Tras el acuerdo con el Partido Popular para sacar adelante el proyecto presupuestario para 2015, el Gobierno del Principado ha entrado en una vorágine que trata de compaginar un apurado normativo de la legislatura y la entrada a fondo en una precampaña electoral frenética originada por el temor a unos resultados adversos que les obliguen a complicadas alianzas, cuando no a volver a la oposición.
Se dirá que el Ejecutivo tiene una clarísima y prioritaria función, gestionar la administración pública, y que la otra, la electoral, corresponde al partido, o sea a la Federación Socialista Asturiana. Pero, por suerte o desgracia, ambas se confunden casi siempre, y Javier Fernández sólo hay uno, dirige ambos y aspira a mantener los dos máximos puestos el año próximo.
El temor a una previsible dispersión del voto entre varias ofertas electorales y la experiencia de este sufrido mandato ha impulsado a los responsables de la organización socialista asturiana a echarse a los caminos para dirigir a sus paisanos mensajes de conciliación y confianza sazonados con el ya clásico (ahora más que nunca) "que viene el lobo".
El Ejecutivo autónomo y el partido que lo sustenta está muy tranquilo con la muleta que le han aportado los populares de Mercedes Fernández y confían en que, aún limitándose a los presupuestos, les va a permitir afrontar el final de la legislatura con la vista puesta en las urnas. Excesiva confianza, a fe mía, en otra fuerza política que, electoralmente, tiene los mismos objetivos.
La realidad es que Javier Fernández y su equipo, lanzados a la arena electoral, parecen haberse olvidado de lo más importante, las responsabilidades específicas del Gobierno, que tiene su basamento económico en un proyecto presupuestario, pero que agrupan un sinfín más de metas que precisan de la máxima atención.
Días atrás, hemos visto como el Ejecutivo autonómico ha quedado en evidencia con la tramitación de dos futuras leyes que figuran entre sus prioridades normativas, la de la transparencia y la del buen gobierno e incompatibilidades, plagada de defectos redaccionales y de fondo fruto del "copia y pega" derivado de las prisas. Las mismas que han llevado a la sala de mando del mismo Ejecutivo a impulsar un proyecto presupuestario desajustado como consecuencia de una primera redacción en solitario y la posterior incorporación de la rebaja de impuestos acordada con el Partido Popular.
Pero, de puertas afuera Javier Fernández enfrenta muchos más problemas, algunos derivados de la falta de entendimiento con un Gobierno de la nación de distinto signo y con pocas ganas de ayudarle. Una desafección que tiene ubicación muy concreta en estos momentos y al que se le pueden poner nombre y apellidos: el Ministerio de Industria y su titular, José Manuel Soria, respectivamente.
A los oídos sordos que dicho departamento hace a las angustiosas reclamaciones asturianas sobre una posible modificación de la tarifa energética para las grandes empresas que aún operan en nuestro territorio, verdadera soga al cuello para los intereses de este territorio, se ha unido en las últimas horas la negativa del Ejecutivo del Estado a abonar los 213 millones de euros pendientes de fondos mineros que la Audiencia Nacional le ha reconocido (fruto, hay que recordarlo, de la intervención del fallido Gobierno de Foro Asturias Ciudadanos). Item, el inclemente señor Soria reclama a Javier Fernández la devolución de 26 millones de euros de subvenciones ya concedidas.
Son conflictos complejos y de relevancia más que notable para la economía de la región que exigen la dedicación plena de un equipo de gobierno demasiado obsesionado por lo que le puedan deparar las urnas en 2015.
Los socialistas asturianos deberían retomar su calendario de prioridades y dedicar todos sus esfuerzos a llegar a mayo con una gestión responsable y acorde con los intereses de todos los asturianos. Quizá así podría también aprovechar el actual entendimiento con el PP para pedir a sus actuales socios en Asturias que aprovechen su "sintonía" con La Moncloa y Mariano Rajoy para tratar de resolver los conflictos antes mencionados. Sería otra buena muestra de "responsabilidad compartida" de los hasta ahora llamados dos grandes partidos políticos. Pero eso, seguramente me dirán, sería pedirle peras al olmo.
Un Gobierno al borde de un ataque de nervios, acosado, además de por la falta de ayudas (por cierto, ¿se han buscado?, ¿se ha hecho todo lo posible por obtenerlas?) y las prisas, por ser víctima de su conservadurismo, de su falta de iniciativas y de sus propios errores (no será necesario insistir en las últimas chapuzas conocidas).
ResponderEliminarEl tema de las hipotéticas alianzas a partir de las elecciones de mayo, va a estar complicado tras la previsible dispersión de las bancadas más clásicas. Probablemente no le sea suficiente al PSOE ni el apoyo del PP, siquiera para intentar conservar el (micro)sistema bipartidista al uso. Demasiados enemigos, alguno de nuevo cuño en la cresta de la ola.
Así que, a don Javier Fernández y a su equipo, no les vendría mal pertrecharse con unos buenos neoprenos. La mar está brava. Y fría, muy fría.