A la hora de escribir este comentario no me consta que la Junta Directiva del Sporting haya tomado decisión alguna, ni en sentido positivo ni en el negativo, sobre la continuidad al frente de la dirección técnica de Manolo Sánchez Murias. Ayer, tras la nueva decepción en Barcelona, se anunciaba para hoy una nueva consulta sobre la situación del entrenador rojiblanco, la misma que quince días antes, cuando tras caer derrotados en Girona, fijó el encuentro frente al Villarreal como ultimátum para una posible resolución del contrato con el preparador gijonés.
Me aterra la posibilidad de escuchar de nuevo estas palabras esta misma noche: Citar de nuevo al futuro con el resultado del próximo fin de semana en El Molinón. Y si sale bien, aunque sea sin una mínima imagen de cambio, vuelta a empezar.
Son ya demasiadas -nueve- las jornadas transcurridas de la Liga como para no considerar aventurado que la situación del equipo rojiblanco exige, y ya, un golpe de timón si se aspira a algo más que no sea luchar por la permanencia. Las posibilidades de la plantilla ya se ha visto que no son las que todos esperábamos: las de estar armada para retornar a la categoría de oro del fútbol español. Pese a ello, no me parece excesivamente optimista pensar que el Sporting tiene equipo para algo más que lo que ha venido demostrando desde el inicio de la temporada oficial. Aceptando esto, no es ceguera estimar que la elección del entrenador, por muy de la casa que sea, no ha sido precisamente un acierto de la Junta Directiva del club.
Enfrentarse a los aficionados y a los periodistas, como ya ha reiterado en más de una ocasión Manuel Vega-Arango, responsabilizándolos de una supuesta campaña de acoso y derribo contra el preparador, no viene más que a poner de manifiesto que el presidente de la entidad se siente intrínsecamente implicado en los evidentes errores cometidos. Mirar para otro lado y buscar culpables externos es consustancial a los regímenes totalitarios y poco practicantes de la obligada consideración hacia el cuerpo social que, en definitiva, es el que los mantiene.
Por eso, parece llegada la hora de afrontar la realidad y asumir la peligrosa situación a la que el club se enfrenta. Si a lo que se aspira es a algo más que a transitar tristemente por la Liga Adelante, los plazos para afrontar el giro necesario empiezan a agotarse velozmente. Buscar excusas cada siete días y tratar de ganar tiempo ya se antoja inasumible en estas fechas. Ha llegado la hora de reconocer responsabilidades, buscar soluciones y, sobre todo, dejar de marear la perdiz.
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