domingo, 28 de abril de 2013

Con el dinero de todos

Atinaba días atrás mi compañero y amigo Alberto Menéndez al situar el foco, en su comentario habitual de 'La Nueva España', sobre la escasa diligencia mostrada hasta la fecha por los grupos de la Junta General del Principado a la hora de reformar algunos aspectos escandalosos de las retribuciones de sus parlamentarios.

Tras el 'escándalo' que supuso el que se hiciera público que un diputado del Partido Popular, concretamente Alfonso Román López González, del Partido Popular, cobraba kilometraje por sus supuestos desplazamientos desde su Tapia natal hasta Oviedo, aunque tenga domicilio en esta ciudad, también pudimos saber que esta práctica estaba normativamente consolidada y que tales partidas no eran excepción, sino generalizadas al conjunto de sus señorías con residencia fuera de la capital del Principado y referidas a todos los días del año con independencia de los periodos de sesiones del Parlamento asturiano. Una cantidad fija y, además, no sujeta a tributación por expreso deseo de los representantes de la soberanía popular asturiana.

No tan jaleada, pero igualmente reprochable ha sido la confirmación de que los mismos parlamentarios han venido cobrando otra partida fija mensual para manutención y gastos de representación. Algo parecido aunque mucho más modesto a la impresentable práctica de los parlamentarios en las Cortes Españolas puntualmente denunciada y ahora 'bendecida' por el Tribunal Supremo a raíz de una querella presentada por Democracia Real Ya.

No son ilegales estos cobros, dicen los afectados. Pues claro. Como que la normativa que los regula la han aprobado ellos mismos. Faltaría más.

Lo que parece meridianamente claro es que han sido pillados 'in fraganti'. De no ser así no se habrían puesto manos a la obra para intentar maquillar de alguna manera el cobro de unas cantidades a todas luces incompatibles con los tiempos que corren y las penurias de millares de sus conciudadanos.

Pero, como decía, lo preocupante ahora es el tiempo que se están tomando los 'padres de la patria chica' para resolver un problema que, una vez detectado, no se presenta especialmente complicado salvo para sus propios bolsillos. Es más, con tal dilación echan sobre sus espaldas las sospechas de que el plazo que reclaman para despejar las incógnitas responde más a su interés por salir lo menos perjudicados posible que al objetivo de solventar el problema.

Aunque en otro plano diferente, en paralelo hemos conocido que el el líder del PSOE en Gijón, Santiago Martínez Argüelles, cobró 87.000 euros como consejero de Liberbank el pasado año, una cifra sangrante a juicio no ya tanto de sus rivales políticos como de una gran mayoría de los asturianos. De nada ha servido que el concejal socialista dijera que tenía previsto hacer públicos esos emolumentos en estas fechas. Lo cierto es que sólo han salido a la luz cuando los ha hecho públicos 'El Comercio'. Como tampoco sirve que ahora informe de que el pasado año pagó más de 54.000 euros a Hacienda (evidentemente no por aquella cantidad, sino por el conjunto de sus ingresos) y 'regaló' otros 20.000 a su partido. Es indecente, y punto.

Y como en todas parte cuecen fabes, también estos días nos enteramos que el alcalde de Mieres, Aníbal Vázquez, de Izquierda Unida, cargó a las arcas municipales los gastos ocasionados por él y otros tres compañeros de formación para participar en la 'marcha minera' de julio del pasado año. Sus explicaciones atribuyendo tal práctica a una representación "institucional" o el compromiso de devolver ese dinero (una cantidad insignificante para lo que estamos hablando) si se lo pide la oposición, no empece para considerar inadmisible tal actitud.

Son algunos casos recientes, aunque los medios informativos se encargan de agrandar la nómina día sí y día también. En Asturias y en Andalucía, en Castilla-La Mancha o en Galicia. Y, por supuesto, en Madrid. Como muestra vease el caso de dos ministros, Miguel Arias Cañete y Ana Mato, que recientemente se han gastado cientos de miles de euros en reformar y reamueblar sus respectivas sedes. Otra práctica que no suele responder a ningún color político específico, como si cada nuevo miembros del Gobierno accediera a su departamento después de que sus antecesores, cual banda desbocada de 'okupas', hubiera destrozado todo antes de abandonar.

Y estoy hablando en todos los casos de conductas ciudadanamente reprobable, aunque no delictivas, al menos a priori. En los juzgados se tramitan en estos momentos 1.661 causas de corrupción política o financiera, con lo que aquí sí que estamos hablando de presuntos delitos

Pero, por encima de la clasificación de cada una de esas prácticas, la realidad es que existe un amplio espectro de la llamada clase política que juega al 'monopoly' y no lo hace con su dinero, sino con el de todos los españoles. Y esto, digan lo que digan los implicados, es éticamente obsceno.

martes, 23 de abril de 2013

Hombre blanco hablar con lengua de serpiente

Nos hemos acostumbrado ya de tal manera a que el cinismo y la hipocresía formen parte del lenguaje de nuestra clase política que, generalmente, prestamos poca atención a las continuas declaraciones de quienes se llaman nuestros representantes atizando el fuego contra los incumplimientos del contrario.

Esto, que es una práctica común en izquierda, derecha y centro, tiene en nuestra región un auténtico campeón, un 'number one' que se ha caracterizado durante su extensa carrera institucional por predicar como un auténtico sofista según su posición estaba del lado del púlpito o en la de los feligreses. Se trata -a nada que uno haya seguido la historia reciente de esta comunidad ya lo habrá adivinado- de Antonio Trevín, el político asturiano con un más extenso historial de cargos de relevancia (presidente del Principado, alcalde de Llanes, delegado del Gobierno, diputado en Madrid por su circunscripción,...), quien se ha despachado ayer a gusto contra el Ejecutivo del Estado a propósito de los previsibles incumplimientos del Ministerio de Fomento en materia de infraestructuras para con el Principado de Asturias.

Asegura el veterano político socialista que va a ser "imposible" que el Gobierno de Rajoy acabe la Autovía del Cantábrico este año. Pues no hacía falta contar con su briullante currículo para afirmar tamaña evidencia. Y seguramente tampoco en 2014. Lo que resulta chocante es que sea él quien se convierta en abanderado de las reclamaciones, la misma persona que durante los años de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero asumió el papel de heraldo de las malas nuevas con respecto a los temporalmente deslizantes incumplimientos del Ministerio al que él representaba en este territorio.

Y no es que se pueda poner en cuestión el meollo de sus críticas, puesto que -repito- es evidente. Lo que ocurre es que no se trata más que de un nuevo episodio en la constante tomadura de pelo de los gobiernos de Madrid hacia Asturias, tanto socialistas como populares.

Alguna vez he dejado constancia en esta tribuna del contraste entre las triunfales declaraciones de los sucesivos ministros sobre plazos y fechas y la evidencia de los hechos cuando aquellos daban cumplimiento. Probablemente algún día se pueda decir -si no ya- que la Autovía del Cantábrico es la obra de mayor duración de toda la historia de las infraestructuras españolas. Las hemerotecas de la comunidad están repletas de titulares que, de haberse hecho realidad, facilitarían el mejor recorrido por carretera a través de la Cornisa Cantábrica hace ya algunos lustros.

Y resulta también llamativo que Trevín se refiera a los subtramos en marcha del trazado Llanes-Unquera cuando, al menos en la actualidad, se han iniciado, algo impensable durante su virreinato en la zona apoyado por sus compañeros en Oviedo y en Madrid. Como también es chocante que resalte el mayor ritmo que las obras tienen en los ya escasos kilómetros que todavía están pendientes en Galicia frenta al ritmo de los anteriormente citados y del Otur-Villapedre, ambos en Asturias. ¡Como si esto fuera una novedad! Cuando Zapatero accedió por vez primera al Ejecutivo de la nación, Asturias arrastraba interminables retrasos en sus obras. Para entonces, Galicia disponía aún de buena parte de su trazado pendiente de ejecución, fruto, en realidad, no de un desprecio de Madrid hacia la vecina comunidad, sino de la inicial concepción de esta gran vía transcantábrica orientada de Oriente hacia Occidente.

Sin embargo, en esos siete años de gestión socialista los gallegos vieron como sus calzadas avanzaban a buen ritmo mientras aquí se ralentizaban las obras ya en marcha y se posponía la adjudicación de las pendientes. Claro que al frente de la cartera estaba un gallego, José Blanco, quien tiraba para los suyos, en paralelo con los esfuerzos de sus compañeros asturianos para argumentar sobre la poca importancia que tiene el contar con un ministro de la tierra a la hora de reivindicar.

Trevín, como otros muchos compañeros del mismo signo y del contrario, parece mantener la teoría de que la memoria es frágil y la ciudadanía olvida en cuanto pasan unos meses. Pero se equivocan. Los asturianos tenemos memoria y sabemos que, como en aquellas películas antiguas, "hombre blanco hablar con lengua de serpiente". Ahora ese hombre blanco es Antonio Trevín, aunque antes de él ha habido muchos precedentes. Ninguno tan notable en esta faceta, también es verdad.

miércoles, 10 de abril de 2013

Aduladores

Al igual que ocurre habitualmente cuando una persona socialmente relevante abandona este mundo, esa otra 'muerte' anticipada que es la retirada de la primera línea en la actividad en la que marcó pautas da pie a que las lanzas se tornen en picas y se conviertan en legión aquelllos que prodigan las alabanzas y los halagos hacia aquella persona que, en algunos casos, vilipendiaron anteriormente.

Ayer anunció su retirada definitiva (antes ya había aventurado otras fallidas) el que fuera durante tantos años secretario general del Sindicato de los Obreros Mineros de Asturias y uno de los verdaderos muñidores de la transformación del socialismo asturiano a partir de la transición. Esa decisión ha destapado el tarro de las esencias de propios y extraños que han encontrado en el rico diccionario de la lengua española todos los apelativos precisos para glorificar su figura.

Sin embargo, la biografía sindical y política de José Ángel Fernández Villa está plagada de luces y sombras. Desde un segundo plano, él fue quien realmente controló la evolución de la Federación Socialista Asturiana tras su legalización; él fue quien quitó y puso, no siempre con acierto, a sus dirigentes. Nadie concebía un giro relevante en la formación política que no pasase previamente el filtro del 'pozo' principal ubicado en la langreana plaza de la Salve. Y cuando llegó el momento de dar forma a las instituciones autonómicas del Principado, también la 'hoja de ruta' pasaba pos sus manos, desde la composición de listas electorales y reparto de cuotas hasta la decisión de mantener o retirar la confianza en la persona que había de representar al socialismo a los más altos niveles.

Es verdad que en todo ese proceso nunca cedió a los cantos de sirena de la pléyade de aduladores que mayoritariamente le rodeaban para recordarle que él, y no otra persona, era el jefe, y que en el momento que quisiera podía pasar a ser el cartel de los socialistas asturianos y ocupar, con toda probabilidad, el despacho presidencial de Suárez de la Riva. Fernández Villa, como algunos históricos mandatarios, prefería mandar al campo de batalla a sus mariscales y dirigir la estrategia desde su 'cueva'.

En el ámbito sindical las cosas no fueron muy diferentes, aunque en este caso tuvo que conformarse con ser una de las 'patas' de la mesa obligado por el potencial del sindicato del Metal de la UGT, poderoso a través de su presencia en ciudadaes industriales como Gijón o Avilés. Pero también aquí supo hacer valer su influencia mediante la práctica de una 'guerra de guerrillas' amparada por el otrora potencial poder en el mundo laboral de las cuencas mineras. Fruto de esta notable fuerza en la región, al veterano líder del SOMA le han crecido multitud de ayudantes, seguidores y, también, hay que decirlo, 'bufones'. Cuando Fernández Villa aparecía en un gran público su cortejo no desmerecía del de un monarca.

Pero el paso del tiempo es implacable y su transcurrir deterioró progresivamente el poder del sindicalista. La progresiva reducción del sector minero asturiano, en lo sindical, y el arrumbamiento a nivel nacional del llamado 'guerrismo' hizo que, poco a poco, el de Tuilla viera mermados sus apoyos. En el ámbito político, no obstante, supo conservar su capacidad de decisión merced a su capacidad para dotar al socialismo asturiano de una pátina de pureza frente al relajamiento de los principios de Pablo Iglesias que se detectaban en la sede madrileña de Ferraz. Así, el Principado consiguió durante algunos años más ser la 'reserva espiritual' de su ideología.

Escuchándole ayer anunciar públicamente su retirada, me vino a la memoria una imagen de hace unos pocos años, aquí mismo, en Gijón. Acababa de finalizar un mitin de José Luis Rodríguez Zapatero en el Palacio de los Deportes y José Ángel abandonaba el recinto acompañado de un compañero del sindicato con el que comentaba el discurrir del acto público. Ni delante ni detrás estaban todos aquellos dirigentes políticos, ni decenas de altos cargos o gestores de grandes empresas públicas, ni las miriadas de aduladores que formaban su 'corte' en idénticas circunstancia de anteriores ocasiones. similares Fue un 'flash' de la transformación del líder omnipresente en objeto de referencia histórica.

Su última aventura poniéndose al frente de las movilizaciones mineras del pasado año ha terminado por jibarizar su ya precaria salud de años anteriores. Fue más su presencia icónica la que le devolvió al primer plano, pero la machacona realidad le ha obligado a apartarse del camino.

lunes, 8 de abril de 2013

La fe ya no da para más

Leí ayer por la mañana con mucha atención la incisiva entrevista que mi compañero y amigo Andrés Suárez le ha hecho al actual presidente del Principado, y he querido intencionadamente esperar unas horas antes de emitir opinión alguna sobre las palabras de Javier Fernández.

El mandatario asturiano pasa habitualmnete por ser un político atípico, entendiendo por tal que no responde a las pautas habituales de prodigalidad en el verbo y práctica del autobombo. Más bien, su imagen es la de un gestor tímido a la hora de la verborrea, prudente en las afirmaciones y sentencias y distante desde el punto de vista mediático.

Sin embargo, cuando acepta el reto de enfrentarse durante dos horas a un profesional de la información sabe que las obviedades y los silencios a medias no dan resultado, especialmente si la persona que le interroga manifiesta la voluntad de no conformarse con vericuetos y escapismos.

Dicho esto, tengo que decir que Javier Fernández ha vuelto a demostrar una vez más que no consigue dar la talla de presidente en una comunidad como la nuestra que exige soluciones a demasiados problemas y no se conforma con buenos propósitos.

De tan largo repaso a la situación de Asturias me quedo con dos detalles preocupantes. El primero, ya obvio en cualquier gobernante, es el de delegar toda la culpa en los demás, ya sean los antecesores, ya los que se sitúan en un escalón superior de las administraciones del Estado. Partido Popular y Foro, en el Principado, y el Gobierno de Mariano Rajoy, en Madrid. Consecuencia de todo ello es que la solución al gran problema que preocupa ahora a sus paisanos, el del paro, con más de cien mil asturianos sin empleo, lo diluye Javier Fernández en la crisis global, y el hecho de que durante su primer año de mandato solamente haya hecho que crecer se traduce en la aseveración simplista de que dicha lacra es en una de sus principales preocupaciones. Escasa motivación para los afectados, a los que no ofrece una mínima salida a la esperanza. Al contrario, remedando a Churchill, les promete más sangre, sudor y lágrimas.

Cierto que las herramientos de un pequeño gobierno autonómico como el asturiano son manifiestamente precarias. Pero eso ya lo sabían tanto él como quienes desde otras siglas compitieron con él por la Presidencia de la comunidad. Afirmar que no se dispone de recursos con los que gestionar es inadmisible, incluso en épocas tan difíciles como las actuales. A fin de cuentas, si las personas elegidas, sean del signo que sean, se muestran incapaces de solventar los problemas algunos se preguntarán "¿Para qué los queremos entonces? Con lo que cuestan".

La segunda observación sobre las largas declaraciones del señor Fernández recáe también en algo a lo que nos tienen acostumbrados este tipo de personajes públicos y que no es otra cosa que el recurso a la fe. No estamos bien ni lo vamos a estar a corto plazo, pero próximamente mejorará. Y para ello pide paciencia a los asturianos. Nada diferente a lo que la pasada semana, en su falsa rueda de prensa, hacía el presidente del Gobierno de la nación al conjunto de sus ciudadanos. Y, como entonces, hay que decir que resulta difícil atarse los machos durante tanto tiempo más, sobre todo cuando hemos llegado a los niveles económicos del Principado. A 2013 todavía le queda mucho tramo y no se puede exigir que la gente aguante sin respirar debajo del agua por encima de cualquier límite razonable.

Además, aunque pudieran, ya nadie está dispuesto a confiar en esa nueva arcadia cuyo inicio ahora se cifra en el año próximo, sobre todo cuando, desde que se inició la crisis, los sucesivos gobernantes y principales dirigentes políticos han situado sistemáticamente en el siguiente el año del inicio de la recuperación.

El presidente del Principado reclama una prórroga para su gestión y asegura que, si se le concede, "Asturias arrancará con fuerza y de forma sostenida". Tal titular me ha retrotraido al que a primeros de 2009 daba su antecesor socialista, Vicente Álvarez Areces, ya inmersos de lleno en la crisis: "Fuimos los últimos en entrar en la crisis y seremos los primeros en salir". Esto decía entonces ante el Pleno de la Junta General del Principado, cámara representativa de la voluntad de los asturianos. Con estos mimbres, ¿qué cestos podemos hacer?

miércoles, 3 de abril de 2013

Palabras de moda

Nuestra sociedad necesita periódicamente ir enriqueciendo su vocabulario. Este proceso no siempre se corresponde con la efervescencia propia del lenguaje diario; los medios de comunicación contribuyen asiduamente, unas veces con más fortuna que otras, a la incorporación de términos que, si bien han tenido como origen más habitual el lenguaje anglosajón hasta llegar a un proceso inequivocamente colonizador, en otros momentos han optado por palabras provenientes de otros idiomas, incluso de las variables que en otros lugares del mundo presenta el nuestro propio.

Podría decirse que precisamos cada semana, cada mes, renovar ese vocabulario con términos que enraizan en la actualidad informativa, incluso algunos que forman parte ya del uso cotidiano habitual en nuestras conversaciones, pero que adoptan una nueva significación al estar relacionados directamente con personas o situaciones de la vida pública del día a día.

Son palabras de moda, que se instalan en nuestras conversaciones con naturalidad aunque hasta ese momento apenas recurríamos a ellas para expresarnos. Y de la misma manera que llegan, se olvidan al cabo de cierto tiempo y vuelven a lo más recóndito del baúl de la memoria o retornan a su lugar de procedencia dejando tras de sí solamente viejos titulares de periódico.

Sería interesante que algún analista realizara un estudio pormenorizado sobre este tipo de actitudes. Material no le va a faltar a nada que repase lo que ha sido nuestra vida social de unos cuantos años para acá.

En este momento, probablemente -artículos y preposiciones aparte- no haya un vocablo que sea el tan utilizado cotidianamente por millones de españoles. Se trata del término de origen argentino "escrache", tomado prestado del país hermano para simbolizar las actividades de la plataforma antidesahucios frente a la clase política manifestando su descontento en el ámbito de su vida privada. Un recurso absolutamente razonable desde el punto de vista de que un sólo témino sirve para manifestar un proceso complejo y posiblemente sin un sinónimo corto en el español habitual.

Lo malo es que la concentración ante el domicilio de un cargo público por su contribución a que las cosas hayan llegado al punto en el que están ya se compatibiliza con lo que hacemos a diario en las tiendas, en los bares, el los lugares de recreo. Ahora todo el mundo encuentra en sus conversaciones rutinarias la forma de colar "escrache" en sus frases. Da igual que venga a cuento o no. Es una palabra de moda y no se puede quedar uno estancado. Hace unas semanas no había forma de entablar una conversación sin que algún interlocutor te soltase la palabra "sobre", a propósito de la presumiblemente delictiva actividad del ex tesorero del Partido Popular Luis Bárcenas. Se comenzó, como es habitual, por los chistes, para pasar pronto a convertir el término en recurrente, precisándolo muchos hasta para hacer su compra en la carnicería.

Se trata de un proceso que, al parecer, es normal y que va a seguir eternamente, con la consiguiente renovación periódica, pero yo me niego a que alguien desde fuera decida en qué forma voy a estar expresándome en los próximos días. Por eso prometo no volver a utilizar el término "escrache" de aquí en adelante, y ello a pesar de mis simpatías sinceras hacia esa plataforma que ha tenido que coger el toro por los cuernos para tratar de resolver un problema sangrante que los mismos políticos que lo han originado se niegan a solventar, por mucha verborrea que quieran echarle al asunto.