Mientras los asturianos nos esforzamos para salir adelante sin cicatrices de este malhadada campaña electoral, la vida sigue en España y cada día se producen actuaciones y comportamientos que deberían hacernos pensar y, llegado el caso, sopesar nuestro voto, si es que estamos dispuestos a usarlo el 25 de marzo.
Viene esto a cuento porque, mientras los candidatos asturianos llevan por todo el territorio sus soflamas gastadas, en las Cortes Generales se ha producido un nuevo episodio de esos que deberían enervar a la ciudadanía por el cinismo que destila. Hoy mismo, una iniciativa del Bloque Nacionalista Galego, apoyada por otras fuerzas minoritarias, fue barrida literalmente por los votos de PP y PSOE. Se trataba de ampliar el régimen de incompatibilidades de los ex miembros del Gobierno y ex altos cargos de la Administración del Estado para evitar que, sin previa renuncia a las generosas retribuciones que se han asignado como tales, puedan ser incluidos en la nómina de las grandes firmas y multinacionales.
Recordarán quienes sigan esta tribuna que no hace mucho ya se planteó una iniciativa similar referida a los ex presidentes del Gobierno. También entonces populares y socialistas se apresuraron a cerrar filas para no dar lugar a cualquier posible aminoración de sus emolumentos globales. La historia se repite y, aunque seguro que hay algunos otros casos, todo apunta a que la 'protegida' es la ex vicepresidenta Elena Salgado, de cuya inminente entrada en el 'paraiso' de Endesa ya han dado cuenta los medios informativos.
¿Renuncia a privilegios y prebendas? De eso nada. Aunque, eso sí, las consecuencias directas de recortes y reformas son inevitables para el conjunto de los españolitos de a pie.
O sea que, con esas mayorías aplastantes, nuestros ex mandatarios van a seguir 'chupando' energía: Salgado, de Endesa, de la que también cobra José María Aznar, como otro ex presidente, Felipe González, percibe retribuciones de Gas Natural,... Y todo ello el mismo día en que el nuevo ministro de Industria anuncia una fuerte subida de la tarifa eléctrica doméstica, o sea la que pagamos religiosamente usted y yo sin posibilidad de compensaciones.
¿Es o no es para cabrearse?
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