domingo, 1 de agosto de 2010

Cascos empieza a jugar

Fue lo que todo el mundo esperaba. La intervención, hoy, en Valencia de Don Juan, de Francisco Álvarez-Cascos, dentro de los actos incluidos en el programa de su nombramiento como Paisano de honor de la localidad leonesa, sirvió para que el veterano político se sentara a la mesa de juego y empezara a mover fichas. El ambiente era propicio y no defraudó a sus seguidores. Su discurso en el almuerzo -el anterior lo había reservado para la parte protocolaria- entró de lleno a la polémica suscitada sobre su posible candidatura a la Presidencia del Principado el año próximo y, aunque mantiene un escrupuloso cuidado de 'mojarse' con palabras específicas sobre tal posibilidad, abordó, en un discurso cuidado, muy medido, ajustado hasta el límite en lo que se refiere a no entrar al trapo de los ataques de sus adversarios internos, a los que en ningún momento nombró, todas y cada una de las circunstancias que han sobrevenido en los últimos meses, con los vaivenes de unos y las indefiniciones de otros, con los vítores y homenajes y con las puñaladas traperas.

Para empezar, la palabra que más repitió en su intervención fue "unidad", justo lo contrario de lo que atribuyen a su regreso Gabino de Lorenzo y su séquito. Aunque los nombres propios -como decía- no aparecieron en momento alguno en su boca, parece claro que fue a ese grupo al que se dirigió en la -para mí- más fuerte y directa diatriba para los que se oponen a su persona, a los que acusó de calumniadores. "De todas ellas (las calumnias vertidas contra su persona), la más perversa es la de relacionar mi silencio sobre hipotéticas propuestas que ningún órgano estatutario ha tratado, con un riesgo de división semejante al que desembocó en la escisión liderada por quien presidía el Gobierno autonómico de Asturias en 1999", una respuesta que apoyó afirmando que "aquella ruptura fue iniciada con sonoras declaraciones por ellos mismos, por quienes ahora repiten idénticos modos de comportamiento". Se puede decir más alto, pero no más claro. Querían que Cascos hablara y lo ha hecho.

En la línea de su principal mentor, no olvidó Cascos las citas a personajes emblemáticos, como la de Jovellanos arrojada con evidente displicencia hacia el equipo de demolición contra su posible candidatura autonómica montado desde la Alcaldía de Oviedo: "prescindiré de sus autores, porque no es mi ánimo denigrar a otros, sino defenderme a mí. Si no son más que enemigos míos,... los perdono". Esta frase vino seguida de otra alusión a las "calumnias" vertidas sobre su persona, pero, sobre todo, contra "personas significadas por su amistad conmigo". Tampoco esquivó la respuesta a la que denominó "brunete mediática" aliada y portavoz de sus adversarios asturianos. "Nada nuevo -dijo citando a Ortega-; es la vieja España que denunciaba Ortega, nada más y nada menos", para rubricar sus palabras con un aviso citado del clásico: "aquel hombre que pierde (con sus calumnias) la honra por el negocio, acaba perdiendo el negocio y la honra". No parece necesario dar nombres tampoco en este caso, ya que todo el mundo que sigue la polémica sabe a quién se estaba refiriendo el político asturiano.

Faltaba por saber si el ex vicepresidente iba a dirigirse también a las presuntas zancadillas que desde Madrid, desde la dirección nacional, se habrían tratado de poner a sus hasta el momento hipotéticas aspiraciones. Aquí, su experiencia hizo que el discurso derivase nuevamente hacia la "unidad" -que distinguió de la "uniformidad"-, clave del PP victorioso de etapas anteriores y, en un guiño sin dobles interpretaciones a quien tiene la última palabra sobre ese presunto regreso suyo a la política manifestó: "Es la hora del Partido Popular, de Mariano Rajoy y de su equipo, y aquí estamos todos con el consejo desinteresado, para empujar con el motor de nuestra experiencia, para tirar del carro con ambas manos, para sumar como hicimos siempre". Si, como parece, este verano el tan traído y llevado encuentro entre ambos se produjera -da igual que Mariano vaya a buscar a Paco, que éste acuda al presidente nacional o que hablen por teléfono- no sería de extrañar que el cambio de escenario que hasta ahora pintaba mal para el ex ministro fuera un hecho. Nadie con un mínimo de conocimiento de cómo funcionan estas cosas imaginaría que de ahí saldría una ruptura. Más bien, al contrario.

Sería entonces el momento de que las cañas se tornasen en lanzas y los venablos darían un giro de 180 grados. Claro que, conocido el personal que constituyen el conservadurismo asturiano, seguro que el asunto se zanja con la búsqueda de una cabeza de turco, y ese no puede ser otro que el presidente regional. Ovidio Sánchez, siempre situado en el lugar del campo donde no se juega la pelota -como dije alguna vez-, tiene todas las papeletas, si la operación anti-Cascos se derrumba. Desde luego, el que no va llevarse la peor parte será De Lorenzo, ni Fernández Pardo. El pato lo pagará Ovidio o, en su caso, como todos sabemos que estaba fuera de España cuando se produjo la andanada principal, derivará la responsabilidad hacia su 'número dos' y firmante en su nombre del escrito en cuestión, el secretario general, Fernando Goñi.

Habrá quien argumente que, aunque algunas alusiones parecen evidentes, Cascos no dijo ayer que quiera ser el candidato del PP asturiano de Ovidio, Gabino, Pardo, Aréstegui, etcétera; y es verdad. Es más, en todas sus alusiones al tema de su hipotética candidatura recordó que "ningún órgano del partido requirió mi parecer" (hasta ahora, claro). Más directo fue cuando aseguró "nunca me he dirigido a nadie, en público o en privado, para buscar algo o para pedir algo en el partido. Nadie he buscado y nada he pedido. Tampoco conozco una sola reunión o un solo acuerdo de un órgano estatutario regional o nacional del partido, en Asturias o en España, donde se haya planteado alguna propuesta que yo deba de responder. No es que el silencio, en ocasiones, valga más que mil palabras. Es que el silencio siempre es la única respuesta cabal a una pregunta inexistente".

Si alguien entiende que esto es suficiente para seguir dudando de las intenciones de Cascos, allá él. Y si no que se fijen en otra de sus frases: "No estoy tan ciego para no ver lo que pasa, ni tan sordo para no oir lo que me dicen", afirmó al referirse a lo que en momento él mismo llamó "marea" de peticiones para su reincorporación a la vida política y para capitanear una posible victoria electoral en su tierra. Y por si lo anterior fuera insuficiente, continuó: "nunca recibí tantas palabras de apoyo, a título personal, por no decir de apremio, como las que ahora escucho animándome a regresar a unas tareasque exigen total dedicación y responsabilidad pública".

Creo que por ahora no es necesario más. Cascos se ha sentado a la mesa y ha decidido iniciar el juego. Ya comenté en algún momento que la estrategia de los 'contras' son un aliciente para un carácter como el suyo. A partir de ahora, aunque apele al silencio prudente, ya no cabe duda que ha decidido entrar en la partida. Su intervención de ayer es toda una declaración de intenciones para quienes le conocemos un poco. Ahora les toca contrarrestar este envite a sus 'enemigos' de casa, últimamente bastante silenciosos ante un aparente cambio de escenario bien diferente del que ellos habían confeccionado.

Nada está decidido, pero las cosas se empiezan a clarificar. Quizá ahora habría que decir que en el mundo actual, ese que avanza a más velocidad que el de nuestros ancestros y que el nuestro mismo de hace unos años, el que gana no es el grande al pequeño (entendiendo el primero como aquel que tiene en sus manos los hilos del aparato), sino el rápido el que gana al lento (la frase no es mía, pero tampoco recuerdo quién es su autor), y Cascos ya ha empezado a meter la primera.

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