Revueltas andas estos días las tropas socialistas tras el nuevo trastazo que han significado este fin de semana las derrotas sin paliativos en Galicia y País Vasco. Hay llanto y crujir de dientes y golpes contritos en el pecho por la debacle y, en casi todos los casos, en los labios una frase repetida: "Hay que recuperar la calle".
Esta forma gráfica de expresar la desafección, cuando no el hartazgo, del electorado hacia lo que hoy es el Partido Socialista Obrero Español define más un sentir interesado que un reconocimiento de los auténticos errores cometidos con reiteración por los dirigentes de esta fuerza política. A fin de cuentas han sido lustros de gobernanza privilegiada, en muchos casos continuada y en otros con 'obligados' paréntesis para la derecha, que han llevado a la llamada clase política de dicho partido a pensar que la casa del pueblo no era solamente la sede correspondiente de la formación, sino también las instituciones, las organizaciones sociales, las asociaciones y, en fin, todo el entramado social que constituye la vida diaria de un país, una comunidad o un ayuntamiento. A costa de, en un despliegue endogámico sin parangón, perpetuarse e intercambiarse puestos, de forma que una casta determinada mantuviera una situación de privilegio económico y social, llegaron a convencerse de que la sociedad era su casa y "en mi casa hago lo que me da la gana", como rezaba un antiguo dicho popular.
Ahora entonan preces por la recuperación del espíritu que les otorgó el poder en diferentes épocas de la etapa democrática, lo que se formula como el objetivo de "recuperar la calle". Sin embargo, no parece que la ciudadanía haya decidido romper con una siglas o con unos principios en abstracto, sino más bien con las personas que, en muchos casos, los han prostituido.
Si de verdad existe en el PSOE voluntad de volver a las bases que los convirtieron en un referente de la izquierda española, en lugar de enfocar el objetivo hacia afuera, sus dirigentes deberían redireccionarlo hacia sí mismos y pensar que el 'tiempo de los chollos' se ha acabado e, igual que hay millones de españoles sin ocupación, podrían pasar a idéntico estatus cientos de camaradas que desde hace años mantienen su coto particular a base de cumplir las reglas de la tribu. No sé si a eso se le podrían llamar recuperar la calle; lo que es seguro es que significaría recuperar la credibilidad.
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