miércoles, 22 de enero de 2014

Negociación

Desde hace unos meses pertenezco a un par de grupo de internautas cuyos objetivos están orientados a mejorar la forma de hablar y escribir que habitualmente utilizamos, de forma muy especial los que nos dedicamos a la comunicación. Leemos con frecuencia titulares e informaciones en los que abundan las incorrecciones gramaticales, cuando no las faltas de ortografía. Y todo ello en la era de los supercontroles, tanto humanos como tecnológicos, implantados en los diferentes medios de comunicación.

Admitido ese déficit profesional, tengo que decir que quienes peor tratan el lenguaje no son los periodistas, los administrativos, ni siquiera los tenderos, sino eso que generalmente damos en llamar clase política. El deterioro al que han sometido la palabra sus integrantes, muy especialmente en los últimos años, es mucho más dañina que un error garrafal en un artículo de opinión, toda vez que el mal uso responde casi siempre a una perversión intencionada de los significados orientada bien a despistar al receptor de sus mensajes con camuflajes torticeros, bien a encubrir sus verdaderas intenciones con auténticas mentiras.

Valga este largo preámbulo para centrar mi crítica en un aspecto más (sólo uno de ellos) de la realidad que ha presidido la terminología política en los últimos meses en Asturias. Me refiero muy específicamente a una palabra, negociación, de la que los unos y los otros han abusado, la han prostituido hasta la vejación, en un intento de mostrar un talante dialogante  del que la gran mayoría carecen realmente.

Negociar o dialogar son verbos que conllevan una voluntad de alcanzar un punto de encuentro con la otra (s) parte (s) y la asunción de un proceso en el que los intervinientes están dispuestos a ceder en algo (poco o mucho) para lograr a cambio algunos de sus objetivos (más o menos).

Pues bien, ésta es una actitud obligada a la que no han respondido la gran mayoría de los representantes institucionales de las distintas administraciones públicas asturianas a la hora de afrontar, por ejemplo, algo tan relevante como ha sido la búsqueda de un acuerdo para la aprobación de los distintos presupuestos para el año en curso, tanto en el Principado como en gran parte de los grandes ayuntamientos.

Desde que se inició tal proceso, hemos escuchado hasta la saciedad la disposición de los mandatarios de la izquierda y de la derecha a negociar sin premisas, a buscar el acuerdo con los demás "con todas sus fuerzas", a hacer del diálogo la principal herramienta para superar las diferencias.

La realidad es otra bien diferente. Los que gobiernan, porque se sienten investidos con la "responsabilidad" de imponer sus criterios para el bien común y quienes actúan desde la oposición, porque quieren hacer valer la utilidad de sus votos, aunque sean minoritarios, para hacer lo propio. Todos dicen buscar lo mismo pero muy pocos transitan los caminos comunes capaces de llevarnos a esa meta.

Desgraciadamente, la clase política se gana a diario el desprestigio del que goza en la sociedad asturiana, y española. Sus palabras no se corresponden con la realidad; y no se corresponden tan descaradamente que quedan 'desnudos' ante la mayoría de sus conciudadanos. Mientras la mentira subyazca como seña de identidad detrás de los discursos de nuestros representantes políticos, difícil será que éstos puedan recuperar la confianza de los votantes.

1 comentario:

  1. No puedo estar más de acuerdo con este artículo, Marcelino, incluido el preámbulo que refleja una decisión personal y profesional encomiable.

    Sobre lo que respecta al tema y título del mismo, también. Es tan evidente lo que denuncias que se me antoja peregrino añadir más sobre el asunto. Si acaso insistir sobre ese matiz que reflejas en el comentario, señalando a la "mayoría" de los representantes institucionales, porque ni todos "negocian", ni todos negocian "con todas sus fuerzas". De la misma manera hay quien "abusa" (usa mal, excesiva, injusta, impropia o indebidamente) del término negociación; quien lo pisotea y quien lo veja o prostituye, como bien dices. Existen grados (admito que aquí entra en juego la subjetividad individual) y considero necesario y oportuno resaltarlo.

    Espero que unos y otros, en especial los que están más "desnudos", tengan que superar una severa cuarentena.

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