Andan hoy los diarios digitales algo revueltos con una información que no por conocida deja de ser indignante en los tiempos que corren. Se trata de la confirmación del encargo al pintor Antonio López de un retrato de Francisco Álvarez-Cascos para la galería de 'ex' del Ministerio de Fomento.
Y no es que este tipo de adquisición sea atípica, ya que responde a una costumbre que afecta tanto a los diferentes departamentos del Ejecutivo como a las dos cámaras legislativas.. Lo que resulta escandaloso es el importe del cuadro, que supera los 190.000 euros con la inclusión del correspondiente IVA.
El actual Gobierno, a una pregunta del indesmayable Antonio Trevín -sí, el mismo de la heroíca imagen esgrimiento una lámpara minera en el Congreso- se cubre las espaldas resaltando que el contrato con el pintor madrileño lo firmó el anterior ministro del ramo, el socialista José Blanco; que es costumbre que el retratado elija a quien la va a 'inmortalizar', y que, por el momento, no se ha pagado nada porque el artista vivo español que, según creo, mantiene el récord en las subastas internacionales no ha entregado aún la obra.
También se hace notar que la pintura que tiene como protagonista al anterior presidente del Principado supone un fuerte desembolso, incluso si se compara con el anterior -triste- récord, el del último ex presidente del Congreso de los Diputados, el socialista José Bono, encargado a Bernardo Torrens con un coste de 82.600 euros.
En fin, que aquí el que no corre vuela. Cual si de jóvenes pijos se tratara con sus prendas de marca, nuestros políticos se disputan la firma de nuestros más reconocidos artistas para que dejen constancia para la posteridad, con su paleta de colores, del paso por la vida pública de éste o aquél personaje. Y todo ello dentro de la más absoluta normalidad más allá del escándalo farisaico, ora de unos ora de otros.
Que de tales costumbres se hagan leyes debería llenar de vergüenza a sus protagonistas e invitarles a abandonar su pavoneo en medio de esta feria de las vanidades en que se ha convertido la alta política.
domingo, 17 de junio de 2012
Un día de esperanza
Mientras las esperanzas o desesperanzas nacionales sitúan estos días el foco en objetivos exteriores -las elecciones griegas o la cumbre del G-20-, aquí, en Asturias, la semana que empieza tiene como referencia la huelga general convocada para mañana en las cuencas mineras, un punto de inflexión en el calendario de las protestas de los trabajadores del sector.
Hasta este momento, las movilizaciones han marcado un ritmo ascendente que, a mediados de la semana que está a punto de terminar, alcanzó su punto álgido con problemas graves en el desarrollo de las comunicaciones por carretera y ferrocarril, amén de la constantemente implementada lista de heridos y contusionados como consecuencia de los enfrentamientos entre mineros y policías.
Del resultado de la jornada de mañana va a depender en buena medida lo que pueda suceder en días venideros. No es demasiado especular si decimos que la siguiente estación de ese recorrido, especialmente si las cosas siguen como hasta ahora, pueda ser la convocatoria de una huelga general esta vez en el ámbito territorial del Principado. Pero, entre tanto, sería deseable que el desarrollo de la protesta localizada solamente en las comarcas mineras tuviera un desarrollo dentro de los cauces de racionalidad tendentes a evitar cualquier tipo de desenlace que enturbie aún más de lo que está el panorama regional. Y ésto tanto por parte de los afectados como por la del Gobierno y sus directrices a las fuerzas del orden público bajo su mando. Tal y como está el panorama, más que nunca hay que apelar a la serenidad y la templanza a la hora de afrontar el posible conflicto.
Simultaneamente, el Senado será también mañana escenario del debate de los Presupuestos Generales del Estado, texto en el que se recoge un recorte directo del 63% en las ayudas al carbón. Se trata, probablemente, de la última oportunidad normativa de evitar un golpe mortal a la minería autóctona, un golpe que amenaza con precipitar su cierre antes de ese horizonte anterior del año 2018.
Son más de uno y de dos los senadores del Partido Popular en las comunidades directamente afectadas que han sembrado las dudas sobre su disciplina de voto en dicha votación en la Cámara Alta. La fuerza política que sustenta mayoritariamente al Gobierno parece contar con margen suficiente para superar el sufragio díscolo de algunos de los suyos. No obstante, desde Génova ya han surgido voces de llamada a un 'prietas las filas'. ¡Bastante les está cayendo ya como para empeorar aún más su imagen internacional con disensiones internas!
Y, sin embargo, y a pesar de los antecedentes, ¿a quién le podría extrañar que un nativo de León, de Palencia o de Asturias siguiera los designios de su razón en sintonía con los ciudadanos que le eligieron? A nadie. Desgraciadamente, la triste experiencia nos dice que la disciplina de partido puede más que cualquier idea lógica.
El de mañana es pues un día destacado en el ya extenso calendario del conflicto. Y es un día que podría marcar un punto de inflexión en el desarrollo del mismo. Y hacerlo hacia un acercamiento a una esperanza de salida. Claro que para ello también sería necesario que el Gobierno de la nación y su ministro de Industria acompañasen su estribillo de llamadas a la negociación con un verdadero espíritu de diálogo, algo que hasta ahora no se ha vislumbrado ni por asomo.
Hasta este momento, las movilizaciones han marcado un ritmo ascendente que, a mediados de la semana que está a punto de terminar, alcanzó su punto álgido con problemas graves en el desarrollo de las comunicaciones por carretera y ferrocarril, amén de la constantemente implementada lista de heridos y contusionados como consecuencia de los enfrentamientos entre mineros y policías.
Del resultado de la jornada de mañana va a depender en buena medida lo que pueda suceder en días venideros. No es demasiado especular si decimos que la siguiente estación de ese recorrido, especialmente si las cosas siguen como hasta ahora, pueda ser la convocatoria de una huelga general esta vez en el ámbito territorial del Principado. Pero, entre tanto, sería deseable que el desarrollo de la protesta localizada solamente en las comarcas mineras tuviera un desarrollo dentro de los cauces de racionalidad tendentes a evitar cualquier tipo de desenlace que enturbie aún más de lo que está el panorama regional. Y ésto tanto por parte de los afectados como por la del Gobierno y sus directrices a las fuerzas del orden público bajo su mando. Tal y como está el panorama, más que nunca hay que apelar a la serenidad y la templanza a la hora de afrontar el posible conflicto.
Simultaneamente, el Senado será también mañana escenario del debate de los Presupuestos Generales del Estado, texto en el que se recoge un recorte directo del 63% en las ayudas al carbón. Se trata, probablemente, de la última oportunidad normativa de evitar un golpe mortal a la minería autóctona, un golpe que amenaza con precipitar su cierre antes de ese horizonte anterior del año 2018.
Son más de uno y de dos los senadores del Partido Popular en las comunidades directamente afectadas que han sembrado las dudas sobre su disciplina de voto en dicha votación en la Cámara Alta. La fuerza política que sustenta mayoritariamente al Gobierno parece contar con margen suficiente para superar el sufragio díscolo de algunos de los suyos. No obstante, desde Génova ya han surgido voces de llamada a un 'prietas las filas'. ¡Bastante les está cayendo ya como para empeorar aún más su imagen internacional con disensiones internas!
Y, sin embargo, y a pesar de los antecedentes, ¿a quién le podría extrañar que un nativo de León, de Palencia o de Asturias siguiera los designios de su razón en sintonía con los ciudadanos que le eligieron? A nadie. Desgraciadamente, la triste experiencia nos dice que la disciplina de partido puede más que cualquier idea lógica.
El de mañana es pues un día destacado en el ya extenso calendario del conflicto. Y es un día que podría marcar un punto de inflexión en el desarrollo del mismo. Y hacerlo hacia un acercamiento a una esperanza de salida. Claro que para ello también sería necesario que el Gobierno de la nación y su ministro de Industria acompañasen su estribillo de llamadas a la negociación con un verdadero espíritu de diálogo, algo que hasta ahora no se ha vislumbrado ni por asomo.
jueves, 7 de junio de 2012
Manolo
Ni la prima de riesgo, ni el selectivo Ibex, ni el precio del barril Brent, toda esa terminología que se ha hecho familiar entre el común de los ciudadanos; ni siquiera la Eurocopa,... Esta mañana no había bar, comercio o parque en Gijón donde la conversación no girase en torno al fallecimiento de Manolo Preciado. La noticia cayó como una bomba entre los madrugadores y con el paso de las horas el sentimiento de dolor se extendió como un fluido entre la ciudadanía. Era el tema del día, el motivo para hablar, la sorpresa.
Y es que, al margen de lo prematuro de su despedida definitiva, el entrenador cántabro había dejado su impronta personal en esta ciudad que le acogió durante seis años. Se trataba de una de esas personas que estampan su sello en el entorno social en que se desenvuelven. Era, como se dice popularmente, un paisano.
Pese a su salida temprana del Sporting en la temporada que recientemente ha finalizado, su paso por el club rojiblanco ha tenido un sello muy especial, bien diferente del que hayan podido dejar otros compañeros en años anteriores. Preciado ya ha quedado en la historia rojiblanca como el entrenador que devolvió al club a la Primera División después de diez interminables años en la categoría de plata. Hubo otros antes que él que lograron el ansiado retorno, pero quizá nadie logró esa comunión que el de Astillero selló con la afición gijonesa. Su paso por el fútbol local quedará ya como un hito en la historia balompédica, algo que no podrá nunca empañar la rescisión de su contrato hace unos meses, cuando el Sporting apuntaba a la Segunda División, algo que la solución buscada desde la Junta Directiva tampoco logró evitar.
Descansa en paz, Manolo.
Y es que, al margen de lo prematuro de su despedida definitiva, el entrenador cántabro había dejado su impronta personal en esta ciudad que le acogió durante seis años. Se trataba de una de esas personas que estampan su sello en el entorno social en que se desenvuelven. Era, como se dice popularmente, un paisano.
Pese a su salida temprana del Sporting en la temporada que recientemente ha finalizado, su paso por el club rojiblanco ha tenido un sello muy especial, bien diferente del que hayan podido dejar otros compañeros en años anteriores. Preciado ya ha quedado en la historia rojiblanca como el entrenador que devolvió al club a la Primera División después de diez interminables años en la categoría de plata. Hubo otros antes que él que lograron el ansiado retorno, pero quizá nadie logró esa comunión que el de Astillero selló con la afición gijonesa. Su paso por el fútbol local quedará ya como un hito en la historia balompédica, algo que no podrá nunca empañar la rescisión de su contrato hace unos meses, cuando el Sporting apuntaba a la Segunda División, algo que la solución buscada desde la Junta Directiva tampoco logró evitar.
Descansa en paz, Manolo.
lunes, 4 de junio de 2012
Pisoteando las líneas rojas
De acuerdo que por el momento se trata solamente de algo parecido a un rumor, que circula por los confidenciales y que el Gobierno no ha dejado pasar ni horas para desmentirlo. Sin embargo, en unos pocos meses Rajoy y los suyos nos han arreado tantas bofetadas por sorpresa, tantas collejas sin avisar, que uno escarmienta y a la más mínima se pone en alerta.
Sobre los llamados recortes, ajustes o cualquier otra terminología al uso utilizada para enmascarar el ataque sin piedad al 'estado del bienestar' -si a alguien le suena partidista que le ponga el nombre que prefiera- ya sabemos como se las gastan estos señores del Partido Popular. De su aleatoria distribución de las cargas derivadas de la crisis tenemos ya demasiados y sangrantes ejemplos que, por generalmente conocidos, renuncio a enumerar. Sin embargo, siempre hasta la fecha los actuales gobernantes y quienes les sustentan políticamente habían asegurado que, si había algo intocable, eran las pensiones. Esa seguridad ahora queda en entredicho porque, aunque repito que se trata de una de esas bolas de nieve que los mandatarios echan a rodar y ¡a ver qué pasa!, ante la exigencia de encontrar recursos aunque sea debajo de las piedras, las prestaciones por jubilación ya no son territorio sagrado.
En su empeño por hacerle las cuentas a Alemania, que ya nadie duda es la que ejerce el poder ejecutivo en España, Rajoy y su equipo están dispuestos a traspasar una de las últimas -¿...?- líneas rojas que la más mínima cordura impone. Ya lo han hecho con otras también muy importantes, pero no sé si son conscientes de que 'mandan' sobre un país envejecido, que cada vez tiene menos trabajadores activos y que, en la parte alta de la pirámide poblacional, son cientos de miles los que han pasado a ese colectivo antes de tiempo. De seguir por este camino es posible -yo no lo creo- que lleguen a solventar las grandes cifras de acuerdo con quienes les ordenan desde más al norte de nuestras fronteras; lo que sí parece seguro es que se van a encontrar con una población globalmente cabreada que tiene la capacidad para poner más en cuestión esa máxima no escrita de los periodos de ocho años para los mandatos en el Ejecutivo del Estado.
El español no es analfabeto social y son mayoría quienes entienden -entendemos- que estamos en periodos difíciles y que algo nos tiene que tocar a cada uno. Lo que no es de recibo es que todas las medidas adoptadas recaigan con dureza sobre los mismos de siempre mientras se protege a los sinvergüenzas que han llevado a nuestro país a la situación actual, algunos de su misma casta incluidos. Se pueden asumir muchas cosas, pero nunca el que estemos ya en la deriva de retornar al siglo XVIII perdiendo la condición de ciudadanos para recuperar el baldón de siervos.
Sobre los llamados recortes, ajustes o cualquier otra terminología al uso utilizada para enmascarar el ataque sin piedad al 'estado del bienestar' -si a alguien le suena partidista que le ponga el nombre que prefiera- ya sabemos como se las gastan estos señores del Partido Popular. De su aleatoria distribución de las cargas derivadas de la crisis tenemos ya demasiados y sangrantes ejemplos que, por generalmente conocidos, renuncio a enumerar. Sin embargo, siempre hasta la fecha los actuales gobernantes y quienes les sustentan políticamente habían asegurado que, si había algo intocable, eran las pensiones. Esa seguridad ahora queda en entredicho porque, aunque repito que se trata de una de esas bolas de nieve que los mandatarios echan a rodar y ¡a ver qué pasa!, ante la exigencia de encontrar recursos aunque sea debajo de las piedras, las prestaciones por jubilación ya no son territorio sagrado.
En su empeño por hacerle las cuentas a Alemania, que ya nadie duda es la que ejerce el poder ejecutivo en España, Rajoy y su equipo están dispuestos a traspasar una de las últimas -¿...?- líneas rojas que la más mínima cordura impone. Ya lo han hecho con otras también muy importantes, pero no sé si son conscientes de que 'mandan' sobre un país envejecido, que cada vez tiene menos trabajadores activos y que, en la parte alta de la pirámide poblacional, son cientos de miles los que han pasado a ese colectivo antes de tiempo. De seguir por este camino es posible -yo no lo creo- que lleguen a solventar las grandes cifras de acuerdo con quienes les ordenan desde más al norte de nuestras fronteras; lo que sí parece seguro es que se van a encontrar con una población globalmente cabreada que tiene la capacidad para poner más en cuestión esa máxima no escrita de los periodos de ocho años para los mandatos en el Ejecutivo del Estado.
El español no es analfabeto social y son mayoría quienes entienden -entendemos- que estamos en periodos difíciles y que algo nos tiene que tocar a cada uno. Lo que no es de recibo es que todas las medidas adoptadas recaigan con dureza sobre los mismos de siempre mientras se protege a los sinvergüenzas que han llevado a nuestro país a la situación actual, algunos de su misma casta incluidos. Se pueden asumir muchas cosas, pero nunca el que estemos ya en la deriva de retornar al siglo XVIII perdiendo la condición de ciudadanos para recuperar el baldón de siervos.
domingo, 3 de junio de 2012
Sin control
¿Quién nos iba a decir allá por los primeros meses de 2008, cuando los síntomas eran diáfanos y los reconocimientos esquivos, que íbamos a llegar a esto? ¿Cómo podíamos imaginar entonces que la crisis -el entonces presidente Zapatero utilizó por primera vez el término el 8 de julio de ese mismo año-, que tenía fecha de caducidad más o menos corta, según los diferentes opinadores, amenaza con ser indefinida y cada dia que amanece no sólo nos niega un rayo de esperanza, sino que nos oculta un poco más el sol?
El lenguaje político de entonces pretendía neutralizar la realidad negándose a nombrarla, recurría a todo tipo de eufemismos para enmascarar la verdad con una terminología rebuscada. Ahora, la situación es mucho peor y la realidad ha superado negativamente las predicciones más pesimistas. La economía española es un barco a la deriva y sus gobernantes ya no son capaces de manejarla, han perdido absolutamente el control, pese a lo cual siguen aquella misma táctica cosmética de ocultar bajo rebuscadas palabras los rasgos más oscuros de nuestra situación actual.
Decíamos de José Luis Rodríguez Zapatero y sus gobiernos que transmitían con sus medidas una imagen de improvisación permanente, más guiadas por los embates puntuales de la recesión que por una política global encaminada a paliarla. Ahora, sus sucesores, con un escenario aún peor, han elegido el mismo guión y su gestión ya es incapaz de ofrecer la mínima confianza, tanto hacia sus conciudadanos como hacia el exterior. En sólo cinco meses han abocado las esperanzas de una mayoría amplia de votantes a la más triste de las depresiones. Y, por mucho que se esfuercen en conjugar la riqueza del lenguaje español, ya no son capaces de estimular en el depauperado cuerpo social un poco de aliento, fruto de esos vaivenes con que nos machacan un día sí y otro también, aunque las medidas siempre se manifiesten insuficientes para las exigencias de los "Mercados".
Pero todo engaño tiene su final. Y en este caso parece que está próximo. El punto y aparte, que no punto final, parece estar en la intervención, la particular palabra maldita para el equipo de Rajoy, que se desgañita negando la mayor de una deriva que parece inevitable. Hoy mismo un portavoz del partido que sustenta al Ejecutivo mayoritario ha manifestado que, si hubiera intervención, tampoco sería el "apocalipsis". Es sólo el principio. Habra que ponerse a cubierto.
El lenguaje político de entonces pretendía neutralizar la realidad negándose a nombrarla, recurría a todo tipo de eufemismos para enmascarar la verdad con una terminología rebuscada. Ahora, la situación es mucho peor y la realidad ha superado negativamente las predicciones más pesimistas. La economía española es un barco a la deriva y sus gobernantes ya no son capaces de manejarla, han perdido absolutamente el control, pese a lo cual siguen aquella misma táctica cosmética de ocultar bajo rebuscadas palabras los rasgos más oscuros de nuestra situación actual.
Decíamos de José Luis Rodríguez Zapatero y sus gobiernos que transmitían con sus medidas una imagen de improvisación permanente, más guiadas por los embates puntuales de la recesión que por una política global encaminada a paliarla. Ahora, sus sucesores, con un escenario aún peor, han elegido el mismo guión y su gestión ya es incapaz de ofrecer la mínima confianza, tanto hacia sus conciudadanos como hacia el exterior. En sólo cinco meses han abocado las esperanzas de una mayoría amplia de votantes a la más triste de las depresiones. Y, por mucho que se esfuercen en conjugar la riqueza del lenguaje español, ya no son capaces de estimular en el depauperado cuerpo social un poco de aliento, fruto de esos vaivenes con que nos machacan un día sí y otro también, aunque las medidas siempre se manifiesten insuficientes para las exigencias de los "Mercados".
Pero todo engaño tiene su final. Y en este caso parece que está próximo. El punto y aparte, que no punto final, parece estar en la intervención, la particular palabra maldita para el equipo de Rajoy, que se desgañita negando la mayor de una deriva que parece inevitable. Hoy mismo un portavoz del partido que sustenta al Ejecutivo mayoritario ha manifestado que, si hubiera intervención, tampoco sería el "apocalipsis". Es sólo el principio. Habra que ponerse a cubierto.
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