«Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira». Un texto de nuestro paisano universal Ramón de Campoamor que ha trascendido de su autor y su tiempo para convertirse en un elemento argumental que forma parte de nuestras vidas y que, como tal, ha permitido servir de referente para situaciones con el transcurso de los años, y de los siglos.
Traigo a colación estos versos después de haber leído días atrás una información según la cual la hoy ministra de Igualdad y dirigente de Unidas Podemos, Irene Montero, ha presentado una denuncia contra una concejal de Vox de Collado Villalba por "acoso" persistente ante su vivienda.
Vaya por delante que rechazo este tipo de actuaciones, ahora y siempre, y que me parece que existen vías más democráticas para expresar la disconformidad con el adversario (habría que hablar con más precisión de enemigo?). Dicho esto, me parece que la actitud de la citada dirigente morada muestra una gran incongruencia con aquello que ella y la fuerza política que representa han predicado durante los últimos años y las quejas por encontrarse a un grupo de personas vociferantes delante del chalé cuya propiedad comparte con su pareja, el vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, no casan con lo que ha predicado.
Ambos dos, y otros muchos compañeros, figuran desde hace años en las redes sociales defendiendo esas manifestaciones ante los domicilios de dirigentes del Partido Popular o de otras fuerzas ajenas, ensalzando las excelencias democráticas del procedimiento. Recuerdo perfectamente cuando un "palabro" nuevo, "escrache" inundó los titulares y las informaciones de los medios de comunicación. El término, de origen inglés según creo, lo adaptaron nuestros hermanos argentinos para algunos de los muchos tiempos de convulsión social que han vivido en los años precedentes.
El vocablo y la actuación con la que se corresponde fue importado rápidamente a España y se extendió durante un tiempo con la consiguiente polémica pública entre defensores y detractores. Son modas, dirán algunos, pero la agresión verbal a la puerta de la vivienda de un dirigente político delante de familiares, de niños, sólo parecía estar justificardo para la entonces llamada "izquierda alternativa".
Ahora, esa "izquierda alternativa" está en el Ejecutivo de la nación y comparte poder en los gobiernos de comunidades autónomas y dirige ayuntamientos muy importantes. Y su situación social también ha evolucionado de manera ostensible. Y resulta que sus adversarios han pensado que el procedimiento del escrache no es una mala idea para protestar contra quienes están dirigiendo los destinos de los ciudadanos. Pero eso no les gusta a quienes ahora han cambiado de trinchera y ven las cosas con un cristal de otro color al que les alentaba a "molestar" a aquellos con los que discrepaban políticamente.
Claro que lo del "escrache" parecía un término hasta gracioso a ratos, más allá de sus consecuencias, y han preferido recurrir al "acoso", con otras connotaciones más agresivas, aunque el escenario sea el mismo. No es lo mismo que yo lo haga a que me lo hagan a mi. Todo es según el color del cristal con que se mira.
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