Toda historia que se precie debe contener inevitablemente entre sus caracteres su nómina de héroes y villanos. Sin ellos nada progresa adecuadamente. Y, aunque el relato de nuestras vivencias últimas está aún en fase de escritura, ya empiezan a aparecer algunos de los candidatos a una y otra categorías.
En el bloque de los villanos sobran aspirantes, aunque varían según desde el lado desde el que se les mire. Si se suman los que unos ven como ínfames mentirosos y los que, a juicio de los otros, son "malditos bastardos" resulta que es legión el grupo de los que encasillaríamos como bloque negativo.
En la categoría de héroes se posicionan con absoluta claridad los sanitarios españoles que han estado en la primera línea de la lucha contra el covid19, merecedores del Premio Princesa de Asturias de la Concordia recientemente concedido. Pero hay un personaje que ha logrado con su imagen modesta y su habla suave transformar su rostro en icono de esa terrible batalla contra una pandemia que nos ha cambiado la vida a prácticamente toda la ciudadanía de este país. Hablo, como ya habrán podido suponer, de Fernando Simón, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad.
No seré yo el que contribuya a colocar al mencionado en un pedestal. Su reciente historia tiene luces y sombras, como se encargan de recordar aquellos que no le veneran como a un santo. El epidemiólogo, cabeza visible del grupo de expertos que ha dirigido la transición por el estado de alarma y el confinamiento, aunque nombrado por el Gobierno del Partido Popular en su día, ha aceptado poner la cara por un equipo de expertos cuya composición desconocemos y probablemente nunca lleguemos a conocer, pero, sobre todo, por el Ejecutivo, amparado siempre en sus opiniones para tomar cualquier tipo de medidas, tanto las razonables como las discutibles. Podría decirse que Fernando Simón ha puesto la cara para que se la partan a él, en su caso, y no a quienes tenían la última palabra para tomar decisiones. En alguna ocasión el científico apuntó someramente que él y su "equipo" daban las recomendaciones que consideraban pertinentes, pero el ministro que comparecía a su lado era quien tenía la última responsabilidad para decretar.
Así, este curioso personaje, ha llegado a este momento con una gran cantidad de defensores a ultranza que han apuntalado su figura con muy variadas manifestaciones, inclusida la curiosa y anecdótica estampación de camisetas con su imagen. En la otra orilla algunos se encargan de rememorar controvertidas declaraciones en el inicio del problema e, incluso, a lo largo de su desarrollo.
Sea como fuere, en estos momentos Fernando Simón es la imagen de una lucha que, por el momento, tiene indicios de haber ganado. El tiempo dirá si, con la perspectiva del tiempo, esa aureola se mantiene o se derrumba. Lo que no cabe duda alguna es que, cuando llegue el momento de dictar sentencia, el epidemiólogo tiene todas las cartas para ser cabeza de turco si las cosas vienen mal dadas.
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