jueves, 11 de junio de 2020

Barbón, reservón

El Principado de Asturias, su Gobierno, se ha ganado el respeto generalizado por la gestión sanitaria durante el interminable estado de alarma decretado por el Ejecutivo español. Dirán algunos que hay circunstancia ajenas a la propia política que han tenido algo que ver con esos positivos resultados, como el aislamiento geográfico, el mismo aislamiento que en anteriores escenarios servía para recluirnos del resto de España sin que mediara una voluntad expresa de hacer tal. En la otra orilla de los argumentos, la decisión de tomar las medidas de defensa con premura o el refuerzo de la Atención Primaria cuando surgieron los primeros avisos serios del "que viene el lobo" refuerzan la imagen de la autonomía, que ha merecido informaciones destacadas en algunos de los principales medios informativos nacionales (incluso algunos internacionales).

Como ese dicho tan castizo de nuestra tierra afirma: "En la Rula no pregunten, apunten", lo cierto es que las cifras suelen ser un aval incuestionable a la hora de valorar cualquier tipo de cometido. Y esas cifras respaldan los resultados del Ejecutivo autonómico en la dirección administrativa de un periodo extraordinariamente difícil como el que nos ha tocado pasar en los más de dos meses y medio transcurridos desde que el equipo de Pedro Sánchez colocó al país en estado de alarma.

En la lenta transición entre el confinamiento total y la "nueva normalidad" ha habido de todo y no me parece este el momento (tiempo habrá) para analizarlo con absoluta objetividad. En el momento en que nos encontramos, la "desescalada" aparenta ya ser imparable y empieza a calar en la ciudadanía, al menos en Asturias, el sentimiento de que hemos recuperado buena parte de las libertades fundamentales de las que se nos ha privado en un montón de larguísimas semanas.

Quizá uno de los últimos escollos con los que nos enfrentamos, en cuanto a movilidad se refiere, sea la posibilidad de trasladarse de una región a la otra, una opción que ayer mismo parecía despejada en cuanto a las comunidades del Cantábrico se refiere. El Ejecutivo de Barbón adelantó un principio de acuerdo con Galicia para que el próximo lunes pudiéramos cruzar el Puente de los Santos en ambos sentidos, una noticia que añadía las conversaciones con su homólogo de Cantabria para extender el tránsito por toda la Cornisa. El problema, ya se veía venir, era el País Vasco, una comunidad que ha transitado por el estado de alarma a golpe de acuerdos con el Gobierno de España ajenos al objetivo único sanitario que ha sido el mantra de toda esta negra etapa. Los paisanos de Urkullu, como siempre, han conseguido con sus seis votos en el Congreso de los Diputados, superar las trabas que indicaban una situación que no era la adecuada para cambiar de fase cada vez que se producía una decisión del Estado para el conjunto del territorio nacional.

Ahora mismo, en Euskadi han surgido un par de rebrotes que han vuelto a poner en cuestión la seguridad del tránsito de sus habitantes o la llegada de foráneos con las consecuenmcias que podría tener en las vecinas comunidades de Cantabria y Navarra. Quizá por eso, el primero en apearse de cualquier acuerdo ha sido el popular y populista Miguel Ángel Revilla, quien supongo que le ha visto las orejas al lobo y ha preferido mantener la puerta cerrada a poner en riesgos sus cifras, también dignas de figurar en los primeros puestos de la gestión sanitaria.

Mientras, en Galicia, muy al contrario, Alberto Núñez Feijoo está decidido a solicitar a Madrid no solamente la libertad de movimientos con su vecina Asturias, sino la eliminación del estado de alarma sin esperar esa semana que restaría para culminar el periodo para las provincias en fase 3.

Y en el medio estamos nosotros. Desde un principio, Adrián Barbón se ha alineado claramente en el grupo de quienes prefieren llegar tarde a arriesgar con la velocidad. Por eso la portavoz de su Ejecutivo ha comunicado esta mañana que dan un paso atrás y no abrirán "fronteras" hasta el día 21 del presente mes.

Esta es una medida que merecerá aplausos, pero también reproches. Entre la prudencia y el miedo hay una fina línea que decantará la opinión pública en uno u otro sentido. Personalmente, pienso que ya no es el momento de poner puertas al campo más allá de los necesarios controles derivados de la situación de ambos territorios. Desde luego, el presidente asturiano no parece dispuesto a arriesgar ni uno solo de los maravedíes cosechados y se decanta por el papel de reservón típico de quien va ganando el partido fuera de casa y coloca a todos sus efectivos en la defensa de la portería propia para celebrar el resultado con el pitido final.

1 comentario:

  1. En el día de hoy he tomado la decisión de retomar esta tribuna para continuar el análisis interrumpido hace ya mucho tiempo por el insufrible devenir de la llamada clase política. Ni el bipartidismo, ni el cuatripartidismo posterior consiguieron insuflar ni un solo soplo de frescura que hiciera recuperar a la ciudadanía la confianza en aquellos en los que depositábamos nuestra confianza para gestionar la cosa pública. Las últimas convocatorias electorales superpuestas y la proclamación del actual Gobierno, que se introdujo casi directamente en la mayor crisis que recordamos aquellos que todavía seguimos en este mundo me hizo dudar de la conveniencia de enfangarme en un debate, el de las llamadas redes sociales y la reaparición de la cultura del odio a todo aquel que no pertenece a los tuyos, ajeno a la reflexión serena propia de una democracia real con respeto a siglas e ideologías por encima de nuestras opiniones. Este escenario es ahora menos factible que nunca antes en el tiempo que recuerdo como periodista. Pero ya nos están quitando demasiadas cosas como para perder también la palabra. Y por eso estoy aquí.

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