Si un elemento destaca en el escudo de armas del actual presidente del Principado no es otro que el recurso al diálogo como vía para la consecución de acuerdos que permitan la gobernabilidad. En segundo lugar, y destacado también, reconocemos la tranquilidad como herramienta para afrontar los problemas de la gestión diaria de una administración como la autonómica. Pues bien, desde ayer podría afirmarse que a Javier Fernández se le ha caído la heráldica y se encuentra en estos momentos políticamente más perdido que un talibán en Wall Street.
El mandatario socialista ha hecho alarde de sus facultades para el entendimiento y el consenso desde el mismo momento en que pronunció su discurso de investidura hace algo más de un año. En todas sus intervenciones posteriores de cierta relevancia ha sacado reiteradamente pecho en clara alternativa al estilo 'broncas' de su predecesor en el cargo, un bagaje que le ha servido para gobernar sin apenas sobresaltos en todos estos meses.
Desde que, anteayer, el Pleno de la Junta General del Principado hiciera decaer la propuesta de reforma de la ley electoral autonómica, firmada por el propio grupo mayoritario y sus hasta ahora socios IU y UPyD, este basamento se ha resquebrajado mostrando un interior endeble. El acuerdo y la confianza, blasones de Fernández, han sido arrumbados a la historia del pasado próximo.
El partido de Rosa Díez ha aprovechado su congreso federal de este fin de semana para oficializar su ruptura del pacto con los socialistas asturianos y no ha escatimado críticas a sus hasta ahora socios. "No podemos fiarnos de quien no cumple un pacto" ha sido lo más suave que ha salido de su boca, hasta llegar a la acusación directa a los socialistas asturianos de cocinar un "pacto de hierro" con el Partido Popular. De por medio, términos como "chanchullos" o "falta de seriedad". En definitiva, decepción ante lo que considera una clara traición a los acuerdos firmados. La presidenta nacional del partido magenta escenificó así la primera gran embestida al pedestal sobre el que se sustentaba el presidente asturiano.
No por carecer de un pacto firmado se han mostrado menos contrariados los dirigentes de Izquierda Unida en el Principado con la actuación del grupo mayoritario a propósito de la reforma electoral. "Los socialistas han dinamitado la entente endeble que existía" con la fuerza política a la que él representa, afirmó el coordinador general de la coalición de izquierdas. Manuel González Orviz ha recurrido al término "desconfianza" para definir la que podría ser su relación con el PSOE a partir de ahora. Si a ello añadimos el recurso al muy asturiano verbo "frayar" utilizado por el portavoz parlamentario de IU, Ángel González, nos encontraremos con que el otro gran sustento del estilo Fernández, la "estabilidad" y la "tranquilidad", se muestran tan débiles como la capacidad de diálogo y de consensos.
Desprovistos de los principales elementos de su armadura, a Javier Fernández y a su equipo se le empiezan a apreciar los costurones interiores y, aunque la postura oficial es de tranquilidad absoluta y de mantenimiento de las posiciones, la realidad arroja una peligrosa debilidad que tiene su horizonte más evidente en la negociación del proyecto de presupuestos para el año próximo pero que podría manifestarse en el devenir de otras normativas o en debates ordinarios que acaben por desnudar al mandatario asturiano (humorísticamente ya habló en cierta ocasión de perder la vestimenta). "No voy a tirar la toalla", ha afirmado categóricamente en las últimas horas. Pues claro, pero la gestión a partir de ahora va a exigir experiencia en el encaje de bolillos.
En este indeseado escenario, ¿se le ocurrirá a su compañero de filas y secretario general en Gijón, Santiago Martínez Argüelles, recomendarle, como hizo a la alcaldesa de Foro, que se someta a una cuestión de confianza? Yo creo que no.
Lo desolador del caso es que la alternativa que han ofrecido los socialistas al (repudiable, ¡faltaría más!) estilo "broncas", no ha sido otra que un descarado estilo "trilero". El final ha sido el mismo, si bien en el primer caso alcanzado por un camino directo hasta provocar un extraño contubernio político que boicoteó al ejecutivo, lo que motivó el adelanto electoral; mientras que en el segundo caso se ha seguido un camino tortuoso de envites, sonrisas y regates, hasta el inaplazable desenmascaramiento del engaño final. Eso sí, que quede claro y patente que los socialistas aborrecen el estilo "broncas" y que en modo alguno van a reproducir sus pasos: poltrona hasta el final de legislatura, traspasando toda responsabilidad a los que los han abandonado (casualmente ambos, partidos emergentes), pero sobre todo a uno, al diputado 45.
ResponderEliminarEl estilo de los socialistas es mucho más "dialogante" y "democrático": basta con mirar, para comprobarlo, al asunto de Cudillero, tan vinculado por circunstancias electorales, gestores y ejecutorias, con el grupo parlamentario que sustenta al Ejecutivo de don Javier Fernández. Es el "sello" de la casa.
Ocurrente y oportuna la sugerencia de la cuestión de confianza, Marcelino.