miércoles, 4 de enero de 2012

Dormidos

No sé qué es lo que nos han podido suministrar a los españoles desde que 'nos pasaron' por las urnas el pasado veinte de noviembre para que hayamos llegado al momento actual con una peligrosa dosis de fatalismo, pereza mental y entrega a la inevitabilidad de lo que se nos está viniendo encima. Desde que el actual Gobierno tomara posesión e iniciara la puesta en marcha de su "programa oculto", es moneda corriente escuchar en boca de los mismos que enérgicamente clamaban contra el Ejecutivo anterior una enfermiza conformidad con la alternativa única de los recortes sociales en la que se han embarcado Rajoy y sus ministros.

De la observación de esta especie de 'zombismo' casi generalizado uno saca la conclusión de que el 20-N nos han inoculado algún virus, cierto medicamento nuevo, la 'marianina', que presenta efectos secundarios de inactividad, de abulia, de estupidez casi, lo que deriva en que cada día nos desayunemos con una cucharada más de esa todavía no determinada dieta de tijeretazos que se nos suministra en dosis semanales, tantas como consejos de ministros se vayan celebrando y tras cada una de las cuales se nos reconviene profesoralmente con la advertencia de que la 'fiebre' sigue alta y tendremos que continuar tomando durante mucho más tiempo 'la purga de benito'.

La obligatoriedad de esas medidas, porque "si no nos las impondrían otros", lleva a que nos suban los impuestos (los mismos que el 'sanpedro' gallego negó tres veces en la campaña electoral), se congelen los sueldos de los funcionarios (el sector menos sensible para el conjunto de la ciudadanía) o se paralice la ayuda a la dependencia, todo ello 'compensado' por una subida de las pensiones que, a la larga, cualquiera que sepa las cuatro reglas sabe que en la mitad de los casos implicará una perdida real del poder adquisitivo. Esta fue la primera entrega de un 'culebrón' financiero que promete repetirse hoy y en semanas sucesivas.

Reitero que lo más sorprendente de esta situación no es tanto que pueda pillarnos por sorpresa viniendo de quien viene como el fatalismo con el que parece estar encajándola la sociedad mayoritariamente. Hasta los sindicatos, que habían amenazado con la calle (¡qué tipico!) antes incluso que el nuevo Gobierno pusiera manos a la obra, dan la sensación de haberse bajado los pantalones en un acuerdo express (esperemos a conocer los detalles) con la patronal urgido por el propio Rajoy con aires de ultimátum.

Y mientras todo el mundo se toma resignadamente la pócima de la desesperación, ellos, los que mandan, los de siempre, amparados en el poder absoluto que les han dado los españoles, también empiezan a dar muestras de que la guerra no va con ellos y en muy pocos días han ofrecido pinceladas de que la austeridad va por barrios, aunque nunca llega a los residenciales. Multiplicación de altos cargos que minimiza la reducción de ministerios, asignación de sueldos nada modestos en las comisiones parlamentarias, mantenimiento de privilegios 'consolidados'. Si hasta se permiten sin ninguna vergüenza embarcarse en el apoyo de 'uno de los suyos' al salir al rescate de la Generalitat valenciana, incapacitada para asumir un vencimiento de deuda que no podía afrontar. Y todo ello argumentado con un chulesco "teníamos un vencimiento y lo hemos solucionado. Y punto". Cuidado porque esta expresión podría convertirse en el argumento único y categórico de quienes acumulan más poder que nunca nadie antes.

Reitero que lo más preocupante de todo no es que un Gobierno de la derecha y en las actuales circunstancias haga lo que está haciendo, sino que parezca contar para ello con la aquiescencia de la inmensa mayoría, más allá de los suspiros en el desierto de un desnortado PSOE.

La sociedad española da muestras de estar dormida, drogada, tras haber pasado por la consulta del 'marianismo', en la que ha sido sometida a una fuerte sedación para que no se entere de la agresiva cirugía a la que va a tener que enfrentarse. El problema es que, cuando pueda despertarse ya le habran extirpado el higado, un riñón, algunas extremidades y es posible que hasta el corazón. Para entonces ya no seremos más que muertos vivientes y nadie podrá afirmar que hemos sido obligados.

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