sábado, 11 de agosto de 2012

Siembra vientos

Leo en la edición digital de 'El Comercio' que la pasada madrugada un veintena de jóvenes asaltaron un supermercado en Sevilla. Algunos de los detenidos argumentaron con más miedo que convicción que su acción se enmarcaba dentro de la campaña del Sindicato Andaluz de Trabajadores para dar de comer a los pobres.

Difícil se van a poner las cosas si empieza a imponerse en nuestro país la costumbre de buscar salidas a las situaciones angustiosas a base de recurrir al pillaje y la delincuencia. Ello sin contar con la posibilidad de que, como generalmente suele ocurrir, aparecen en escena los típicos oportunistas que, bajo el amparo de una actuación "de justicia social", aprovechen para dar rienda suelta a esos bajos instintos que por desgracia anidan con más frecuencia de la deseada en el ser humano.

El rechazo a la política 'oficial' es siempre legítimo siempre que se desarrolle dentro de unos límites de respeto a los derechos de todos. Ejercitar la justicia popular para acabar con las desigualdades puede llevarnos a un peligroso bucle lindante con el caos.

Al señor Sánchez Gordillo y su carácter de talibán 'afgano' ya los conocemos sobradamente porque está en la vida pública desde hace muchos años. Cualquier acción que emprenda no podrá sorprender a una gran mayoría. Lo que resulta más difícil de asimilar es que algunos políticos de Izquierda Unida, como su máximo responsable, Cayo Lara, o nuestro cada día más desnortado Gaspar Llamazares, jaleen lo que, se mire como se mire, es un acto delictivo absolutamente rechazable.

Siguiendo el argumentario de estos señores alguien podría legitimar la llamada a los desfavorecidos para que asalten sus cuentas corrientes y sus nóminas, o quizá, incluso, sus residencias personales. Pero eso ya sería un atentado a los derechos individuales de las personas, claro.

Abrir la puerta a conductas sociales como las referidas, aunque sólo sea con carácter de invitación, tiene difícil encaje en el estado de derecho. Calificar al alcalde de Marinaleda y su sindicato como "la banda de Robin Hood", que roba a los ricos para dárselo a los pobres, es literariamente muy bonito pero extremadamente peligroso en la realidad actual. Empezamos por los supermercados y acabamos con los bancos que, a fin de cuentas, tienen mucho menor valoración en el ánimo de la ciudadanía. Y al final, ¿qué? Ya se sabe aquello de que el que siembra vientos...

1 comentario:

  1. La verdadera utopia seria recurrir a todos los recursos posibles para que todos los parados, andaluces o no, tengan unos medios economicos dignos para sobrevivir, ellos y sus familias.
    Seria una solucion justa y digna que paliaria la pobrezxa de millones de personas que se estan quedando sin medios economicos.
    ¿Pero sabe cual es la dura realidad?, pues que no hay medios sobrados ni ilimitados (somos un pais pobre) y tambpoco una voluntad politica para solucionar los problemas de los demas.
    Precisamante por ello mucha gente se ve necesitada y acuciada a buscar comida , que no dinero. Otro tema es que a usted le guste la barba de Llamazares o no, a otros puede que no les guste la suya. Cuestion de estetica.

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