A medida que se acerca la fecha -y ya no falta tanto- la pregunta se repite con creciente insistencia en muchas conversaciones. ¿Qué va a pasar el 25? Es cierto que ya somos demasiados los que se manifiestan hastiados de una situación que nos hace pasar por las urnas tres veces en menos de un año; es verdad que hace tiempo que no se apreciaban tantos indecisos, tantos aspirantes a pasar de la cita; es una realidad que la valoración que el ciudadano hace de sus políticos, lejos de mejorar, no hace sino deteriorarse cada día que pasa. Y, sin embargo, a pesar de todo ello, estos días en la calle, en los bares o en los mercados nos cruzamos con persistencia con la cuestión. ¿Qué va a pasar el 25? No es que sea la preocupación fundamental de los asturianos, ni mucho menos. Pero la incertidumbre del devenir que para ellos pueda reservales la nueva administración regional es algo que les inquieta.
No es que en la primavera del año pasado pudiera asegurarse la apuesta por unos o por otros, pero da la sensación de que por entonces las cosas estaban un poco más claras que ahora.
Si nos atenemos a las declaraciones oficiales de los principales candidatos, habría que convenir en que todos convergen en su confianza en la victoria. Sin embargo, en los cuarteles generales de sus respectivas fuerzas políticas nadie se atreve a hacer un pronóstico serio. Digamos que ensamblan la prudencia que aporta la incertidumbre con la secreta esperanza de que su meta es alcanzable.
Los socialistas, con Javier Fernández a la cabeza, son conscientes de que la resaca del batacazo de su partido el pasado año -municipales, autonómicas y generales- todavía está presente en el electorado y en su propia casa. Sin embargo, este último año escaso de guerra a muerte en el seno de la derecha puede servirles para presentarse como alternativa de gobierno, aunque el mágico número de los 23 diputados, incluso con los de Izquierda Unida, todavía parece más que difícil. Las medidas antipopulares del Gobierno de la nación pueden ser también un plus en su carrera por recuperar el palacio de Suárez de la Riva. No se sienten concernidos por la gresca entre Foro y PP; al contrario, se presentan seguros de que la labor de oposición desarrollada es la que sus electores les habían encomendado.
También los populares sueñan a diario con que, esta vez sí, pueden ganar. Sin mayoría absoluta, claro. La condición de partido hegemónico en casi toda España es su carta de presentación para 'integrar' a los asturianos en una maquinaria unitaria. Afirma Mercedes Fernández que tiene la percepción de un trasvase de votos de Foro a su partido y eso le hace estar moderadamente esperanzada, aunque es bien consciente de que tampoco en el horizonte inmediato se perfila con nitidez una mayoría suficiente. Sin embargo, ser el partido más votado de la derecha sí que puede ser una meta realista, en la confianza de que el partido de Cascos, después de lo ocurrido este último año, no va a caer en la misma postura obstruccionista que ha venido recriminando a sus otrora compañeros de filas. Especialmente con el cambio de caras con que aspiran a quitarle el Gobierno del Principado.
Y en la misma película que el PP se encuentra Foro Asturias, consciente de que lo que no logró en mayo del pasado año difícilmente puede alcanzarlo tras un año de deterioro por la gestión de la comunidad autónoma. Su bagaje va a ser siempre el de lo que no pudo ser porque no le dejaron y por eso el mensaje repetido se centra en la necesidad de lograr la mayoría suficiente para poder demostrar que no son ciertas las acusaciones que reciben de todas partes en el sentido de que no saben cómo hacer las cosas. Pero difícilmente FAC podrá mejorar los resultados de la pasada primavera, y por ello el objetivo sería reeditarlos o, dicho más directamente, volver a ser el partido de la derecha más apoyado por los asturianos, en la confianza de que las relaciones con el PP cambiarían con toda seguridad con la presencia de 'Cherines' en la cabeza de cartel y en la presidencia del partido.
Como decía antes, da la sensación de que todos sueñan, aunque de distinta manera, con la victoria y que unos y otros son conscientes de sus nuevas oportunidades y de sus cargas pasadas, de su haber y su debe. Porque, hay que decirlo, las expectativas están muy abiertas y resulta difícil plantear una apuesta segura. A priori, con nueve meses de por medio, no deberían producirse cambios sustanciales con respecto a la anterior cita autonómica, pero todos somos conscientes de que el actual escenario es suficientemente delicado como para que en la quiniela se introduzcan algunas variables relevantes. Los indecisos, en este momento, y los abstencionistas, dentro de tres semanas, constituyen dos de esas significativas variables que pueden alterar el mapa mental que manejan en sus sueños los principales candidatos.
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