El presidente del Principado, quizá por aquello de las modas, ha decidido abandonar su confeso madridismo para abrazar los nuevos aires del estilo 'cholista'. Por supuesto, metafóricamente hablando.
En al actual panorama de mayoría minoritaria sin apoyos expresos, Javier Fernández se ha agarrado a esa frase del entrenador colchonero y ha decidido jugar cada día un nuevo partido con la esperanza de sacarlo adelante como sea, bajo la pancarta del resultadismo, aunque para ello tenga que contar con la complicidad de ese 'hombre de negro' que ha resultado ser el Partido Popular o con la inestimable colaboración puntual de un jugador contrario de equipos más débiles.
Los tiempos corren mucho más aceleradamente de lo que nuestros gobernantes quisieran y así, como quien no quiere la cosa, europeas de por medio, ya se atisban en el horizonte las próximas autonómicas, lo que se traduce en que a esta legislatura le quedan tres telediarios. O menos.
Pobre es el balance de lo logrado en el tramo transcurrido de su mandato, con una ley de presupuestos aprobada y poco más. En la mochila del mandatario socialista figuran un montón de normas con las que pretende redondear esos tres años que la Junta General del Principado le concedió en 2011. Y no quiere que al finalizar ese trayecto su cirrículo se muestre vacío de contenidos a pesar de esa vitola de "tranquilidad" que ha figurado siempre como seña de identidad de su biografía política.
Y si para ello hay que pactar con el diablo, sea. Lo dijo una vez el presidente asturiano ante el pleno del Parlamento asturiano; y lo hizo refiriéndose a los apoyos que le prestaba entonces el grupo popular. También aquí fue metafórico pero, consciente de la frase, se apresuró a aclarar que no veía en Mercedes Fernández precisamente a una diablesa. Cosas de la lengua.
Ahora, Javier Fernández y su equipo hacen cuentas y barajan votos para cuadrar los apoyos necesarios y el signo de los mismos para cada uno de los proyectos de ley que tienen previstos. No importa sumar peras con manzanas; valen churras y merinas si se alcanza el número mágico de la legislatura: veintitrés.
Ésta es ahora la estrategia socialista para ganar su particular liga: ganar cada partido elaborando la táctica adecuada para afrontar a cada equipo que tenga enfrente y, si fuere necesario, rectificar sobre el terreno para alcanzar la victoria en cada encuentro.
Nada que no tenga que ver con lo que es la esencia de la política, si lo pensamos con lógica. Lo que ocurre es que los grandes partidos, el Socialista en Asturias, han practicado durante años otro estilo, el de los clubes de relumbrón sobrados de plantilla para triunfar en sus objetivos de pasar por encima del resto, algo que el tiempo ha confirmado como insuficiente.
Podría decirse que el presidente del Principado 'ha cambiado de chaqueta' abandonando el florentinismo grandonista para sumarse al 'cholismo' obrero en boga.
También el Sporting y el Oviedo abrazarían ese estilo y el "resultadismo"..., pero como si se abrazasen a una farola: seguirán en Segunda y en Segunda B, (si no se produce algún milagro).
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