sábado, 19 de febrero de 2011

El enemigo político número uno

Tras un par de semanas de contemplación más o menos distanciada, vuelvo a esta tribuna alarmado por el raudo discurrir de los días que, casi sin darnos cuenta, van quermando etapas a la velocidad de una marcha olímpica hasta habernos llevado, casi sin darnos cuenta, a vernos embarcados en plena campaña electoral, al menos en los que a Asturias se refiere.

La laxitud con respecto a las etapas y los tiempos legales de nuestra ley electoral han hecho que los dos hasta ahora grandes partidos mayoritarios en la comunidad se hayan puesto las pilas alcalinas y no se den un momento de respiro en su intento de empezar a ganar los votos antes siquiera de que estén incluso formalizadas las candidaturas. Las imagenes del socialista Javier Fernández y de la popular Isabel Pérez-Espinosa están ya en vallas y cabinas con unos eslóganes que denotan más bien poca imaginación (no se puede pedir el voto al menos) en un intento, desde mi punto de vista, más de que los asturianos los reconozcan (una amplia mayoría no alcanza a detectar ni su fisonomía) que de presentar alternativas. Los actos, minoritarios casi siempre, tampoco ofrecen descanso en un intento especialmente orientado a lograr espacios en las páginas de los periódicos o tiempos en las parrillas audiovisuales. Lo peor de todo es que hasta ahora prácticamente el mensaje se ha reducido a los lugares comunes de siempre (adelgazamiento de la Administración pública incluida). Otras caras, aunque más de lo mismo.

En el fondo, creo que el principal problema de los dos candidatos mencionados es que están trabajando sobre un escenario que, si valía para otras ocasiones, no ocurre igual en ésta. Los comicios de mayo son una mesa de tres patas y hay una que todavía no ha aparecido en escena, con el consiguiente desequilibrio. Esa tercera pata es Foro Asturias y, muy especialmente, su líder "in péctore" (falta el congreso del 5 de marzo para ratificarlo, aunque no creo que a nadie le ofrezca la mínima duda), Francisco Álvarez-Cascos.

Tanto Fernández como Pérez-Espinosa saben perfectamente que en la próxima cita con las urnas el enemigo político número uno para las aspiraciones de ambos de ganar es precisamente el ex vicepresidente del Gobierno. Quizá precisamente por eso, y no porque no esté formalmente proclamado, ambos se están esforzando en mencionarle lo menos posible (ya lo hacen por ellos los ciudadanos en la calle) y los ataques generalmente son hiperbólicos, alusivos, pero no concretos con nombre y apellidos.

El candidato socialista se esfuerza en vender una política de izquierda, la de su partido, que hace tiempo brilla por su ausencia, acumula logros (¿...?) y, de vez en cuando, se refiere al "innombrable" hablando de la derecha rancia y caciquil. Algo parecido, pero ampliado, hace su rival del PP, que ataca a las políticas socialistas en el ámbito nacional y autonómico y solamente mediante apelaciones a la importancia del partido, del grupo, frente a los personalismos, hace una evidente referencia sin citarle a su ex compañero del PP y próximo rival entre los pesos pesados de la campaña para los comicios de mayo.

En el caso concreto de Pérez-Espinosa, la constancia de los riesgos de su designación ha llevado a la cúpula nacional de su partido a hacer un despliegue insólito y desconocido en Asturias desde hace años. En dos semanas han pasado por el Principado más dirigentes nacionales que en los últimos cuatro años. Soraya Sáenz de Santamaría, María Dolores de Cospedal, Esteban González Pons, Pío García Escudero, Carlos Floriano, y no sé si se me olvida alguno, han pasado por esta tierra tan "importante" para Génova con el objetivo de "prestar su apoyo indicional" a la candidata del PP a la Presidencia del Principado.

Decía anteriormente que, aunque se evite su mención, el 'fantasma' de Cascos ya está marcando (aparentemente por pasiva) esta campaña electoral superadelantada y, aunque Fernández y Pérez-Espinosa sean candidatos nuevos, han afrontado sus estrtegias para este periodo como si su enemigo público número uno ya hubiera subido al escenario.

Mientras tanto, Cascos sigue con su periplo por Asturias con dos o tres actos a la semana en los que más o menos repite su discurso de presentación y que se resume en devolver a los asturianos el orgullo de serlo y acabar con doce años de cohabitación cómoda entre PSOE y PP que han llevado a la región a contar con algunos de los peores datos económicos de España, donde ha perdido cualquier peso que en otro tiempo pudo tener. El ex ministro de Fomento no ha entrado en campaña, al menos en la tradicional que han emprendido sus rivales principales. Se limita a seguir una provechosa recolección que ha llevado a su partido, creado en enero, a contar ya con cerca de cinco mil afiliados, algo que con cualquier otra persona podría parecer irrealizable. Pero -ya lo he dicho otras veces- si el reclutamiento de adeptos directos es importante (para el PP la sangría diaria tiene que ser una verdadera tortura) el logro verdaderamente relevante con vistas a un resultado positivo, al que algunos no se atreven a poner techo, es el que se palpa en la calle, el que transmiten esas conversaciones que uno escucha cada día. Ya mencionaba en otra ocasión desde esta tribuna que quizá no todos los que lo digan llguen a hacerlo efectivo realmente, pero la frase de moda en la ciudadanía es "yo voy a votar a Cascos".

Será curioso ver, a partir del 5 de marzo, con un Cascos ya proclamado candidato de Foro Asturias, el giro que pueda experimentar la ya imparable campaña electoral. De seguro que, a partir de entonces, la estrategia será diferente y socialistas y populares van a coincidir en que el punto de mira de sus ecopetas hay que dirigirlo principalmente hacia el veterano político "resucitado". Como el mencionado es 'perro viejo' en esto, le supongo convenientemente preparado para la hace muchos meses anunciada aparición de dosieres desprestigiadores de su figura y su gestión, se levantará la veda del juego sucio y de la zancadilla, se recurrirán a los últimos extremos de las normas electorales para impedirle concurrir en igualdad de condiciones de los otros dos candidatos a debates y espacios televisivos (el suyo es un partido sin antecedentes, creado a partir de su personalidad incuestionable y esto con la ley en la mano puede ser utilizado en su contra); en fin, que será la pieza a abatir y en eso hay una previsible convergencia de los hasta el día de hoy teóricos antagonistas irreconciliables.

Por cierto, a propósito de los debates electorales, sería muy negativo e inadmisible que, amparándose precisamente en la norma legal, Fernández y Pérez-Espinosa nieguen a los asturianos un duelo a tres bandas y recurran a su condición de partidos históricos y con tradición electoral para relegar a Cascos. Un debate serio sin él sería descafeinar un necesario contraste de pareceres entre aquellos que probablemente vayan a tener que decidir el futuro del Principado para los próximos cuatro años.

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