Las encuestas son algunos de esos instrumentos que, de la misma manera que unos se aferran a sus previsiones, otros se aprestan a desechar sus resultados. Son encuestas, acaban todos por decir o, más sutilmente, aquello de que la única valida es la resultante del voto de los ciudadanos el día en que son llamados a las urnas.
En lo que sí coinciden amplias mayorías es que los resultados demoscópicos sirven para marcar una tendencia o, dicho en lenguaje llano y vulgar, sirven para extraer un máximo común denominador que aproxima sus números a una supuesta realidad.
Estamos precisamente ahora en un periodo especialmente sensible para practicar con profusión ese tipo de consultas y, aunque mucho antes de la nueva convocatoria de comicios ya habían empezado a proliferar como hongos, recientemente -y no digamos lo que nos espera en las próximas semanas- se han convertido en información recurrente en todos los medios informativos, sea por las consabidas oleadas del Centro de Investigaciones Sociológicas como por la iniciativa de prensa, radio o televisión de diverso pelaje, llegando en algunos casos a provocar sonrojo tras comprobar la ficha de los diferentes trabajos.
Tan escaso rigor, cuando no partidismo, hace que la acumulación de datos de muy variada credibilidad contribuyan a distorsionar esa "tendencia" que resulta de la suma sin criterio de tal cantidad de cifras.
Y es aquí donde, a mi entender, existe un peligro real. Se habla muchas veces de la influencia de la opinión "publicada" en millares de ciudadanos que se quedan con los titulares y las generalidades de esa cantidad de "ruido" informativo. Se trata de una influencia real y nada despreciable. No es que quiera subestimar la inteligencia de los españoles, pero no se debe obviar la presión que en numerosos grupos de ellos ejercen esa comunicación desbordada.
No me voy a detener a reseñar cuáles son en estos momentos esas "tendencias", especialmente en lo que se refiere al actual "cuatripartidismo" resultante de las elecciones del 20 de diciembre del pasado año. Están en boca de todos y acaban por convertirse en opinión "pública" a nada que nos detengamos a escuchar las conversaciones calles, bares o mercados. Son muchos los que dan por hecho mucho antes de acercarnos a las urnas que tal fuerza política va a mejorar, aunque sea ligeramente, o que tal otra verá caer sus apoyos de forma más o menos relevante.
Esto es algo que cala en la mente de muchos votantes y que adquiere un posible peso real en la decisión que puedan tomar el próximo mes de junio. Y ello pese al innegable desencanto resultante de cuatro meses absolutamente perdidos.
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