Si lo que los partidos políticos asturianos se proponen es volver locos a sus paisanos hay que decir que tienen todas las papeletas para lograrlo. Ya no basta con el esperpento de la formación de la Mesa de la Junta General, ni del inexplicable aplazamiento de la formación de un nuevo Gobierno autonómico que nos llevará casi con toda seguridad al día 15 de este mes, casi dos meses después de las elecciones de mayo, sino de los permanentes vaivenes que sus responsables vienen practicando en este ya exageradamente exasperante largo periodo de tiempo.
La semana pasada, con los inevitables y esperados desencuentros, parecía que la 'intensa' negociación entre las dos fuerzas del centro derecha, Foro Asturias y Partido Popular, abocaba a un acuerdo, difícil, cargado de espinas, con algunos puntos en el aire, pero acuerdo a fin de cuentas que permitiría la investidura de Francisco Álvarez-Cascos como presidente del Principado mediante un pacto de legislatura de su partido con los responsables de la fuerza política a la que hasta hace bien poco perteneció.
Sin embargo, todos los 'avances' de días atrás saltaron por los aires esta mañana cuando el equipo negociador de los populares puso sobre la mesa como condición 'sine qua non' para el entendimiento su entrada en el futuro Ejecutivo. A priori, como ha destacado el portavoz de Foro Asturias, sorprende sobremanera que la delegación que encabeza Joaquín Aréstegui se haya destapado con la fórmula del gobierno de coalición como irrenunciable para llevar a buen puerto las negociaciones. Y sorprende porque, ya no es sólo que durante toda una semana anterior no hayan jugado, ni siquiera apuntado, esta carta , sino porque la candidata popular, Isabel Pérez Espinosa, había indicado en ese mismo periodo expresamente que lo de entrar o no en el Gobierno era "irrelevante". Todo ello sin olvidar que también hoy mismo los populares han colocado igualmente sobre la mesa, de nuevo, su extensión de las exigencias para un pacto el hacerlo extensible a los gobiernos municipales, algo que parecía olvidado casi un mes después de constituidas las corporaciones locales. ¿Quiere o no quiere el PP el acuerdo? Esta es una cuestión.
Enfrente, los hombres de Cascos se han visto hoy sorprendidos por este giro de ciento ochenta grados de sus interlocutores en un tema que parecía estar fuera de los escenarios barajados y se han sentido obligados a pedir al 'jefe' que intervenga directamente mediante la reunión de la comisión directiva regional, el órgano máximo de dirección, que el ex vicepresidente dirige con su personal estilo. El problema lo plantea el PP pero, puestos a recordar posiciones, hay que revisar las declaraciones del propio Cascos desde el mismo día después de las elecciones, declaraciones en las que no excluía para llegar al necesario acuerdo cualquier tipo de fórmula, gobierno de coalición incluido. También en esto Foro parece haber reconsiderado, aunque sin el carácter sorpresivo y de última hora de los populares, sus planteamientos. Ahora ya no hay ejecutivo conjunto. ¿Quiere o no quiere FAC el acuerdo? Esta también es otra cuestión.
Sobre este escenario de vodevil que tiene a los asturianos con la boca abierta, sólo cabe pedir a gritos que este embrollo acabe de alguna manera razonable para la ciudadanía, algo a lo que no parecen dispuestos los partidos políticos. Dentro de este caos aparentemente inverosímil, únicamente me queda apuntar la razón última que, a mi modesto entender, subyace en el nuevo marco diseñado en este primer día de la semana: órdenes directas de Madrid; sí, de Génova; sí de la propia planta noble de la sede nacional del PP y de su líder. Mariano Rajoy cada día ve más cerca, con rubalcabas o sin ellos, que su acceso al Gobierno de la nación no se le puede escapar, sea en otoño, como todo parece indicar, mediante la convocatoria de elecciones anticipadas, sea en en marzo del año próximo, como fija la legislación ordinaria. Al impredecible futuro presidente del Gobierno, con una España casi íntegramente 'azul' tras el 22 de mayo, no le interesa para nada tener una isla feudal en el Norte de España, sobre todo si el 'señor' que la maneja es su antiguo compañero Cascos. Como se ha dicho siempre, por pura lógica, mejor estar dentro para controlar al adversario que dejarle las manos libres, aunque sea con las dificultades de alcance impredecible de un ejecutivo en minoría.
Y mientras el centro derecha se empeña en jugar con nuestra capacidad de asimilación de lo que se nos antoja irracional, en la izquierda también aparecen y reaparecen síntomas de esquizofrenia. Me estoy refiriendo a Izquierda Unida, que cambia cada día de chaqueta en lo que a sus relaciones con el Partido Socialista se refiere. Vistas como están las cosas enfrente, el coordinador general de la coalición, Jesús Iglesias, volvió a salir hoy con aquello de que "nunca" han dicho que a Javier Fernández fueran a faltarle sus votos si decidiera presentarse como candidato a la Presidencia. No voy a recordar ahora las palabras cambiantes del susodicho en estas últimas semanas porque están demasiado recientes en la memoria de todos y no hace falta en este caso ni recurrir a las hemerotecas, sus afirmaciones sobre las relaciones de la izquierda asturiana, que pasan "por su peor momento", o las acusaciones contra esos presuntos socios por lo de Cangas del Narcea, por la Mesa de la Junta General del Principado, por lo de Castrillón,... Tal parece que al equipo que dirige IU desde la plaza de América cuanto más les 'dan por el c...' mejor se encuentran. En fin, allá ellos. Como algunos compañeros de la dirección nacional no quieren escuchar a otros dirigentes de la misma coalición que han dicho basta ya al 'no pasarán' y han arrumbado el blasón de 'cerrar el paso a la derecha' como consigna máxima. Y lo han dicho porque han comprobado que tan parco bagaje ya no basta si no va acompañado de un poco más de proyecto y de obras que, como todo el mundo sabe, son amores.
En este laberinto insalvable, los únicos que parecen mantener la cabeza fría -será porque llevan muchos años gobernando- son los socialistas. Frente a unos y otros, frente a ofertas y servidumbres, Javier Fernández y los suyos se mantienen inmutables en lo que dijeron la misma noche electoral de mayo, que no van a presentar candidatura y que se quedan en la oposición, una apuesta, por cierto, que, dada la situación, se antoja la más prudente.
Lo único que faltaría en todo este batiburrillo de despropósitos es que, en algún momento, también el PSOE pegará en los próximos días, o a última hora, un quiebro y cambiara esta opinión. Sería muy legítimo formalmente, como el resto de las posturas, pero se convertiría en el estrambote final de esta comedia bufa que unos y otros están desempeñando con verdadera profesionalidad, aunque, por desgracia, para los asturianos se esté convirtiendo en una tragedia.
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