miércoles, 27 de abril de 2016

¡Váyanse señores candidatos!

Dice un refrán popular que dos no discuten si uno no quiere. A renglón seguido, podríamos colegir que dos no se ponen de acuerdo si una de las partes no lo desea. Y qué decir si en vez de dos son tres, o cuatro los invitados. Pues algo de esto se podría asimilar a estos cuatro meses de "impasse" político en los que la ineptitud o la falta de voluntad de las fuerzas políticas que lograron representación el 20 de diciembre pasado nos han sumido. No había buenas perspectivas optimistas desde aquella misma noche electoral. Y algunos lo señalamos. Pero el paso del tiempo y el convencimiento de que una nueva cita con las urnas no sera solución para nada dejaron abierto un margen para la esperanza. Muy pronto se vio que los intereses partidistas, disfrazados de grandilocuentes discursos ideológicos, eran un obstáculo prácticamente insalvable para llegar a alguna meta que ofreciera un atisbo de ilusión a la ciudadanía. En este tiempo se ha hablado mucho, pero, como rezaba aquella tópica frase de los pieles rojas norteamericanos, "hombre blanco hablar con lengua de serpiente". Se proclamaba una cosa y se adivinaba otra bien diferente.

En estos cuatro meses que han desembocado en la ya segura convocatoria de nuevos comicios ha habido actitudes marcadamente obstrucionistas y otras que, tras su apariencia de responsabilidad, no disimulaban un objetivo único, la toma del poder por el camino que garantizara la meta. Nunca -eso pienso yo- ha habido ni por unos ni por otros una voluntad real de dotar a los españoles de un Gobierno que diera una estabilidad al Estado, si no pasaba por sus intereses particulares. La pluralidad que arrojaron el pasado año las urnas, lejos de orear la democracia, la ha inundado de un olor bastante nauseabundo, algo que ya han captado los españoles y que mucho me temo que se dejará sentir el 25 de junio próximo. Las encuestas lo dicen, pero mucho más a las claras se aprecia en los comentarios de aquí y de allá, esos en los que un ciudadano se expresa sin cortapisas ni miedos, por muy viscerales que sean sus opiniones
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Ahora, vamos a acudir de nuevo a votar, pero en un escenario no muy diferente al de la anterior cita. Las encuestas apuntan a algunos nuevos equilibrios, pero nada garantiza que los desencuentros de este último periodo vayan a desaparecer por el simple hecho de emitir un nuevo sufragio. Los protagonistas ya están haciendo sus cálculos y buscan esa suma complicada que arroje una mayoría suficiente para ocupar La Moncloa. Los obstrucionistas, los posibilistas y los absolutistas cuentan y recuentan sobre esas mismas meras hipótesis que son las encuestas y que rechazan cuando no les sonríen.

Mientras tanto, los españoles nos miramos al espejo con cara de tontos y nos preguntamos si vale la pena volver a las urnas para votar a las mismas personas y los mismos programas que en diciembre.
Porque el balance de todo este tiempo transcurrido desde entonces no arroja ningún saldo positivo. Más bien un fracaso generalizado de todos aquellos en los que pusimos nuestra confianza para gestionar este país. Son otra vez los mismos perros y con los mismos collares. Dejando de lado el coste económico que este escenario supone -que no es moco de pavo-, el hastío se ha adueñado de quienes tenemos la última palabra a través de nuestro sufragio.

Otra vez el mismo Rajoy, otra vez Pedro Sánchez, de nuevo Pablo Iglesias, una vez más Albert Rivera. ¿En cualquier otro escenario que no fuera el político sería imaginable esta reiteración? Creo que no, que a aquellos a los que se les da una responsabilidad y se muestras totalmente incapaces de sacarla adelante se les manda a la calle.

Creo que fue una alta responsable de Compromis quien hace algunas semanas planteó que, de verse abocados a unas nuevas elecciones, no deberían de repetir como candidatos ninguno de quienes fueron cabeza de cartel el 20 de diciembre.Ninguno. Quien no se muestra capaz de estar a la altura del encargo del pueblo español debería tener la decencia de echarse a un lado. Claro que entonces no estaríamos hablando de partidos políticos ni mucho menos de España.
¡Vayanse señores candidatos!

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