Me he referido en tantas ocasiones desde esta tribuna a la inveterada costumbre del delegado del Gobierno en Asturias de poner plazos en los que ya nadie cree a la finalización de algunas de las principales infrestructuras pendientes de completar en esta región que su última salida, ayer, no puede por menos que mover a los asturianos a la carcajada. Antonio Trevín tiene un largo historial de titulares en prensa según el cual la autovía del Cantábrico, la de Oviedo-La Espina y su continuación hasta Ponferrada o la llegada de la alta velocidad a Asturias tendrían que formar ya parte de la historia del Principado. Y, sin embargo, todas ellas llevan una interminable acumulación de aplazamientos, algunos 'sine die', que han tenido su último reflejo en forma de bofetada a los habitantes de esta comunidad con el nuevo retraso de los distintos tramos pendientes de la interminable vía de comunicación por carretera de la Cornisa Cantábrica en Asturias.
Es verdad que el reiterado incumplimiento de esos plazos que le señalan desde Madrid no son culpa directa suya y que la obligación de comerse el sapo cuando el tiempo transcurre y no se hace nada, o casi nada, va incluido en el sueldo. Sin embargo, las desazonadoras informaciones sobre el fracaso del en su momento apurado AVE entre Toledo y Albacete, diezmo pagado por el Ejecutivo al poder en Castilla-La Mancha durante años de José Bono, y recientemente cerrado por su testimonial ocupación -nueve viajeros por trayecto-, o el empeño de titular de Fomento, José Blanco, en completar la alta velocidad a su Galicia natal antes del fin de la legislatura, junto con la culminación de los tramos pendientes en la vecina comunidad de la autovia del Cantábrico que aquí se nos niegan, objetivos orientados a ser el futuro candidato socialista a presidir la Xunta gallega (¿todavía nos van a seguir defendiendo los socialistas asturianos que es irrelevante tener ministros de la región en el Gobierno de la nación?); todos estos elementos -me proponía decir- convierten el parlamento de Trevín en una especie de pirueta cómica circense más propia de un 'clown' que de un representante político.
A lo mejor el inasequible al desaliento delegado del Gobierno se equivoca algún día y acierta. En esta vida pueden ocurrir las cosas más inverosímiles, pero mientras tanto tiene que permitirnos a sus paisanos que, sin acritud, recurramos a la risa y le solicitemos que, por favor, deje de tomarnos el pelo.
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