Nos hemos acostumbrado con el paso del tiempo a la renuencia de nuestros políticos a abandonar la poltrona. Salvo honrosas excepciones, el que toca poder se resiste de una forma u otra a abandonarlo cuando llega la hora del relevo.
El marco de la política institucional asturiana está llena de ejemplos que, en muchos casos, se mantienen en el recuerdo de una amplia mayoría de los ciudadanos. Sin embargo, si en los tiempos presentes hay un caso paradigmático es el que se refiere al ex presidente del Principado Vicente Alberto Álvarez Areces. Su mal disimulada renuncia a seguir en primera línea hace un año y pico, cuando su partido, el PSOE, aprobó su sustitución por quien hoy -tras la negativa etapa de Francisco Álvarez-Cascos- ocupa el mismo cargo, le llevó a buscar su lugar al sol por la vía gerontológica del desprestigiado Senado. Para lograr esa escaño nos consta que 'Tini' hizo lo imposible para ocupar una plaza segura, y sus maniobras han dejado algunas heridas en el seno de sus compañeros socialistas.
Hasta aquí, todo más o menos normal. Sin embargo, lo que sorprende especialmente es el hecho de que, de un tiempo a esta parte, esos mismos compañeros hayan pasado del malestar latente a un apreciable cabreo, y no tengan empacho en hacerlo patente a nada que la ocasión lo permita. Muy especialmente, sus camaradas gijoneses, los mismos que hace pocos años besaban por donde pisaba el ganador de seis convocatorias electorales -tres para el Ayuntamiento de Gijón y otras tantas para la Presidencia del Principado- y que ahora afean siempre que pueden su actitud.
Pero, ¿qué es lo que molesta a los socialistas gijoneses del que fuera su líder incontestable durante tantos años? Ni más ni menos que su constante y machacona presencia pública en todo acto que reúna a más de cinco personas, la egolatría del 'faraón' que no ceja de poner en valor ante quien quiera escucharle la "extraordinaria" labor desarrollada por él mismo y sus equipos, sobre todo por él mismo, durante sus seis mandatos.
¿Puede ser solamente esta estrategia la que desata el rechazo de sus compañeros? Evidentemente, no. Aparte de la constancia de la negativa de Álvarez Areces a admitir que su figura está amortizada, la omnipresente figura del ex presidente autonómico en la primera fila, cuando no en la mesa presidencial, en cualquier convocatoria del día a día, resulta incomoda para los socialistas gijoneses y asturianos porque no olvidan que 'Tini' es el máximo responsable de un equipo bajo sospecha de corrupción. El 'caso Renedo', o el 'caso Marea' o el 'caso Riopedre' -porque mediaticamente tiene muchos nombres- sigue su lento proceso en los juzgados y somos muchos los asturianos que creemos que el magistrado encargado no ha dicho ni mucho menos todavía su úlima palabra. Las implicaciones van cayendo lentamente y muchas veces dan la sensación de que las olas de esta 'marea' amenazan con alcanzar a las más altas instancias del Principado.
Esta constancia es evidentemente una espada de damocles sobre la cabeza de la Federación Socialista Asturiana, que es consciante de que tiene en su debe este conflictivo asunto. Y 'Tini' es, por activa o por pasiva, un hipotético objetivo con el que sus actuales responsables quisieran tener la relación más distante posible. Algo que el protagonista se encarga de dificultar con su apego permanente a estar en el candelero. En este sentido, el ex presidente se ha convertido para el PSOE asturiano en un peso muerto.
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