domingo, 2 de febrero de 2014

En campaña

El Partido Popular ha cerrado hoy en Valladolid su convención nacional con un discurso que, por encima de su contenido literal, transmite a las claras su marcado carácter electoral. Desde un principio se había establecido que el cónclave de los populares estaba pensado fundamentalmente para cerrar filas y reforzar la moral de sus dirigentes frente a los síntomas de desánimo de unos o las invectivas rupturistas de algunos otros. El guión se ha seguido y el broche final puesto por el líder del partido ha tenido tintes de mitin de campaña. Es verdad que este año tenemos cita con las urnas para renovar el Parlamento Europeo, una convocatoria que habitualmente merece escasa atención por parte de los españoles. Sin embargo, esa jornada se va a situar un año por delante de las legislativas de 2015, una fecha para la que los principales partidos políticos ya se han puesto a trabajar ante la ausencia de perspectivas claras de un posible triunfo de alguno de ellos. Las encuestas no ofrecen perspectivas halagüeñas para la fuerza política que actualmente gobierna el Estado con mayoría absoluta, pero tampoco dibujan mejor panorama para el principal partido de la oposición. El PP de Mariano Rajoy acusa ostensiblemente el deterioro de una gestión emparentada con los recortes sociales y el retroceso en las libertades, pero el PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba, lejos de aprovechar esos dos años de desgaste de sus adversarios, sigue sin conseguir cuadrar sus números en una etapa de estancamiento que para su militancia ya se antoja demasiado larga.

Quizá por eso la convención nacional del partido mayoritario ha extendido por toda España ese tufillo a mitin orientado a captar el voto que les permita renovar su mayoría gobernante; en Valladolid, dirigido a cargos nacionales y autonómicos, que muy pronto saldrán como apóstoles hacia sus territorios para predicar la buena nueva de Mariano: habrá menos impuestos (¿cuántas veces hemos oído ya esta cantinela anteriormente?), veremos el fin de ETA y se le pararán los pies a los catalanes. Eslóganas directos de asunción fácil para el electorado, pero ni una palabra -al menos que yo haya leído- sobre una minoración sustantiva de las insoportables cifras del paro, por citar sólo un claro 'olvido'.

Pero no han sido los conservadores quienes han abierto esa exageradamente anticipada campaña para los comicios del año próximo. En eso ya se adelantaron sus rivales socialistas, porque no debemos olvidar que Rubalcaba y sus huestes hicieron su particular terapia de grupo hace escasos meses en Andalucía, en un intento de frenar la sangría social de unos ciudadanos que les dieron la espalda hace algo más de dos años y no parecen dispuesto a devolvérsela en 2015. También en la conferencia política de Sevilla los grandes mensajes tuvieron clave electoral, con objetivos y promesas formulados por un miembro destacado de los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero que en momento alguno de aquellas etapas planteó como realizables.

Y si los mensajes políticos hay que analizarlos a la luz de las próximas convocatorias a las urnas, no es menos sintómatico el lenguaje de enfrentamiento directo entre sus protagonistas. La cita de Rajoy mandando callar a un Rubalcaba al que responsabilizó como vicepresidente del Gobierno de haber llevado España al borde de la ruina, fue reflejo fehaciente de la condición de mitin electoral de la cita de Valladolid. Un lenguaje que, por otra parte, vienen prácticando en el oytro lado de la trinchera desde hace semanas los Rubalcaba, Valenciano, López y López (Óscar y Patxi) y algunos más.

Al final, los dos partidos mayoritarios -aunque parece que cada vez lo son menos-  nos van pintando un marco cualificado para el enfrentamiento y la crispación, un marco en el que ellos se mueven como pez en el agua y que, temporalmente, promete ser, por innecesario para la ciudadanía, lastimosamente prolongado.

3 comentarios:

  1. Por mucho que repitan su discurso, por mucho que eleven el tono, por más que intenten soslayar las evidentes y crecientes disidencias internas, ya no convencen ni a sus incondicionales. Ante los alarmantes indicadores demoscópicos se ven impelidos a precipitar esa especie de aquelarres rebosantes de sobreactuación, saturados de sonrisas impostadas y ademanes triunfalistas, para intentar restañar las grietas que debilitan su duopolio y conjurarse para lo que se les viene encima.

    Nada tangible para los ciudadanos. Sólo promesas y más promesas, eso sí, de hipotética consolidación en diferido, avalados por un nivel de credibilidad y un grado de cumplimiento bajo mínimos.

    Lo están bordando.

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  2. La campaña ya ha nacido: VOX un paetido donde bo cabe ni Areces ni Cascos ni Blesa

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  3. VOX un partido donde no caben Cascos, Areces o Blesa

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