miércoles, 24 de junio de 2020

La "nueva normalidad" política

Pasadas las distintas fases del confinamiento e inmersos de lleno en la "nueva normalidad", que cada día que pasa se parece más a la de toda la vida (mascarillas aparte), el panorama político español también parece haber recuperado un cierto aire perdido en el fragor de la etapa más dura del estado de alarma. Y no es que la dicotomía derecha/izquierda, que ha sustituido a la antigua del bipartidismo PP/PSOE, se haya diluido en el sopor mental fruto de la recuperación de derechos - sobre todo- y de actividades -más o menos-. No. El Congreso de los Diputados seguirá siendo el ring donde los unos y los otros se arrojarán a la cara con idéntica prolijidad las "facturas" y los "insultos". Pero, como en el símil pugilístico, una vez abandonado el cuadrilátero los contendientes pueden ser civilizados e, incluso, en algunos casos amigos.

Si nos remontamos al inicio del estado de alarma, el perfil que nos ofrecen algunas de las fuerzas políticas nacionales se ha transfigurado ligeramente. La primera en reubicarse ha sido Ciudadanos, que trata de recuperar la imagen de centro que su fundador y líder hasta hace unos meses tiró por la borda en un tiempo récord. Muchos somos los que nos preguntamos en qué escenario estaríamos ahora si el choque de egos entre Rivera y Sánchez hubiera podido ser superado por ambos y, a la primera de urnas, se hubiera configurado un Ejecutivo conformado sumando votos. El catalán prefirió abandonar su espacio natural para ocupar el de los populares y el madrileño no supo resistirse al clamor frente al balcón de Ferraz sabiamente orquestado por los podemitas del "Con Rivera, no". Pero eso ya es pasado ficción y ahora tenemos un Gobierno en el que los órganos vitales del "corpus" son PSOE y Podemos -una mayoría aritmética insuficiente- y la construcción del resto de la anatomía da origen a lo que los rivales han dado en llamar "Gobierno Frankenstein", ya que las piezas no encajan para crear una figura de aspecto humano.

Y así, de sobresalto en sobresalto, bien tapados estos en la mayoría de las ocasiones, hemos transitado por el estado de alarma con los Illa, y Simón, y Marlaska, y Montero, hablándonos en exclusiva del único objetivo de la salud pública y de la "única" fórmula de evitar el mayor número de muertes. Lo de los decretos-ley de marcado sesgo político que nada tenían que ver con la pandemia, o el mercado persa en que se convirtió la negociación con nacionalistas e independentistas, apenas afloraban gracias a las redes sociales y en éstas se mezclaban peligrosamente con las "fake news" hasta retirarles una buena parte de la credibilidad.

También en este periodo, igualmente camuflado interesadamente, hemos presenciado que lo de socialistas y "pabloiglesistas" es un mero matrimonio de conveniencia en el que las infidelidades se suceden desde la misma noche de bodas. Los de Podemos tienen una objetivos muy claros, diáfanos, y para ello no hay más que escuchar a sus dirigentes, especialmente los dicursos de antes de su llegada a compartir el poder. Los socialistas se suponen que tienen los suyos, aunque algunas veces ni sus propios militantes o votantes entienden cuáles son. Los primeros aprovechan cualquier ocasión para dar un paso al frente que en muchas ocasiones no casa con el de los segundos.

Y así llegamos  al punto en el que estamos. Ahora, Ciudadanos ha intentado hacer a la carrera la travesía del desierto y ello le ha valido la consideración de "socio fiable" del inquilino de La Moncloa, con el consiguiente cabreo de su "socio preferente". Por si fuera poco, el Partido Popular de Casado ha empezado a dar pequeños pasos hacia un espíritu negociador inimaginable hace escasas semanas (Ay, si no estuvieran de por medio Elvira Rodríguez y Nadia Calviño) y ya no se descarta que pueda apoyar algún proyecto de presupuestos.

Este nuevo escenario suministra a Pedro Sánchez un juego de naipes más esperanzador, sobre todo ahora que los republicanos catalanes ofrecen menos garantías para sus objetivos. Que nadie se engañe; no habrá elecciones pronto. Ni el presidente del Gobierno va a convocarlas, ni la oposición tiene alternativa alguna de conformar una mayoría que derivara en una moción de censura. Sin embargo, la asunción de la necesidad de unir fuerzas ante lo que se avecina (la crisis económica amenaza con dejar corta la sanitaria) facilita al Ejecutivo distintas jugadas en la difícil partida que se le avecina. Igual ya no se plantea firmar documentos (Ay Adriana!!!!!) con EH Bildu o rebajarse al despotismo de los independentistas catalanes o el trasiego mercantil de los nacionalistas vascos.

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