Quizá haya sido la climatología veraniega continuada la que haya influido de forma relevante en el estiaje que este humilde periodista en la reserva ha trasladado al teclado de su computadora. Sea por las prolongadas temperaturas inusualmente altas para esta tierra, sea por la normal vagancia derivada de la ausencia de una obligación de plasmar en palabras opiniones sobre la actualidad, el caso es que he abandonado esta tribuna durante unos días, y no por vacaciones o por falta de asuntos que abordar, sino por abulia.
Sin embargo, han aparecido en la última semana ciertas informaciones que han logrado finalmente la movilización de este escribiente, aunque con algo de retraso. Una de ellas tiene que ver con el cambio de responsables de programación de La Laboral, un cambio que implica un giro de ciento ochenta grados con respecto a la idea base con la que se puso en marcha hace algo más de tres años. Tras ese largo periodo (con un resultado de absoluto desapego con respecto a la ciudad y muy lejos de aquel centro de referencia internacional que anunciaba el Gobierno de Areces y las personas a quienes entonces encargo directamente la responsabilidad de sacar adelante la Ciudad de la Cultura, como pomposamente se la denominó en su estreno), la operación sorpresa del verano, que ha cogido con el pie cambiado a sus propios correligionarios, el Ejecutivo autonómico ha puesto el objetivo de conectar unas magníficas instalaciones con el público que hasta el momento les ha dado la espalda con claridad y lo ha puesto en las manos de una persona que no necesita presentaciones, el empresario y productor José Luis Moreno.
Desde luego, ya no se trata de una empresa orientada a captar mayores audiencias dentro de un modelo de vanguardia, de unos canales alternativos a las fiestas populares, ni tan siquiera de acercar todo lo que se mueve en torno al mundo escénico a grupos culturalmente inquietos, además de que para ello ya se cuenta con otro marco que cumple desde hace años sobradamente esa función, el Teatro Jovellanos.
Lo verdaderamente desconcertante es que hemos pasado de un Mateo Feijoo, o un antecesor de nombre extranjero de cuyo nombre ni quiero acordarme ni me acuerdo. Han sido tres años de experimentalismo, de 'performance', de apuestas minoritarias que, por mucho que ahora el Principado trate de justificar, han resultado globalmente un verdadero fracaso. No hace mucho desde las páginas de los medios de comunicación se daban cifras que, si no fuera por el derroche por el que nos llevaba ese camino, sería para provocar la risa.
Sin embargo, lo peor no es que el Gobierno asturiano, responsable último de la Laboral se haya caído del caballo y haya visto la luz, sino que lo se ha quedado fijado en su retina y ha servido para su 'conversión' sean las lentejuelas, los focos del estudio televisivo al uso o el humor más o menos zafio. Es cierto que en la programación presentada hay espectáculos dignos, pero lo que se anuncia y se vende sobre todo son Isabel Pantoja o los Vivancos, por poner dos ejemplos significativos. Dejo de lado que la tonadillera sea parte también del programa del Día de Asturias, con Chenoa y otras 'estrellas' del momento, porque, a fin de cuentas, el apartado lúdico de la fiesta regional tiene otras connotaciones distintas de las de una espacio escénico que se inauguró como modelo y referencia para toda España, vease el teatro de La Laboral.
El caso es que Moreno se ha apuntado al dos por uno, y quienes le han contratado son los mismos 'men in black' arecistas que tomaron el viejo y gigantesco complejo arquitectónico del ministro franquista Girón para ponerlo del revés y situarlo en la vanguardia internacional más atrevida, tanto en su caja escénica como en el espacio expositivo Centro de Arte y Diseño Industrial.
O nos pasamos o no llegamos. Eso es lo que se plantea el desconcertado gijonés, perplejidad que alcanza a los propios compañeros de quienes han aprobado el cambio de orientación en La Laboral. Y si no que se lo pregunten a los máximos responsables socialistas en la ciudad, en el partido y en el Ayuntamiento, que se las ven y se las desean para, al menos en público, sortear unos argumentos que les resultan imposibles de adivinar.
No tengo nada contra José Luis Moreno. Desde sus primeros éxitos como ventrílocuo en nómina de la entonces televisión única, ha afrontado una carrera empresarial que le ha llevado a convertirse en referencia internacional del mundo del espectáculo. Llegó a la cima, no ha engañado a nadie; él tiene su negocio y como buen inversor dedica sus esfuerzos a rentabilizar su 'factoría cultural'; eso sí, con su estilo, populista, facilón y casi 'marujil', pero que llega a las masas , lo que lo hace rentable. Por eso, desde esa parte de la barrera, parece lógico que el promotor haya visto la oportunidad de entrar en una ciudad como Gijón y haya planteado su oferta, una programación que responde a los parámetros que le han caracterizado desde hace muchos años.
Solamente un pero a quien fuera hace muchos años la voz del incorrecto cuervo Rockefeller. Que haga sus negocios y, si es posible, que le vayan bien, pero que se ahorre chirriantes declaraciones como la de que pretende hacer de La Laboral "un Salzburgo a nivel mundial". Puede que su imperio tenga recursos para muchas cosas, incluso para algo así, pero resulta ofensivo para la inteligencia del más corriente de los ciudadanos semejante dislate. Moreno a tus "morenadas", y vale.
Lo desconcertante, pues, no es la entrada del nuevo empresario en el 'mercado' gijonés, sino la elección de nuestros 'modernos' gobernantes. Si hace una semana me hubieran filtrado este acuerdo me hubiera reído de l mensajero y le hubiera tildado de loco. Pero no, la cosa va en serio. Y hablando de risas, hay que recordar que los mismos que ahora se han embarcado en este cambio radical de rumbo no hace mucho se mofaban del alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, precisamente porque, entre otras 'estrellas', basamentaba la programación de las fiestas capitalinas de San Mateo precisamente en la citada Isabel Pantoja.
Quizá haya que atribuir este experimento a la situación de transición que atraviesa el partido socialista, con un Areces -el contratante- al que están dejando progresivamente sin fichas que mover y al que, por mucha declaración oficial de compromiso hasta el final de su mandato que haga, cada día parecen importarle menos el manual de comportamientos y fraseología de partido. A fin de cuentas, la apuesta por Moreno y su estilo es, por el momento, tenporal. Quizá el actual presidente piense que, en primera instancia, no tiene nada que perder; el listón estaba tan bajo que cualquier resultado, sin duda comercialmente mucho más rentable, será para mejorar. Y, luego, que su sucesor decida por donde hay que dirigir los tiros. Menudo papelón le deja Tini a Javier Fernández. ¿Qué hará el año que viene (si gana y gobierna, claro) el ortodoxo y circunspecto líder de los socialistas asturianos?
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