miércoles, 25 de enero de 2012

El peor de los escenarios

La Junta General del Principado ha ratificado hoy lo que ya muchos nos esperábamos desde hace días, más allá de las declaraciones oficiales de unos y otros llamando a la sensatez, la entrada de Asturias en prórroga presupuestaria, un escenario no necesariamente excepcional, aunque sí indeseable, máxime cuando esta región se encuentra señalada por los peores números de la crisis generalizada del país.

Siguiendo el guión, ahora ha llegado el momento de arrojarse los trastos a la cabeza y acusar al contrario de irresponsabilidad, de justificar con argumentos más o menos peregrinos las respectivas posiciones, de enmascarar las responsabilidades propias para lanzarlas sobre el de enfrente. Y mientras en los próximos días vamos a asistir a esta ceremonia de la confusión, tanto de las ideas como de los números, un amplio sector de la sociedad asturiana se pregunta una vez más qué es lo que hemos hecho para merecernos la clase política que nos ha tocado sufrir.

No se trata de señalar ahora con el dedo en una u otra dirección, hacia éste o hacia aquél, sino de clamar amargamente por nuestra 'mala suerte'.

Es verdad que una prórroga presupuestaria no es el fin del mundo y cualquiera que tenga un poco de memoria recordará que el anterior Ejecutivo, con Areces al frente, pasó el mismo trago en su primer proyecto de la pasada legislatura, después de no haber alcanzado el partido que lo sustentaba, el PSOE, un acuerdo de gobierno con Izquierda Unida. Y, sin embargo, con todos los inconvenientes, aquí seguimos. Pero también es cierto que la comparativa del equilibrio (o desequilibrio, quizás) de fuerzas de entonces y de ahora difieren sustancialmente.

Con un presupuesto prorrogado se puede gobernar y, aunque con corsés obligados, sacar adelante la gestión de la 'cosa pública'. No es éste el mayor de los problemas. El más importante, el que realmente importa, es que la votación de hoy en el Parlamento autonómico no introduce ni una sola variante, ni un mísero punto y aparte, en la marcha de la vida política e institucional del Principado. Un trayecto en el que la actuación de una oposición "más amplia de lo normal" hace prácticamente imposible dar un solo paso al Gobierno, como la experiencia de este algo más de medio año nos ha demostrado. Y, también, que en todo este tiempo Cascos y su equipo, heridos en lo más profundo de su sensibilidad, se han encastillado en una posición rocosa y numantina, dispuestos a sacar adelante la condición de partido con más diputados (a pesar de ser insuficiente bagaje para casos como el que nos ocupa), aunque sea a costa de desangrase en cada lance de ese conflicto fratricida y de personalismos en el que se haya inmersa desde hace ya demasiado tiempo la derecha asturiana.

Esta continuidad en el trincherismo, sin atisbo de cambios esperables, es el verdadero riesgo de Asturias en este momento. Y aunque la convocatoria anticipada de elecciones no es una consecuencia directa y obligada del sombrío panorama, solamente la posibilidad real de que se pueda producir nos sitúa ya en el peor de los escenarios posibles.

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