martes, 18 de febrero de 2014

Vagos

¡Qué nadie se llame a engaño! Nuestros diputados regionales han demostrado ser una panda de vagos y la Junta General del Principado el patio de colegio en el que montan, un día sí y otro también, sus grescas infantiles propias de tal escenario. Y no es porque lo diga Foro, cuyos responsables estarían con toda seguridad en el otro lado de la trinchera de mantener el poder que generosamente dilapidaron en su corto mandato.

Ayer, la gran mayoría de la Cámara decidió ampliar su periodo de vacaciones descartando fechas significativas de su calendario de sesiones como los primeros días de la Semana Santa o los previos al Primero de Mayo. En eso si son muy capaces de dejar a un lado sus enfrentamientos partidistas. Como los infantes, olvidan el odio al de la otra clase para soñar con el día del maestro o la maestra, el patrono, o lo que sea. En esto, como en lo que se refiere a asuntos que benefician directamente a sus bolsillos, como ocurrió hace unos meses a la hora de ajustar sus emolumentos. En aquella ocasión también hubo entendimiento para hacer las cuentas de modo y manera que no perdieran ni un euro de su sueldo hasta la fecha, escamoteando en partidas globales lo que venían percibiendo indebidamente por conceptos tales como desplazamientos no realizados o dietas por sesiones inexistentes.

Al final, aunque con nombres diferentes, conservaron sus retribuciones en unas cifras muchos escalones por encima de la media de sus representados, pese a dar muestras suficientes de que no hacen nada para ganarse el pan justificadamente.

Ahora, han decidido que no tienen suficientes vacaciones y que hay fechas en el calendario demasiado tentadoras para renunciar al descanso. Eso sí, con argumentaciones siempre institucionales. No estaría de más que vigilásemos su actividad en esas fechas para comprobar que tienen más que ver con billetes de avión o unas reservas de hotel que con el servicio a los asturianos que les han elegido y que les pagan esos dispendios.

1 comentario:

  1. Lo cierto es que, además de ofrecernos un subproducto malo de solemnidad, sus índices de productividad son absolutamente inaceptables. No hay otra solución: tenemos que despedirlos.

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