En el actual escenario de la política española se han presentado nuevos actores, y lo han hecho reclamando un protagonismo, lo que está obligando a quienes hasta ahora lo escribían a alterar el guión. Hasta las elecciones europeas del pasado año, la redacción del libreto parecía reservada a una de esas parejas acostumbradas, como algunos pianistas en la interpretación, a escribir a cuatro manos una obra en la que modificaban ligeramente los roles cada cuatro u ocho años, aunque siempre los intérpretes eran los mismos, intercambiándose las vestimentas, como en aquellas viejas compañías ambulantes de los cómicos de la legua.
Eso ha cambiado. Ahora se han incorporado nuevos figurantes con aspiraciones de asumir protagonismo y los veteranos actores de siempre precisan atildar sus papeles para acomodarlos al nuevo marco sin excesivo riesgo de perder su rancio prestigio.
Saco esto a colación después de haber leído la primera página del diario "El País", la de ayer y la de hoy, en las que figuran como titular principal los descartes que Ciudadanos -ayer- y el Partido Socialista -hoy- establecen para posibles pactos de gobierno o de legislatura tras los comicios del 24 de mayo próximo.
Hasta la fecha, lo anquilosado del guión hacía que todo el mundo supiera, sin necesidad de especificarlo, cuál o cuáles podrían ser los aliados de los dos partidos mayoritarios a la hora de completar mayorías suficientes para gobernar. Pero ahora el tablero es mucho más complejo y las posibilidades de movimientos hacen crecer exponencialmente las combinaciones.
Quizá por eso los máximos responsables de buena parte de las fuerzas políticas en liza han preferido apostar por los descartes, en vez de aventurar quienes podrían ser los compañeros de viaje en los hipotéticos grupos encargados de la gestión de autonomías y ayuntamientos.
Sin pretenderlo, me han venido a la memoria aquellos "cuadrinos" de fútbol que montábamos en los recreos de los tiempos escolares, aquéllos en los que los encargados de hacer los equipos siempre se encargaban de dejar claro quién era aquel que no querían en su equipo.
Ahora los 'preparadores' de Ciudadanos y del Partido Socialista han dejado claro ya qué jugadores no van a estar en sus 'team'. Los de Rivera sólo quieren a los titulares y amigos con los que compiten desde que han configurado su equipo; los de Pedro Sánchez son más flexibles y permitirían acompañar a sus 'galácticos' a algunos peones de brega capaces de oxigenar a los primeros, pero no a todos.
Pienso que todos estos posicionamientos tienen mucho más que ver -como casi todo lo que venimos oyendo últimamente- con las legislativas de finales de año que con las municipales y autonómicas del mes que viene. Y lo pienso porque resulta especialmente complicado establecer normas fijas capaces de ser aplicadas en la Comunidad Valenciana y en La Rioja, en el Ayuntamiento de Madrid o en el de Mijas, por decir algo. Me cuesta creer en una regla aritmética común y me atrevo a aventurar que su rígida aplicación sería una fuente de conflictos internos que llevaría a dolorosas secesiones en distintos puntos de España. La cruda realidad ya ha puesto frente al espejo a los emergentes Podemos y a los citados Ciudadanos a la hora de fijar las normas internas para la elaboración de listas.
Por otra parte, se me ocurre preguntarme si, en el caso de los socialistas, esas directrices son para aplicar desde este mismo momento o podrían trasladarse a una comunidad como la andaluza donde, a pesar de haber celebrado elecciones hace ya bastantes semanas, siguen sin tener una salida mínima para formar gobierno. ¿Quieren decirme los chicos de Ferraz que si el Partido Popular decidiera apostar por la abstención en la investidura de la líder andaluza le prohibirían acceder a la Presidencia de la comunidad con ese 'apoyo' de la derecha? Yo creo que no. Es más, estoy seguro de que Susana Díaz invocará todas las noches a Felipe González, esa especie de Cristo del Gran Poder sureño, para que le conceda el milagro de la gobernabilidad aunque sea en compañía del mismísimo diablo.
Es tan alta la volatilidad y la predominancia de espurios intereses, que las afirmaciones de hoy pueden ser cínicamente desmentidas mañana. Estamos en la etapa de las hipótesis y las elucubraciones. Los mentideros políticos funcionan (interesadamente) a pleno rendimiento. Sólo los fríos números de los resultados electorales lograrán despejar tanta incertidumbre.
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