Acostumbraba a decir un veterano político asturiano hace unos cuantos años que la mejor manera de enfrentarse a un problema que no tiene solución -o que no se quiere solucionar, simplemente- es crear una comisión, ya sea informativa, de estudio o de investigación. Probablemente la frase no fuera propia, sino copiada de algún colega de ámbito superior, estatal, o incluso internacional. Lo cierto es que siempre me pareció que en esas palabras se reflejaba uno de los vicios más frecuentados por la clase política para tapar sus vergüenzas (o desvergüenzas, que de todo hay).
Dentro de ese conglomerado de equipos disciplinares o multidisciplinares, con frecuencia los periodistas aceptamos la terminología de quienes los promueven y nos referimos a esos grupos como "comisión de expertos" o, aún peor, "comité de sabios". Me lo ha recordado hoy una breve reseña en la primera página de "El País" que reza textualmente: "Los sabios plantean crear una tasa turística municipal". Estamos hablando del equipo encargado de elaborar un documento para afrontar la reforma de la financiación de las comunidades locales, texto que hoy mismo van a entregar al Ministerio de Hacienda. Cuánta sustancia gris habrán derramado esa panda de iluminados para llegar a tal conclusión? Al final, su dictamen no difiere demasiado, salvando el nombre del tributo, de tantos y tantos de estos "teams" que confluyen siempre en la vía de la presión fiscal sobre la ciudadanía cada vez que las arcas de las instituciones públicas tiemblan . Nunca aparecen en sus "sabias" palabras los términos referentes a rebajas o recortes de esos otros gastos en "recursos humanos" -en este caso municipales- referidos a sueldos, dietas o complementos de esa pleyade de cargos, ayudantes, asesores y demás que se comen un buen bocado de la recaudación que, religiosamente, pagamos los contribuyentes. Por cierto, no se explica muy bien si los cargos públicos tienen que recurrir a esos "expertos" o "sabios" para qué necesitan esa inmensa red clientelar que configuran su séquito.
Para quienes tenemos el vicio de seguir leyendo la prensa diaria -sí, esa cada día más denostada y responsable (dicen) de casi todos los males de este país- encontrarte con frecuencia con la noticia de la creación de una de estas comisiones resulta desalentador y, mucho más, cuando el equipo en cuestión presenta sus conclusiones a bombo y platillo.
Yo me pregunto si, de verdad, es necesario juntar a un grupo de personas con rimbombantes títulos y extensísimos currículos para llegar a las metas habituales. O, también, para qué perder tiempo y presupuestos en la elaboración de recetas que podrían ocurrírsele a cualquier pardillo de esos que pululan por la vida política y social española. Desde luego, si a estas personas les aplicáramos la teoría del mundo empresarial y financiero -muchos están en él o muy próximos- seguramente habría que recurrir a la carta de despido. Y, con la papela habría que preguntarse qué es, para nosotros, hoy en día un experto o un sabio.
miércoles, 26 de julio de 2017
lunes, 24 de julio de 2017
Esti huevu, sal quier
Habría que estar muy alelado para pasarlo por alto. Me refiero al inusitado interés que en los últimos meses está demostrando el Partido Popular, el que gobierna este país, por visitar y hacer promesas relacionadas con inversiones u objetivos que tienen como destinataria la villa de Gijón.
Como es lógico, aquello que más resalta es todo lo que tiene que ver con las infraestructuras. Estos proyectos son siempre aquellos que despiertan la atención por su "visibilidad". Y no es extraño, por ello, que tengamos una semana sí y otra también al ministro de Fomento pisando suelo asturiano y manifestando promesas y poniendo equis en el calendario para la concreción de alguna importantes obras.
No tiene ahora responsabilidad ejecutiva, pero su antecesora en la cartera y ahora cabeza visible de la Mesa del Congreso de los Diputados ha anunciado su presencia en la comitiva presidencial de la inminente edición de la Feria Internacional de Muestras de Asturias, una costumbre de otros tiempos -la presencia de destacadas autoridades de las instituciones del Estado- que ahora el partido de Mariano Rajoy parece querer recuperar.
Y por eso uno se pregunta por las razones de este manifiesto cambio de actitud, por ese repentino interés por los habitantes de este "remoto" lugar cuya desafección hacia la derecha les hizo desentenderse durante lustros de cualquier tipo de atención personalizada.
A uno, que ya sabe más por viejo que por diablo, se le antoja que toda esta parafernalia responde a un evidente interés nada desinteresado. Se trata de una hipotesis y, como tal, discutible y contestable, pero se me antoja que alguien en la derecha española ha tomado la "foto" del final del periodo de dos años que quedan para culminar el mandato municipal del actual equipo de Foro y, más concretamente, el anunciado retiro de la regidora de la villa de Jovellanos, Carmen Moriyón.
Si la alcaldesa cumple su reiterada intención de dejar el bastón de mando local, y si también abandonan con ella algunos miembros veteranos de su equipo de gobierno, parece obvio que el partido de Francisco Álvarez-Cascos tiene muy pocas, por no decir ninguna, opción real de mantener el control de esta última "ínsula" del sorprendente control regional que alcanzó en su primer concurso electoral la organización creada por el ex ministro en unos pocos meses (a veces nos acordamos de Macron). Y como para muestra vale un botón, ahí está el residual grupo parlamentario en la Junta General o la presencia en coalición con los populares en las últimas citas electorales del Estado.
Creo -y ya empiezo a desbordar el discurso de las hipótesis- que el PP ha decidido que le ha llegado la hora de gobernar Gijón, que tras veinticinco años de equipos socialistas y seis más de "casquismo" la opción de sentar a una persona del partido en el sillón de primer mandatario de la villa es más cercana que nunca antes. Y que como funciona aquello de que "obras son amores..." hay que aplicarse a la receta desde ya.
Habría que partir de que Foro ya no va a ganar los comicioss, pero tampoco va a desaparecer. Sí parece normal que, en un primer momento, se formalizase una coalición municipal de ambas fuerzas políticas y que las listas electorales, con concesiones a los foristas, las controlarían los populares.
Y la primera opción de estos sería su actual presidente local, Mariano Marín. Pero se trata de un hombre de escaso carisma y nula imagen para un cartel electoral.
La segunda, más concordante con el objetivo, sería recurrir a un "mirlo blanco", uno de esos "paisanos" a los que los vecinos conocen por su actividad pública sea del tipo que sea y no necesariamente política. Aunque tampoco esta fórmula les ha funcionado precisamente a la mayor parte de los partidos, a los populares en particular.
La tercera, obvia supongo para el hipotético lector de estas líneas, sería recuperar a Mercedes Fernández para la causa local, un retorno al pasado que no estoy muy seguro que la presidenta regional quisiera asumir. Su carrera se forjó en Gijón y siempre aspiró a gobernar a sus conciudadanos, aunque sin éxito hasta la fecha. En todo caso, parece el producto más vendible, ya que la organización regional no creo que no creo que incluya en sus presupuestos, al menos seriamente, la posibilidad de un triunfo en el ámbito autonómico, lugar natural en estos momentos de "Cherines".
Voy a aventurar una cuarta opción. Imaginemos que PP y Foro llegan a la entente sobre la base de que solamente juntos pueden repetir unos resultados que les den la Alcaldía, y supongamos que unos y otros no obvien el papel que Carmen Moriyón ha tenido en estos seis años -que bien podrían ser ocho- de mandato y que converjan en el objetivo de convencer a la doctora de que puede seguir cuatro años más con un equipo reforzado. Me dirán que los deseos de unos y las convicciones de otra están en franca oposición, pero también a ellos habría que recordarles que la anterior alcaldesa, Paz Fernández Felgueroso, del PSOE, aguantó un tercer mandato presionada por los suyos cuando en público -pero sobre todo en privado- había ratificado que le había llegado la hora de retirarse. Al final, no fue así.
En fin, como decía, en definitiva puede que todo sea una "paja mental" del que escribe y la realidad se encargue dentro de un año o año y medio de poner al adivino en evidencia. Lo que está claro es que -como decía al principio- la atención que muestra en estos momentos el partido que gobierna en este país hacia Asturias, en general, y a Gijón, en particular, no debería considerarse superfluo ni pasarlo por alto. Como decimos por aquí, más parece que "esti huevu sal quier".
Como es lógico, aquello que más resalta es todo lo que tiene que ver con las infraestructuras. Estos proyectos son siempre aquellos que despiertan la atención por su "visibilidad". Y no es extraño, por ello, que tengamos una semana sí y otra también al ministro de Fomento pisando suelo asturiano y manifestando promesas y poniendo equis en el calendario para la concreción de alguna importantes obras.
No tiene ahora responsabilidad ejecutiva, pero su antecesora en la cartera y ahora cabeza visible de la Mesa del Congreso de los Diputados ha anunciado su presencia en la comitiva presidencial de la inminente edición de la Feria Internacional de Muestras de Asturias, una costumbre de otros tiempos -la presencia de destacadas autoridades de las instituciones del Estado- que ahora el partido de Mariano Rajoy parece querer recuperar.
Y por eso uno se pregunta por las razones de este manifiesto cambio de actitud, por ese repentino interés por los habitantes de este "remoto" lugar cuya desafección hacia la derecha les hizo desentenderse durante lustros de cualquier tipo de atención personalizada.
A uno, que ya sabe más por viejo que por diablo, se le antoja que toda esta parafernalia responde a un evidente interés nada desinteresado. Se trata de una hipotesis y, como tal, discutible y contestable, pero se me antoja que alguien en la derecha española ha tomado la "foto" del final del periodo de dos años que quedan para culminar el mandato municipal del actual equipo de Foro y, más concretamente, el anunciado retiro de la regidora de la villa de Jovellanos, Carmen Moriyón.
Si la alcaldesa cumple su reiterada intención de dejar el bastón de mando local, y si también abandonan con ella algunos miembros veteranos de su equipo de gobierno, parece obvio que el partido de Francisco Álvarez-Cascos tiene muy pocas, por no decir ninguna, opción real de mantener el control de esta última "ínsula" del sorprendente control regional que alcanzó en su primer concurso electoral la organización creada por el ex ministro en unos pocos meses (a veces nos acordamos de Macron). Y como para muestra vale un botón, ahí está el residual grupo parlamentario en la Junta General o la presencia en coalición con los populares en las últimas citas electorales del Estado.
Creo -y ya empiezo a desbordar el discurso de las hipótesis- que el PP ha decidido que le ha llegado la hora de gobernar Gijón, que tras veinticinco años de equipos socialistas y seis más de "casquismo" la opción de sentar a una persona del partido en el sillón de primer mandatario de la villa es más cercana que nunca antes. Y que como funciona aquello de que "obras son amores..." hay que aplicarse a la receta desde ya.
Habría que partir de que Foro ya no va a ganar los comicioss, pero tampoco va a desaparecer. Sí parece normal que, en un primer momento, se formalizase una coalición municipal de ambas fuerzas políticas y que las listas electorales, con concesiones a los foristas, las controlarían los populares.
Y la primera opción de estos sería su actual presidente local, Mariano Marín. Pero se trata de un hombre de escaso carisma y nula imagen para un cartel electoral.
La segunda, más concordante con el objetivo, sería recurrir a un "mirlo blanco", uno de esos "paisanos" a los que los vecinos conocen por su actividad pública sea del tipo que sea y no necesariamente política. Aunque tampoco esta fórmula les ha funcionado precisamente a la mayor parte de los partidos, a los populares en particular.
La tercera, obvia supongo para el hipotético lector de estas líneas, sería recuperar a Mercedes Fernández para la causa local, un retorno al pasado que no estoy muy seguro que la presidenta regional quisiera asumir. Su carrera se forjó en Gijón y siempre aspiró a gobernar a sus conciudadanos, aunque sin éxito hasta la fecha. En todo caso, parece el producto más vendible, ya que la organización regional no creo que no creo que incluya en sus presupuestos, al menos seriamente, la posibilidad de un triunfo en el ámbito autonómico, lugar natural en estos momentos de "Cherines".
Voy a aventurar una cuarta opción. Imaginemos que PP y Foro llegan a la entente sobre la base de que solamente juntos pueden repetir unos resultados que les den la Alcaldía, y supongamos que unos y otros no obvien el papel que Carmen Moriyón ha tenido en estos seis años -que bien podrían ser ocho- de mandato y que converjan en el objetivo de convencer a la doctora de que puede seguir cuatro años más con un equipo reforzado. Me dirán que los deseos de unos y las convicciones de otra están en franca oposición, pero también a ellos habría que recordarles que la anterior alcaldesa, Paz Fernández Felgueroso, del PSOE, aguantó un tercer mandato presionada por los suyos cuando en público -pero sobre todo en privado- había ratificado que le había llegado la hora de retirarse. Al final, no fue así.
En fin, como decía, en definitiva puede que todo sea una "paja mental" del que escribe y la realidad se encargue dentro de un año o año y medio de poner al adivino en evidencia. Lo que está claro es que -como decía al principio- la atención que muestra en estos momentos el partido que gobierna en este país hacia Asturias, en general, y a Gijón, en particular, no debería considerarse superfluo ni pasarlo por alto. Como decimos por aquí, más parece que "esti huevu sal quier".
viernes, 30 de junio de 2017
Fagocitosis
Como ocurre periódicamente, anda Izquierda Unida estos días agitada en un debate que gira alrededor de la "identidad". Desde que a nivel federal la coalición decidiera "empotrarse" en Podemos han pasado muchas cosas, y casi ninguna buena para el partido que remonta su ideología al histórico Partido Comunista de España. Pese a las advertencias de algunas minorías -con la organización asturiana al frente- el partido que capitanea Alberto Garzón tomó la decisión de conformar Unidos Podemos como suma de los dos grupos de la izquierda, una vez que el PSOE había abandonado años atrás su condición de integrante de ese espacio político. Los mas aseguraban que la adición representaría más representación institucional y los menos que había bastante más que perder que ganar. El tiempo está dándoles la razón a los segundos. La imagen del que hace poco más de un año era el líder mejor valorado, el citado Garzón, se ha ido diluyendo cual azucarillo en agua, fruto de la presión mediática y representativa de Pablo Iglesias y los suyos. Hasta el propio interesado asomaba tímidamente esta misma semana a la opinión pública para solicitar una papel más visible para él y sus compañeros. Pólvora en salvas. A estas alturas de la película la fagocitosis salvaje que representa la acción del partido morado ya ha consumido buena parte de las células del tejido que encarnara IU.
Como en otros momentos de la historia, Asturias se ha constituido desde el principio -como queda reseñado- en último reducto de las señas de identidad de la coalición de izquierdas. No es ajeno a esta situación la condición de líder que en este territorio tiene Gaspar llamazares, quien siempre advirtió de los riesgos que unirse a los "podemitas" representaban para su organización. De hecho, no solamente no ha habido una confluencia de ambas formaciones en las instituciones de la comunidad autónoma sino más bien todo lo contrario. la entente no es precisamente "cordiale".
Ahora, fruto de las presiones federales, el debate sobre los aspectos de una futura confluencia electoral de Izquierda Unida y Podemos ha vuelto a colocarse sobre el tapete. Hay que reducir a los rebeldes del "nuevo Pelayo", parecen haberse propuesto desde Madrid. Vano empeño. Como corresponde a una organización bien engrasada desde abajo la maquinaria identitaria se ha puesto en marcha y el referéndum interno promovido desde las bases- que ahora mismo se estará celebrando- va a arrojar una segura victoria del "sí" a la presencia de la coalición con siglas y programa propios en los comicios autonómicos de 2019. De ser así, sólo cabe esperar que la realidad convenza a otras organizaciones territoriales de IU y vuelvan a creerse que, aunque siempre en condición minoritaria, tienen un papel real en la izquierda de este país. Bajo el yugo de Podemos nunca llegarán más allá de un puñadito de diputados o concejales, los que le quieran dar los morados.
Dice la definición que "fagocitar es un término que se utiliza principalmente en la biología para señalar aquel fenómeno mediante el cual una célula asimila otro tipo de célula o elemento para consumirlo o para destruirlo". Ninguna imagen mejor para ilustrar lo que está pasando en la izquierda española. Y, por cierto, si el nuevo Partido Socialista Obrero Español del errático Pedro Sánchez pretende reubicarse en ese espacio debería plantearse que la insaciabilidad de un omívoro Pablo Iglesias es una advertencia seria de lo que podría ser el futuro de la vetusta organización que creara otro Pablo Iglesias.
Como en otros momentos de la historia, Asturias se ha constituido desde el principio -como queda reseñado- en último reducto de las señas de identidad de la coalición de izquierdas. No es ajeno a esta situación la condición de líder que en este territorio tiene Gaspar llamazares, quien siempre advirtió de los riesgos que unirse a los "podemitas" representaban para su organización. De hecho, no solamente no ha habido una confluencia de ambas formaciones en las instituciones de la comunidad autónoma sino más bien todo lo contrario. la entente no es precisamente "cordiale".
Ahora, fruto de las presiones federales, el debate sobre los aspectos de una futura confluencia electoral de Izquierda Unida y Podemos ha vuelto a colocarse sobre el tapete. Hay que reducir a los rebeldes del "nuevo Pelayo", parecen haberse propuesto desde Madrid. Vano empeño. Como corresponde a una organización bien engrasada desde abajo la maquinaria identitaria se ha puesto en marcha y el referéndum interno promovido desde las bases- que ahora mismo se estará celebrando- va a arrojar una segura victoria del "sí" a la presencia de la coalición con siglas y programa propios en los comicios autonómicos de 2019. De ser así, sólo cabe esperar que la realidad convenza a otras organizaciones territoriales de IU y vuelvan a creerse que, aunque siempre en condición minoritaria, tienen un papel real en la izquierda de este país. Bajo el yugo de Podemos nunca llegarán más allá de un puñadito de diputados o concejales, los que le quieran dar los morados.
Dice la definición que "fagocitar es un término que se utiliza principalmente en la biología para señalar aquel fenómeno mediante el cual una célula asimila otro tipo de célula o elemento para consumirlo o para destruirlo". Ninguna imagen mejor para ilustrar lo que está pasando en la izquierda española. Y, por cierto, si el nuevo Partido Socialista Obrero Español del errático Pedro Sánchez pretende reubicarse en ese espacio debería plantearse que la insaciabilidad de un omívoro Pablo Iglesias es una advertencia seria de lo que podría ser el futuro de la vetusta organización que creara otro Pablo Iglesias.
El término fagocitar es
un término que se utiliza principalmente en la biología para señalar a
aquel fenómeno mediante el cual una célula fagocita o asimila otro tipo
de célula o elemento para consumirlo o para destruirlo.
... via Definicion ABC https://www.definicionabc.com/salud/fagocitar.php
... via Definicion ABC https://www.definicionabc.com/salud/fagocitar.php
El término fagocitar es
un término que se utiliza principalmente en la biología para señalar a
aquel fenómeno mediante el cual una célula fagocita o asimila otro tipo
de célula o elemento para consumirlo o para destruirlo.
... via Definicion ABC https://www.definicionabc.com/salud/fagocitar.php
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El término fagocitar es
un término que se utiliza principalmente en la biología para señalar a
aquel fenómeno mediante el cual una célula fagocita o asimila otro tipo
de célula o elemento para consumirlo o para destruirlo.
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sábado, 24 de junio de 2017
El chivo expiatorio
Si alguno, en algún momento, se había convencido de que el reciente congreso federal del Partido Socialista Obrero Español había marcado el inicio de la salida de la crisis en la que la organización ha estado sumida estos últimos años, el tiempo y los hechos se han venido encargando de desengañarle. No ha hecho falta que pasaran más que algunas semanas para que las intenciones de la nueva mayoría se manifestaran a las claras con el repuesto secretario general y su guardia de corps dispuestos a pasar facturas de los convulsos momentos que dieron con el primero fuera del sillón de mando.
Y no es que quien se alzó con una victoria incuestionable en la cita congresual no esté legitimado para tomar las decisiones más relevantes y rodearse para ello de los más afines (hago un paréntesis para expresar mi convencimiento de que las habituales componendas de porcentajes en los órganos de dirección de cualquier grupo político no me parecen operativas desde el punto de vista de la dirección de esas organizaciones). Ha sido más bien en las segundas lecturas y en específicos comportamientos en donde traslucieron los objetivos de venganza por los acontecimientos de aquel célebre comité federal, con sus antecedentes y consecuentes más próximos. Las manifestaciones públicas -que aún siguen- de unos y de otros apelando a la "unidad" no han logrado enmascarar el convencimiento de que las aguas internas mantienen la misma turbulencia que en la citada fecha histórica.
Un ejemplo de lo antedicho lo estamos viviendo en Asturias. Aquí, el secretario general de los socialistas tiene que convivir con su imagen de mandatario de la comisión gestora que dirigió el timón nacional durante los últimos meses y, por ende, con la "lacra" de ser quien permitió gobernar a Mariano Rajoy y "desmontar" las pretensiones de Pedro Sánchez de "radicalizar" el partido, sin citar su apoyo expreso a la perdedora Susana Díaz en el cónclave de hace solamente unos días.
Los argumentos que se han facilitado para justificar una doble crisis de gobierno en pocas semanas son los recurridos y, como tales, difíciles de creer. Si bien las salidas de Pachi Blanco, antes, y de Belén Fernández, ahora, no podrían identificarse con su adscripción "sanchista", tampoco se puede negar que el nuevo panorama interno del PSOE tiene mucho que ver en las obligadas remodelaciones del Ejecutivo de una región que se ha caracterizado, precisamente, por todo lo contrario en su reciente historia autonómica.
Javier Fernández, con dos años por delante de mandato si no ocurre un cataclismo, es un valor amortizado entre los suyos; es más, yo diría que devaluado hasta límites próximos al "bono basura". Salvo los incondicionales de siempre, cada vez son más los que buscan que no se les relacione con él: es un "apestado" y es más que probable que vaya a ser el quemado que pagará los platos rotos de la etapa gestorial de la organización.
Para quienes hayan tenido la debilidad de seguir esta tribuna en los momentos en los que tenía mucha más actividad que en los actuales no será ningún secreto que el presidente asturiano no es santo de mi devoción. Ello no es óbice para entender que, si su destino es el de ser el chivo expiatorio de los nuevos aires que soplan en el interior del partido, sus compañeros no estarían siendo justos con una persona que, aunque su gestión como mandatario autonómico, a sus paisanos nos ofrezca serias dudas, ha prestado un notable servicio, aunque temporal, a una organización que durante estas últimas etapas ha estado trastabillando como un boxeador sonado entre idas y venidas erráticas, sin orientación política, ideológica, económica y social. Y lo peor es que nada hace confiar en que ese desconcierto haya terminado.
Y no es que quien se alzó con una victoria incuestionable en la cita congresual no esté legitimado para tomar las decisiones más relevantes y rodearse para ello de los más afines (hago un paréntesis para expresar mi convencimiento de que las habituales componendas de porcentajes en los órganos de dirección de cualquier grupo político no me parecen operativas desde el punto de vista de la dirección de esas organizaciones). Ha sido más bien en las segundas lecturas y en específicos comportamientos en donde traslucieron los objetivos de venganza por los acontecimientos de aquel célebre comité federal, con sus antecedentes y consecuentes más próximos. Las manifestaciones públicas -que aún siguen- de unos y de otros apelando a la "unidad" no han logrado enmascarar el convencimiento de que las aguas internas mantienen la misma turbulencia que en la citada fecha histórica.
Un ejemplo de lo antedicho lo estamos viviendo en Asturias. Aquí, el secretario general de los socialistas tiene que convivir con su imagen de mandatario de la comisión gestora que dirigió el timón nacional durante los últimos meses y, por ende, con la "lacra" de ser quien permitió gobernar a Mariano Rajoy y "desmontar" las pretensiones de Pedro Sánchez de "radicalizar" el partido, sin citar su apoyo expreso a la perdedora Susana Díaz en el cónclave de hace solamente unos días.
Los argumentos que se han facilitado para justificar una doble crisis de gobierno en pocas semanas son los recurridos y, como tales, difíciles de creer. Si bien las salidas de Pachi Blanco, antes, y de Belén Fernández, ahora, no podrían identificarse con su adscripción "sanchista", tampoco se puede negar que el nuevo panorama interno del PSOE tiene mucho que ver en las obligadas remodelaciones del Ejecutivo de una región que se ha caracterizado, precisamente, por todo lo contrario en su reciente historia autonómica.
Javier Fernández, con dos años por delante de mandato si no ocurre un cataclismo, es un valor amortizado entre los suyos; es más, yo diría que devaluado hasta límites próximos al "bono basura". Salvo los incondicionales de siempre, cada vez son más los que buscan que no se les relacione con él: es un "apestado" y es más que probable que vaya a ser el quemado que pagará los platos rotos de la etapa gestorial de la organización.
Para quienes hayan tenido la debilidad de seguir esta tribuna en los momentos en los que tenía mucha más actividad que en los actuales no será ningún secreto que el presidente asturiano no es santo de mi devoción. Ello no es óbice para entender que, si su destino es el de ser el chivo expiatorio de los nuevos aires que soplan en el interior del partido, sus compañeros no estarían siendo justos con una persona que, aunque su gestión como mandatario autonómico, a sus paisanos nos ofrezca serias dudas, ha prestado un notable servicio, aunque temporal, a una organización que durante estas últimas etapas ha estado trastabillando como un boxeador sonado entre idas y venidas erráticas, sin orientación política, ideológica, económica y social. Y lo peor es que nada hace confiar en que ese desconcierto haya terminado.
viernes, 7 de abril de 2017
Vamos a contar mentiras
Me provoca hilaridad asistir al espectáculo de declaraciones y comentarios que se suceden estos días a propósito del anuncio por parte del titular del Ministerio de Fomento de afrontar la finalización de la variante ferroviaria de Pajares con ancho de vía internacional, en lugar del ibérico que defienden una gran mayoría de fuerzas políticas y organizaciones profesionales y sindicales.
El gran defensor de la alternativa por la que ahora parece optar el Gobierno de Mariano Rajoy ha sido siempre su ex compañero en los ejecutivos de José María Aznar y hoy "reina madre" del depauperado partido Foro Asturias Ciudadanos. El casi olvidado Francisco Álvarez-Cascos ha vuelto así a la palestra porque, según parece, el voto de su representante en el Congreso de los Diputados podría ser decisivo para la aprobación del proyecto de Presupuestos Generales del Estado. O sea que, según todas esas interpretaciones, la papeleta de don Isidro Martínez Oblanca se ha convertido en "el disputado voto del señor Cayo" y en una importante moneda de cambio para que las tesis de su jefe de filas se impongan en la agenda oficial de Madrid.
Decía que me produce hilaridad la algarabía provocada por este supuesto porque tal parece que las palabras de un ministro de procedencia cántabra delegado por el siempre espeso presidente gallego del Gobierno para captar un sufragio de aquí o de allá tienen más valor que los textos bíblicos.
A uno que le ha tocado velar sus primeras armas periodísticas con "el mito de la variante de Pajares" como compañero ineludible de la información un día sí y otro no, le resulta chocante que la gente se tome tan en serio esa promesa. Con las manifestaciones de todos los ministros que lo han sido en el último periodo democrático, desde el bienintencionado Alejandro Rebollo, de la extinta Unión de Centro Democrático, pasando por el señor Borrell, del PSOE, o el propio Álvarez-Cascos, al actual titular de Fomento se podría escribir todo un grueso libro plagado de promesas, compromisos y proyectos que se han ido perdiendo por el camino cual hojas volanderas en medio de un huracán.
Repasar ahora todas las hemerotecas podría ser muy ilustrativo aunque farragoso. La única realidad es ese gran túnel inoperante que hace casi cuarenta años nos prometieron que uniría Asturias y la Meseta acortando espectacularmente el tiempo de viaje entre Gijón y Madrid, y viceversa; un túnel que se "desangra" de igual manera tanto en millares de litros de agua como en disquisiciones profundas de expertos y sabelotodos.
Con estos antecedentes no se puede armar la marimorena porque un ministro ha anunciado un cambio de planes con el único objetivo de amarrar el voto de un diputado "huérfano". A mi me parece que no. Dentro de unos meses, o de unos años, ya nadie se acordará de cómo Mariano Rajoy logró sacar adelante las Cuentas del Estado en una precaria mayoría, ni seguramente del nombre del titular de Fomento que hizo de vocero de una promesa claramente interesada.
Y mientras las energías se gastan en salvas de fogueo, los dineros públicos se distribuirán discriminatoriamente y se destinarán a fines ajenos al interés social de la mayoría de los ciudadanos en aspectos básicos de su día a día. Eso sí. Los responsables de estos despropósitos silbarán mirando para otro lado mientras entonan las estrofas del clásico "Vamos a contar mentiras".
El gran defensor de la alternativa por la que ahora parece optar el Gobierno de Mariano Rajoy ha sido siempre su ex compañero en los ejecutivos de José María Aznar y hoy "reina madre" del depauperado partido Foro Asturias Ciudadanos. El casi olvidado Francisco Álvarez-Cascos ha vuelto así a la palestra porque, según parece, el voto de su representante en el Congreso de los Diputados podría ser decisivo para la aprobación del proyecto de Presupuestos Generales del Estado. O sea que, según todas esas interpretaciones, la papeleta de don Isidro Martínez Oblanca se ha convertido en "el disputado voto del señor Cayo" y en una importante moneda de cambio para que las tesis de su jefe de filas se impongan en la agenda oficial de Madrid.
Decía que me produce hilaridad la algarabía provocada por este supuesto porque tal parece que las palabras de un ministro de procedencia cántabra delegado por el siempre espeso presidente gallego del Gobierno para captar un sufragio de aquí o de allá tienen más valor que los textos bíblicos.
A uno que le ha tocado velar sus primeras armas periodísticas con "el mito de la variante de Pajares" como compañero ineludible de la información un día sí y otro no, le resulta chocante que la gente se tome tan en serio esa promesa. Con las manifestaciones de todos los ministros que lo han sido en el último periodo democrático, desde el bienintencionado Alejandro Rebollo, de la extinta Unión de Centro Democrático, pasando por el señor Borrell, del PSOE, o el propio Álvarez-Cascos, al actual titular de Fomento se podría escribir todo un grueso libro plagado de promesas, compromisos y proyectos que se han ido perdiendo por el camino cual hojas volanderas en medio de un huracán.
Repasar ahora todas las hemerotecas podría ser muy ilustrativo aunque farragoso. La única realidad es ese gran túnel inoperante que hace casi cuarenta años nos prometieron que uniría Asturias y la Meseta acortando espectacularmente el tiempo de viaje entre Gijón y Madrid, y viceversa; un túnel que se "desangra" de igual manera tanto en millares de litros de agua como en disquisiciones profundas de expertos y sabelotodos.
Con estos antecedentes no se puede armar la marimorena porque un ministro ha anunciado un cambio de planes con el único objetivo de amarrar el voto de un diputado "huérfano". A mi me parece que no. Dentro de unos meses, o de unos años, ya nadie se acordará de cómo Mariano Rajoy logró sacar adelante las Cuentas del Estado en una precaria mayoría, ni seguramente del nombre del titular de Fomento que hizo de vocero de una promesa claramente interesada.
Y mientras las energías se gastan en salvas de fogueo, los dineros públicos se distribuirán discriminatoriamente y se destinarán a fines ajenos al interés social de la mayoría de los ciudadanos en aspectos básicos de su día a día. Eso sí. Los responsables de estos despropósitos silbarán mirando para otro lado mientras entonan las estrofas del clásico "Vamos a contar mentiras".
jueves, 6 de abril de 2017
Escandalera
Anda estos días revuelto el gallinero de nuestra comunidad. Y no sin razón. La presentación del proyecto de Presupuestos Generales del Estado ha desatado todas las iras, salvo la de los correligionarios del señor Montoro en el Principado obligados a hacer de "mamporreros" del macho pepero dispuesto a penetrarnos sin miramientos. (Menudo papelón el de Cherines, que no ha gobernado hasta la fecha y por el camino actual no lo va a hacer nunca).
La caída de las inversiones nos retrotrae a algunos periodos negros de ejecutivos (estatal y autonómico) enfrentados por ideología o por personalismos, que igual da. Y no es que cuando ese tónica se rompió la coincidencia de siglas fuera especialmente beneficiosa para Asturias. En líneas generales, ésta no ha estado casi nunca en las prioridades de Madrid por mucho que los voceros de cada momento se hayan esforzado en airear millones de pesetas, primero, o de euros, después.
La costumbre no puede hacer ley, sin embargo. Y el agravio de unas cuentas profundamente lesivas para los intereses de la autonomía debe ser considerada como un insulto más que añadir a la lista de agresiones recibidas en nuestra reciente historia.
Pasado el instante de las reacciones airadas parece llegado el momento de serenar el pensamiento y hacer el recuento de todo lo que nos une en una situación como la que se avecina. Ya digo que hay una general coincidencia (excluyo a los populares) en que es imprescindible manifestarse en contra de unos presupuestos netamente restrictivos. Y creo que nunca como ahora el Ejecutivo autonómico debería capitanear esa protesta en una "escandalera" digna de aquella otra histórica que ha quedado grabada a fuego en la historia asturiana.
No es ajeno a este planteamiento el hecho de que el mandatario asturiano siga siendo, por el momento, quien está al frente de la gestora con la que el Partido Socialista Obrero Español trata de atravesar un nuevo desierto hasta ese próximo congreso federal de resultados inciertos. Javier Fernández es el secretario general de esa dirección socialista y quizá debería trasladar a su grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados el recuerdo de que Mariano Rajoy y su equipo están gobernando gracias a la generosidad del primer partido de la oposición, o sea el PSOE, y que, al margen de haber facilitado una investidura, tiene en sus manos la posibilidad de devolver a los populares a la realidad de una mayoría insuficiente. Apelar una y otra vez a la responsabilidad institucional tiene sus límites y el proyecto presupuestario puede ser uno de ellos.
Volverá a aparecer sobre el tapete la recurrida reducción de los recursos, un argumento que sirve para un roto como para un descosido. Quizá haya llegado el momento de recordar que los recursos son los que hay (no menores que años anteriores) y que es el reparto y la gestión de los mismos lo que obliga a unos gobernantes elegidos para esa tarea. Que así se les demande.
La caída de las inversiones nos retrotrae a algunos periodos negros de ejecutivos (estatal y autonómico) enfrentados por ideología o por personalismos, que igual da. Y no es que cuando ese tónica se rompió la coincidencia de siglas fuera especialmente beneficiosa para Asturias. En líneas generales, ésta no ha estado casi nunca en las prioridades de Madrid por mucho que los voceros de cada momento se hayan esforzado en airear millones de pesetas, primero, o de euros, después.
La costumbre no puede hacer ley, sin embargo. Y el agravio de unas cuentas profundamente lesivas para los intereses de la autonomía debe ser considerada como un insulto más que añadir a la lista de agresiones recibidas en nuestra reciente historia.
Pasado el instante de las reacciones airadas parece llegado el momento de serenar el pensamiento y hacer el recuento de todo lo que nos une en una situación como la que se avecina. Ya digo que hay una general coincidencia (excluyo a los populares) en que es imprescindible manifestarse en contra de unos presupuestos netamente restrictivos. Y creo que nunca como ahora el Ejecutivo autonómico debería capitanear esa protesta en una "escandalera" digna de aquella otra histórica que ha quedado grabada a fuego en la historia asturiana.
No es ajeno a este planteamiento el hecho de que el mandatario asturiano siga siendo, por el momento, quien está al frente de la gestora con la que el Partido Socialista Obrero Español trata de atravesar un nuevo desierto hasta ese próximo congreso federal de resultados inciertos. Javier Fernández es el secretario general de esa dirección socialista y quizá debería trasladar a su grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados el recuerdo de que Mariano Rajoy y su equipo están gobernando gracias a la generosidad del primer partido de la oposición, o sea el PSOE, y que, al margen de haber facilitado una investidura, tiene en sus manos la posibilidad de devolver a los populares a la realidad de una mayoría insuficiente. Apelar una y otra vez a la responsabilidad institucional tiene sus límites y el proyecto presupuestario puede ser uno de ellos.
Volverá a aparecer sobre el tapete la recurrida reducción de los recursos, un argumento que sirve para un roto como para un descosido. Quizá haya llegado el momento de recordar que los recursos son los que hay (no menores que años anteriores) y que es el reparto y la gestión de los mismos lo que obliga a unos gobernantes elegidos para esa tarea. Que así se les demande.
miércoles, 15 de marzo de 2017
Riña de gallos
La confirmación de una tercera candidatura a la Secretaría General del PSOE ha puesto de nuevo sobre el tapete el alcance de la crisis de un partido que llegó a acumular en su momento el mayor grado de poder del país y que desde hace unos años viene desangrándose sistemáticamente, con un reflejo cuantitativo en las urnas.
Hasta la fecha el suelo de esa crisis podríamos situarla en la reunión del comité federal que el pasado año descabalgó de la dirección a un Pedro Sánchez montaraz y reticente a cualquier posible salida razonable a una situación institucional sin precedentes.
El nombramiento de una comisión gestora a la que se le encomendó la búsqueda de algún tipo de salida del túnel por el que los socialistas españoles venían circulando, y la colocación a su frente de un "posibilista" cual es el presidente del Principado de Asturias, hicieron atisbar un rayo de esperanza a una militancia dividida y, a ratos, desconcertada por un tránsito hasta entonces desconocido y que les hacía añorar con nostalgia aquellos años ochenta del pasado siglo en que su gran timonel les condujo por las cumbres del éxito político.
Nada más lejos de la realidad. Es verdad que la nueva situación y la "cintura" de Javier Fernández trajeron una relativa calma e, incluso, un lento pero pregresivo incremento en la intención de voto del partido fundado por Pablo Iglesias (el auténtico). Pero,aquella etapa que desembocó en la reunión del comité federal, de la que todavía ahora, varios meses después, se sigue hablando, se antojaba como el periodo de calma que precede a la tempestad. Era cuestión de tiempo que el mandato de convocar un congreso extraordinario y, previamente, la celebración de elecciones primarias internas para la Secretaría General, hicieran saltar los puntos con los que se había tratado de suturar la grave y profunda herida de finales del 2016.
Del congreso casi nadie habla, al menos de momento. Lo que ahora importa, casi exclusivamente, es esa carrera para ocupar la dirección, que no el liderazgo, de la organización política.
Dos incógnitas se planteaban al inicio de este proceso, las que llevaban los nombres propios del anterior secretario, Pedro Sánchez, y de la dirigente y mandataria andaluza, Susana Díez. Cualquiera apostaba entonces sobre seguro a que ambos saltarían al cuadrilátero. Como así ha sido. Sin embargo, mucho antes que ellos se incorporó al elenco un tercer protagonista, el vasco Patxi López, con una amplia experiencia y visos de moderación, con manifiesta declaración de ubicarse entre el posibilismo de los dirigentes que conocen las dificultades del gobierno y los radicales empecinados en recuperar las esencias de un partido obrero y de izquierdas, algo que hace mucho tiempo abandonó.
Me gustaría equivocarme pero todo hace indicar que el combate, más allá del papel de este presunto árbitro euskaldún, va a estar más cerca del kickboxer o alguna de sus especialidades que de las severas normas impuestas por el marqués de Queensberry para la creación del deporte de los guantes. El "podemismo" de Sánchez y las "expertas marrullerías" de Díez, con la colaboración del "aparato", invitan a aventurar que ni va a ser fácil el proceso ni, mucho menos, satisfactorios los resultados posteriores a la hora de cerrar las llagas del cercano pasado.
Porque no hay que olvidar que los dos -o mejor los tres- reivindican el concepto de socialismo para sus plataformas, lo que hace aún más difícil de entender una carrera en la que ni ideología ni programa son diferentes. El PSOE lleva años refundándose sin encontrar un punto de equilibrio que le sitúe de forma diáfana en el marco político de España. Los experimentos bajo la batuta de José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba y el citado Pedro Sánchez Castejón han marcado un declive continuado en la presencia de esos proyectos en la sociedad. No es temerario decir, pues, que hallar el camino adecuado en este momento no parece tarea fácil. Embarcarse en una pelea de gallos evidente, por mucho civismo que se le trate de echar de cara al ciudadano, no va a contribuir a esa meta y preparará el terreno para un congreso en el que, lejos de asentarse un partido sólido y deudor de una rica historia, podrían marcarse las líneas para el definitivo despeñamiento.
Hasta la fecha el suelo de esa crisis podríamos situarla en la reunión del comité federal que el pasado año descabalgó de la dirección a un Pedro Sánchez montaraz y reticente a cualquier posible salida razonable a una situación institucional sin precedentes.
El nombramiento de una comisión gestora a la que se le encomendó la búsqueda de algún tipo de salida del túnel por el que los socialistas españoles venían circulando, y la colocación a su frente de un "posibilista" cual es el presidente del Principado de Asturias, hicieron atisbar un rayo de esperanza a una militancia dividida y, a ratos, desconcertada por un tránsito hasta entonces desconocido y que les hacía añorar con nostalgia aquellos años ochenta del pasado siglo en que su gran timonel les condujo por las cumbres del éxito político.
Nada más lejos de la realidad. Es verdad que la nueva situación y la "cintura" de Javier Fernández trajeron una relativa calma e, incluso, un lento pero pregresivo incremento en la intención de voto del partido fundado por Pablo Iglesias (el auténtico). Pero,aquella etapa que desembocó en la reunión del comité federal, de la que todavía ahora, varios meses después, se sigue hablando, se antojaba como el periodo de calma que precede a la tempestad. Era cuestión de tiempo que el mandato de convocar un congreso extraordinario y, previamente, la celebración de elecciones primarias internas para la Secretaría General, hicieran saltar los puntos con los que se había tratado de suturar la grave y profunda herida de finales del 2016.
Del congreso casi nadie habla, al menos de momento. Lo que ahora importa, casi exclusivamente, es esa carrera para ocupar la dirección, que no el liderazgo, de la organización política.
Dos incógnitas se planteaban al inicio de este proceso, las que llevaban los nombres propios del anterior secretario, Pedro Sánchez, y de la dirigente y mandataria andaluza, Susana Díez. Cualquiera apostaba entonces sobre seguro a que ambos saltarían al cuadrilátero. Como así ha sido. Sin embargo, mucho antes que ellos se incorporó al elenco un tercer protagonista, el vasco Patxi López, con una amplia experiencia y visos de moderación, con manifiesta declaración de ubicarse entre el posibilismo de los dirigentes que conocen las dificultades del gobierno y los radicales empecinados en recuperar las esencias de un partido obrero y de izquierdas, algo que hace mucho tiempo abandonó.
Me gustaría equivocarme pero todo hace indicar que el combate, más allá del papel de este presunto árbitro euskaldún, va a estar más cerca del kickboxer o alguna de sus especialidades que de las severas normas impuestas por el marqués de Queensberry para la creación del deporte de los guantes. El "podemismo" de Sánchez y las "expertas marrullerías" de Díez, con la colaboración del "aparato", invitan a aventurar que ni va a ser fácil el proceso ni, mucho menos, satisfactorios los resultados posteriores a la hora de cerrar las llagas del cercano pasado.
Porque no hay que olvidar que los dos -o mejor los tres- reivindican el concepto de socialismo para sus plataformas, lo que hace aún más difícil de entender una carrera en la que ni ideología ni programa son diferentes. El PSOE lleva años refundándose sin encontrar un punto de equilibrio que le sitúe de forma diáfana en el marco político de España. Los experimentos bajo la batuta de José Luis Rodríguez Zapatero, Alfredo Pérez Rubalcaba y el citado Pedro Sánchez Castejón han marcado un declive continuado en la presencia de esos proyectos en la sociedad. No es temerario decir, pues, que hallar el camino adecuado en este momento no parece tarea fácil. Embarcarse en una pelea de gallos evidente, por mucho civismo que se le trate de echar de cara al ciudadano, no va a contribuir a esa meta y preparará el terreno para un congreso en el que, lejos de asentarse un partido sólido y deudor de una rica historia, podrían marcarse las líneas para el definitivo despeñamiento.
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