¡Qué bien le ha sentado comer el turrón en Gijón a Manolo Preciado! Cuando éramos muchos los agoreros que hace un mes dabamos por irremediable su despido (todos sabemos que un equipo en caída libre, como parecía estar el Sporting por entonces, al menos en resultados, siempre pone en el punto de mira de las intervenciones de urgencia al entrenador), vino el parón navideño y, aunque ya unas semanas antes incluso circulaban entre los enterados los nombres de su posible sustituto, la perseverancia de los dirigentes del club y la confianza en un hombre que, de alguna manera, está marcando época en su historia, alargó la presunta agonía que, felizmente, se transformó como por arte de magia en auténtica resurrección. Diez puntos de doce. ¿Quién lo iba a decir? Es verdad que el equipo rojiblanco no estaba jugando esta temporada tan mal como los resultados de sus encuentros reflejaban, pero lo cierto es que la tendencia marca mucho y en este caso era apropiada para el pesimismo.
Al final, el 'milagro' se ha producido y, aunque queda todavía mucho camino por andar para seguir en la Primera División, las posiciones actuales son adecuadas para pensar que es un objetivo alcanzable. Hay que ganar seis o siete partidos más. Aunque los próximos no son precisamente de los fáciles, tampoco lo eran el Atlético de Madrid o el Mallorca en su fortín de Son Moix, hay que olvidarse de los malos tragos del último trimestre de 2010 y mirar al futuro de nuevo con esperanza y optimismo. ¡Enhorabuena, Manolo!
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