan 'imporantes obligaciones' partidistas descuiden los verdaderos intereses asturianos, supuestamente representados a su máximo nivel en la Junta General del Principado. Tal es algo que deberían tener muy presente tantos cargos políticos e institucionales antes de salir pitando al 'corral' madrileño. Pero no escarmientan.

Hace no tantos meses se planteó un gran debate público sobre las asignaciones de los parlamentarios de nuestro territorio, alguna de ellas de difícil encaje ético en los tiempos que corren. Entonces, sus señorías se las apañaron para mantener el monto total de sus emolumentos mediante la aplicación de un a modo de ingeniería numérica que, como en el juego de los triles, movía cantidades de una partida a otra de manera que siempre estaban donde el que los maneja pretende para defender sus intereses.

Los debates pasan y la ciudadanía tiene efímera memoria, deben haber reflexionado para sí.

Ahora ya, un grupo parlamentario (podría haber sido cualquier otro) ha decidido suspender su actividad institucional, aquella por la que perciben un generoso 'salario' para orientar sus prioridades hacia la disciplina de la organización en la que militan, aquella misma -todo hay que decirlo- que incorpora o desecha su nombre de las listas bloquedas y cerradas que luego ofrecen al elector. Con la inestimable ayuda de otros colegas de distinto signo, claro está.

Y mientras algunos grupos de la oposición, con dudosa credibilidad, ponen su grito en el cielo, otros -los suficientes- acceden a la solicitud del mayoritario. Y lo hacen apelando a una soberana tontería que se ha convertido en moneda de cambio habitual. Me refiero a la llamada "cortesía parlamentaria", auténtico eufemismo que encubre el más vulgar "hoy por ti y mañana por mi", bajo el que se refugia un tácito acuerdo de que lo que ahora pretenden unos son prácticas comunes en la mayor parte de la vida política.

En la vida institucional española -en la asturiana también- los escenarios de representación se asemejan a las grandes colmenas de las abejas. Solamente que el equilibrio que la naturaleza introdujo en tales se rompe aquí con la disminución de las obreras y el crecimiento desordenado de los zánganos.

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