Cuando el recuento ha llegado prácticamente al cien por cien de los votos, un análisis rápido de los resultados de las elecciones autonómicas asturianas de hoy ofrecen dos posibles escenarios. Uno, el que configura el reparto de escaños inicial a esta hora, y otro, el que podría derivarse de la traslación de un diputado de Foro Asturias al Partido Socialista en la circunscripción occidental como consecuencia de la suma de los sufragios del exterior, dado el margen que abre el escaso número de votos existente en ese territorio entre ambas fuerzas políticas.
En lo que se refiere al primero de ellos, los resultados plasman en números lo que muchos habíamos vaticinado, un equilibrio entre los bloques de la derecha (FAC y PP) y de la izquierda (PSOE e IU) y la necesidad urgente de una mayoría para cualquiera de ellos. La entrada como nuevo partido en la Junta General de Unión, Progreso y Democracia no altera sustancialmente ese equilibrio por más que sean muchos los que se han empeñado en situar a los de Rosa Díez en uno u otro grupo.
Que me refiera a un equilibrio podría considerarse en cualquier caso meramente conceptual. toda vez que Foro y Partido Popular suman de momento, conjuntamente, la cifra mágica de 23 diputados que conforman la mayoría absoluta. A priori, el acuerdo entre ambos debería ser obligado por más que sus adversarios se empeñen en aminorar su efecto al argumentar que es difícil explicar por qué no lograron ese entendimiento en los diez meses precedentes. Por contra, la pasada experiencia debería ser argumento más que suficiente para no repetirla, y ello al margen del cambio de algunos de los protagonistas en las listas electorales.
En el otro lado, el Partido Socialista presume con justicia de su condición de ganador, aunque la victoria puede tener un toque amargo si no le permite gobernar aun con el apoyo de sus habituales coaligados de Izquierda Unida.
En este primer escenario, podrían empezar a atisbarse ciertas posibles líneas de conducta. Por un lado, las intervenciones de esta noche de Francisco Álvarez-Cascos y de Mercedes Fernández apuntan, más allá de las palabras, a un mayor margen de entendimiento del resultante de los comicios de mayo del pasado año, aunque la experiencia de estos meses puedan llevarnos a ponerlas en cuarentena hasta que puedan concretarse en un pacto. Las alusiones directas de 'Cherines' al acuerdo y el tono institucional de Cascos son, en un repaso urgente por la actualidad, un rayo de esperanza para la estabilidad desde la derecha.
Por otro, el estatus de ganador en votos y en escaños de Javier Fernández hacen que sea previsible que, con acuerdo o sin él en la derecha, en su momento tendrá que presentar su candidatura a la Presidencia del Principado, algo a lo que renunció el pasado año. Una IU exultante tras mejorar sus apoyos ciudadanos y aumentar un escaño su representación no hará sino obligar aún más al candidato socialista a dar ese paso. El meritorio diputado de UPyD quedaría en este marco como una pieza de recambio, pero sin excesivas posibilidades de un protagonismo determinante.
El segundo escenario, éste hipotético hasta que la aritmética sume los sufragios emigrantes a los de esta noche, sería a priori netamente diferente. Sería el resultante del mencionado trasvase de un escaño de FAC al PSOE en el Occidente, un trasvase que representaría la reversión a un verdadero empate a 22 entre los bloques de la derecha y de la izquierda. Aquí sí que entraría en juego el voto del flamante diputado Ignacio Prendes, llave, como hizo ver algún sondeo, para desatascar esas tablas.
Más allá de los intereses de cada cual, ese escenario podría representar un nuevo atasco para la necesidad de Asturias de echar a caminar de una vez por todas tras los diez meses últimos de 'impasse'. Si la política fuera lógica -pero no siempre lo es- ese reparto debería dar paso a la Presidencia de Javier Fernández como candidato del partido más votado. Sin embargo, me cuesta creer que, con un pacto con el PP bajo el brazo, Cascos permitiera tal posibilidad igualando en escaños a su oponente de la izquierda. Y otra vez aquí surge el tremendo protagonismo que recaería sobre UPyD. Que me perdone su candidato pero no creo que fuera bueno para esta comunidad depender de su único voto para orientar el timón de la vida pública asturiana, sin entrar a valorar la cabalgata de reyes magos que empezaría a recibir para comprar ese sufragio con oro, incienso, mirra y lo que haga falta. Obviarlo, por otra parte, podría llevar al Principado a otra encrucijada de difícil salida y, en un futuro más o menos cercano -¡Dios no lo quiera!- a una tercera cita con las urnas.
Habría que considerar también indistintamente en esos dos escenarios las diferentes estrategias posibles de los protagonista de los pactos a firmar. IU ha afirmado por activa y por pasiva su escasa disposición a entrar en un Ejecutivo socialista. Tampoco me imagino a Mercedes Fernández y los suyos en comandita con los 'casquistas' en otro de la derecha. Así, gobernar sería una empresa ardua y llena de dificultades para Javier Fernández o para Cascos. Una mas que previsible política de acuerdos puntuales convertirían los tres años que quedan de legislatura en un proceso de equilibrios inestables que sacarán las canas que puedan quedarles a los aspirantes a protagonistas.
En fin, que los comicios de hoy, lejos de despejar las incógnitas que han sembrado diez meses de desgobierno, no hacen sino cambiarlas por otras diferentes, pero igualmente amenazantes. De la experiencia pasada y del sensato criterio que se presume a los actores de esta historia depende el futuro inmediato de Asturias.
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