No soy el único al que la irrupción de Podemos en el panorama político español ha traído a la memoria el aldabonazo que, en el ámbito asturiano, representó hace tres años la aparición de Foro Asturias Ciudadanos. Entonces, el partido de Francisco Álvarez-Cascos (creado, como el de Pablo Iglesias, en unos cuatro meses) acaparó tales apoyos de sus paisanos que fue capaz de alzarse con el gobierno autonómico; un Gobierno débil, eso sí, pero Gobierno a fin de cuentas.
Al margen del tirón de su líder, tuvieron mucho que ver en aquel éxito el hartazgo que los dos partidos mayoritarios en este territorio, y la muleta de uno de ellos, habían provocado durante muchos años en sus conciudadanos. El cómodo reparto de papeles entre FSA y PP había logrado esclerotizar hasta límites exorbitantes la política asturiana, una enfermedad de la que la nueva formación parecía ser el antídoto capaz de erradicarla.
Foro aglutinó entonces una ilusión, la ligada a una palabra que ha empezado a perder su significado por el mal uso que vienen haciendo de ella buena parte de los partidos desde hace muchos años: cambio. La realidad es que la misma resulta prostituida por la realidad de aquela otra frase de "cambiar algo para que no cambie nada".
Aquella idea provocó unos apoyos que ni los mismos responsables de la nueva plataforma podían creerse en la noche electoral de tres años atrás (¿nos sigue sonando la copla?). Pero la gestión política se empeña en mostrarnos con terquedad que una cosa es predicar y otra bien diferente echar trigo. El convulso año de gobierno de Cascos provocó no pocas decepciones, abandonos y fracasos. Tuvo ayudas inestimables de sus enemigos de uno y otro signo, es cierto; pero también lo es que cuando alguien decide hacerse responsable de una tarea tan compleja lo tiene que hacer con todas las consecuencias. El año de gobierno de Foro tuvo muchas más sombras que luces y la realidad manifiesta llevó a su líder a intentar revalidar un año después sus primeros números, algo que, como todo el mundo sabe, no pudo conseguir.
Se dio paso, así, a un retorno de los socialistas al poder regional y la formación de Cascos entró en una fase que le obligaba a ejercer una oposición para la que no estaba preparada. En torno a su líder se había estructurado un partido sin cuadros, sin experiencia apenas (algún ex del Partido Popular), sin recorrido. No era un partido aunque celebrasen un primer congreso fundacional que nunca ha tenido continuidad.
Los dos años en la bancada opositora no han hecho ningún favor a FAC. El partido, lastrado por el creciente desinterés de los ciudadanos hacia sus representantes, ha ido languideciendo y atrincherándose en sus viejas y repetidas consignas de afrenta. Ello sin olvidar las erróneas apuestas de competir en las legislativas en circunscripciones ajenas como la de Madrid o esta última huida hacia adelante de las europeas, una empresa utópica en la busca de un escaño en Estrasburgo.
El tiempo no sólo deteriora los cuerpos humanos; también pasa factura a entidades y formaciones que no saben evolucionar y acomodarse a la realidad.
Y no es que vaya yo a compartir los interesados análisis de quienes ven en los resultados del domingo para Foro una clara debacle que pronostica su caída definitiva. No. Ese análisis, como saben los que lo publicitan, es sesgado y no se sostiene mínimamente. Los posibles votantes del partido casquista sabían de lo inalcanzable que era lograr un eurodiputado y quienes de sus simpatizantes votaron en muchos casos lo hicieron por opciones con más 'chance'. Sacar a colación la presencia en la lista de la alcaldesa de Gijón como un elemento más del abandono ciudadano solamente me merece una sonrisa de complicidad con sus vehementes enemigos.
Sin embargo, de la observación distante de lo que acontece en el día a día en el Principado de Asturias podemos colegir que FAC ya ha sido contagiado de la misma enfermedad que vino a solucionar. Que cada día transmite menos ilusión, que desaparece la empatía, que se diluye la esperanza. Que la metástasis, en definitiva, ha hecho su trabajo en los órganos y osamenta de esta formación que, ahora, ha pasado ya a ser una manifestación más, nada ostentosa, por supuesto, de la esclerosis política asturiana.
Es cierto que, más allá de sus antípodas ideológicas, la efervescente irrupción de unos y otros guarda cierta similitud.
ResponderEliminarY también lo es que Foro presenta a estas alturas signos de esclerosis, en parte inducida -como bien apuntas- por la propia inercia del sistema bipartidista que pretendió combatir pero que no fue capaz de romper o revertir.
No obstante, y a pesar del error de bulto (¿otra manifestación de soberbia?) de intentar poner una pica en Flandes (nunca mejor dicho), a añadir a las del Congreso y del Senado, cabe esperar que los resultados de Foro en las autonómicas y locales esté en línea con los de sus acérrimos rivales PP y PSOE. Cuestión aparte será lo que acontezca por la izquierda. Todo ello determinará que la esclerosis pueda ser aliviada con tratamientos paliativos o, por el contrario, evolucione hacia la irreversibilidad.