Un reconfortante viaje vacacional me ha permitido alejarme del molesto 'ruido' de una supuesta campaña electoral ("campañina", en palabras de mi estimado compañero Jaime Poncela), la referida a los comicios europeos del domingo próximo. El sosiego y el relax no han sido óbice, no obstante, para escuchar el desagradable eco de una pléyade de voceros empeñados en hacernos creer que sus mensajes están fundados en aquello que realmente importa a los ciudadanos, en las bondades de pertenecer a la UE y cosas por el estilo. Nada que ver con la realidad. Por el contrario, podría afirmarse sin temor a errar que la mayoría de los protagonistas de esta ceremonia de la confusión han elevado la voz para arrimar el ascua a su sardina 'aldeana', a los propósitos estrictamente partidistas y a poner en entredicho al de enfrente. "Y tú más". Igual que siempre.
Si un comentario desafortunado de Miguel Arias Cañete, corregido tardíamente, en el mejor estilo de su jefe de filas, puede ser el 'leit motiv' de sus rivales socialistas y podría decirse del debate entre los dos grandes partidos nacionales, apaga y vámonos. Parafraseando una conocida sentencia del merecidamente premiado Quino, "que paren ésto que me bajo".
Y como todo este barullo me aburre enormemente, he concentrado mi atención en un pequeño asunto doméstico que recogen los medios informativos del día de hoy. La sanción de la Junta Electoral de Zona a la alcaldesa de Gijón por "publicitar" algunas de las obras abordadas por su equipo de gobierno y haberlo hecho en plena campaña.
La primera ironía se refiere a la cuantía de la sanción: 600 euros. Podría evocarse aquella famosa anécdota del que, tras ser multado con una insignificante cantidad por haber dado una bofetada a otro, inquirió al juez si podía depositar la misma suma multiplicada por tres o por cuatro y darle otras tantas hostias al agredido. En una campaña en la que los partidos políticos hablan de gastos en millones de euros, minucias como esa mueven más a la risa que a la indignación.
Aparte de lo superfluo, lo que más asombra de la decisión de la Junta Electoral es el fondo de la cuestión. ¿Ha sido Carmen Moriyón la principal transgresora de las buenas prácticas que la ley impone en una campaña electoral? ¿O ha sido la pardilla 'pillada' por sus rivales políticos de distinto signo en una práctica casi tan antigua como la propia democracia?
Parece evidente que la normativa impone que ninguno de los diferentes protagonistas de este aquelarre europeo en España aproveche su condición de gobernante para hacer proselitismo en estos días de teórico ajuste fino del lenguaje. Nada que objetar, pues, a la decisión de la magistratura.
Sin embargo, si nos atenemos a esos parámetros básicos, habría que considerar qué hacen los demás políticos en campaña; o lo que han hecho aquellos que han estado en liza durante anteriores convocatorias.
Para quienes, afortunadamente, conservamos la memoria, la práctica desarrollada estos días por la regidora gijonesa es moneda de cambio de uso común en todas las citas con las urnas. Y si aplicamos el criterio de la judicatura en este caso específico, ¿qué habría que hacer con los grandes líderes nacionales de la derecha que recorren machaconamente el territorio nacional con esa consigna de una renovada "España va bien", exhibiendo sus méritos por haber conseguido la "alegría" de sus conciudadanos o la "avalancha de parados" que dejan cada día de serlo para encontrar un empleo gracias a su acertada gestión? ¿Con qué cantidad habría que multar a don Mariano, a doña Soraya o a doña Fátima?
Bien está que le reclamen 600 euros a Carmen Moriyón si ha 'delinquido' electoralmente, pero, por favor, que se haga lo propio con tanto propagandista que circula entre acto y acto por este campaña.
Aquí jugamos todos o no juega ni dios.
Asunto menor, Marcelino. Un pellizco de monja que pone en evidencia la "altura" (obsérvese que pongo comillas) política, ética y moral, en resumen la catadura (y caradura) de los denunciantes, además de su cinismo. Nada sorprendente. Ni siquiera nuevo. Más y más de lo mismo, que dispara la sensación de hastío hasta niveles insospechados. La misma sensación que proporciona la huera y bochornosa campaña o campañina, de aberrante enfoque bipolar o bipartidista.
ResponderEliminarEscapa otra vez, tú que puedes.