Mientras los populares asturianos se desangran en un conflicto fratricida de tintes suicidas, los socialistas del Principado han iniciado con un objetivo claro la puesta en marcha de una 'hoja de ruta' apropiada para afrontar con ciertas garantías el fin de una larga etapa y el inicio de otra, cambio marcado en lo formal por el relevo de la persona encargada de capitanearlos en las urnas.
Y no es que dicho relevo haya sido un camino de rosas ni haya estado exento de problemas. Hace mucho tiempo que desde esta misma tribuna anuncié que Areces no iba a marcharse así como así y que en su cabeza no entraba el abandono voluntario de la posibilidad de aspirar a un cuarto mandato. A estas alturas -y aunque los del PSOE han demostrado casi siempre ser mucho más discretos a la hora de arreglar sus enfrentamientos internos- ya todo el mundo sabe que, cuando el actual presidente del Principado hizo pública su intención de no presentarse de nuevo como cartel socialista en Asturias, la decisión había recibido algo más que un empujoncito, y de dos o tres. La presión de la propia FSA y, sobre todo, de Ferraz, convencieron -no sin un arduo trabajo- a Tini de que no era el momento de dar batallas y presentarse desunidos -como ahora aparecen sus rivales del PP- a unos comicios, y más con las connotaciones negativas y el marco económico de recesión del que una gran mayoría de asturianos -y de españoles- les responsabilizan directamente.
Pero, como decía, si algo saben hacer habitualmente bien los socialistas es lavar en casa la ropa sucia -casos como los de Madrid, por poner uno de los ejemplos contrarios son aunque endémicos, minoritarios-. Aquí, en Asturias, han resuelto sus cuitas de puertas adentro y sin aspavientos, y a otra cosa.
El relevo de Areces, el candidato 'in pectore' Javier Fernández, pasada aquella página, se ha lanzado ya a una larga precampaña, consciente de que su figura no es precisamente muy conocida entre los asturianos y, al contrario que hace cuatro años, la sonriente imagen del talante zapateriano, las entonces siglas triunfantes en el ámbito nacional, ya no le bastan para apoyar con garantías una victoria (más bien al contrario). El nuevo aspirante a regir los destinos de esta comunidad autónoma ya está todos los días en los medios de comunicación -sí, el mismo al que antes había que extraerle las palabras con sacacorchos- y ha iniciado su periodo de proyección pública con manifiesta intensidad.
Sus primeros discursos no nos han dejado, en líneas generales, mucho más que los eslóganes generales carácterísticos de la propaganda partidista emanada de las altas instancias federales. Sin embargo, con ese equipaje mal le irían las cosas al flamante aspirante. Quizá por eso, Fernández ha empezado tímidamente a introducir en ese discurso de manual algunos apuntes en los que muestra su manifiesta intención de introducir cambios en la línea tradicionalmente plana y seguidista de Areces. Su clara apuesta por la industria tradicional -un sabio guiño a los sindicatos- frente a las proyecciones innovadoras y casi futurista del todavía presidente; las 'recomendaciones' al Gobierno de Zapatero sobre una política fiscal "más de izquierda" como la que -dice- ya se ha iniciado en el Principado; la 'bravata' sobre su segura presencia en Rodiezmo, entre "amigos" y "compañeros", en el mismo escenario al que su líder nacional ha renunciado a asistir este año -rompiendo con todas sus tradiciones- con el intragable argumento de no molestar a las centrales sindicales, las mismas que le preparan para finales de mes una huelga general. Son, por el momento, destellos, pero significativos de un presunto giro en la trayectoria de los socialistas asturianos.
En fin, que aunque Fernández no va a ser precisamente un díscolo, eso nunca, parece haber iniciado el camino para rescatar un perfil de 'socialista viejo', el mismo del que algunos compañeros de otras comunidades, en activo y, sobre todo, los retirados, dejan muestras todas las semanas en forma de titulares en los medios de comunicación. Con el PSOE, sí; pero sin perder el núcleo fundamental de esas esencias que los últimos 'ajustes' y 'reformas' del Gobierno central han puesto en cuestión y han dejado al partido de Pablo Iglesias apenas sin discurso.
Hay un aspecto en esta estrategia de Fernández que me parece especialmente relevante y que, como por ahora 'no toca' (esto sí que se lo vamos a seguir oyendo por mucho tiempo, en el Gobierno o fuera de él), no trasciende a la opinión pública, pero en el que su equipo viene trabajando desde hace muchos meses. Me estoy refiriendo a los primeros bocetos sobre los perfiles paradigmáticos de los compañeros que le habrán de acompañar en la lista autonómica y, un poco más adelante, en el Gobierno regional, si lograra ganar las elecciones de mayo de 2011.
El actual líder de la FSA ya ha hecho su apuesta y, en línea con las estrategias que mencionaba más arriba, parece decidido a recuperar para sus colaboradores institucionales las esencias del socialismo que triunfó especialmente en los años ochenta, el de Felipe González, el de Alfonso Guerra, el de José Ángel Fernández Villa -al que es consciente de que tiene que recuperar de alguna manera-, en fin, el del mono azul y el casco, el de la pana (para los guías intelectuales). Así, sus más directos colaboradores ya no dudan de que, especialmente su Gobierno, va a estar integrado por socialistas con pedigrí, por camaradas y veteranos, por militantes con un claro perfil político, justo el contrario al tecnocrático y de 'independientes' en que se ha ido convirtiendo progresivamente el arecismo en los últimos doce años. (Por cierto, que la prole de consejeros y altos cargos del actual mandatario andan ya como locos pensando en como buscarse la vida en un marco ajeno a los estilos practicados durantes un periodo tan largo y difíciles de reconvertir en tan poco tiempo a los nuevos tiempos que se avecinan).
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